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El BBVA planta cara al Gobierno y apuesta por ir hasta el final en su opa al Sabadell

Carlos Torres sigue adelante pese a que las medidas del Ejecutivo complican el encaje financiero de la operación. “Genera un enorme valor para los accionistas de ambas entidades”, justificó

Desde la izquierda, el presidente del Banco Sabadell, Josep Oliu; la presidenta de Banco Santander, Ana Botín, y el presidente del BBVA, Carlos Torres.

La opa lanzada por el BBVA sobre el Sabadell cruzó este lunes su particular Rubicón. El banco vasco, que había mantenido un llamativo mutismo en los últimos días, alumbró a media tarde la decisión de mantener la oferta para hacerse con su rival. La institución que preside Carlos Torres sigue adelante, pese a que el Gobierno obliga a que ambas entidades mantengan su personalidad jurídica, un patrimonio separado y autonomía en la gestión, al menos durante tres años. Ese escenario complicaba el encaje financiero de la operación y amenazaba con hacer descarrilar el proceso. No ha sido así. “Una vez analizado dicho acuerdo, el BBVA ha decidido no desistir de la oferta, y por lo tanto, la misma se mantiene vigente conforme a lo previsto en la normativa aplicable”, informó en un hecho relevante remitido este lunes a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV).

El punto de inflexión era claro. El presidente del BBVA, Carlos Torres, se juega mucho en el envite después de que un intento de fusión similar fracasara allá por noviembre de 2020. Los severos obstáculos impuestos por el Gobierno y la numantina defensa del Sabadell, la entidad opada, le proporcionaban ahora una salida más o menos airosa. Siempre podía culpar a los elementos. Sin embargo, el ejecutivo prefirió jugar a grande, con la complicidad unánime de su consejo de administración. Siempre ha defendido que el proyecto tiene sentido industrial y se aferró ayer a esa visión de medio y largo plazo para defender la iniciativa. Aseguró en un vídeo que la unión de ambas firmas dará luz a una “entidad más sólida, con mayor escala y con capacidad para aumentar en 5.000 millones de euros anuales la financiación a familias y empresas, impulsando así el crecimiento económico de nuestro país”.

El BBVA tiene ahora que actualizar el folleto donde da información detallada sobre la oferta a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), esperar la luz verde del supervisor y ver cómo se inicia el periodo de aceptación, que será el momento decisivo, la hora en la que los accionistas del Sabadell hablarán con su voto. Lo hará el banco de Carlos Torres contra la posición del Ministerio de Economía —“rechazamos la operación, esta opa hostil, tanto en la forma como en el fondo, por los efectos lesivos potenciales que puede tener”, afirmó el ministro Carlos Cuerpo apenas horas después de anunciarse la oferta— y la resistencia del Sabadell, que incluso durante el día de ayer jugó sus cartas para meter todavía más presión a la decisión del máximo órgano de representación de BBVA. Horas antes de que esta se comunicara, la agencia Reuters adelantaba que la entidad que preside Josep Oliu cuenta con ofertas de Barclays y del Santander en torno a los 2.700 millones de euros para vender su filial británica TSB.

La cuestión de TSB es más que relevante, ya que esa operación paralela embarra decisivamente el terreno de juego de la opa. Para empezar, lo hace con los plazos. Si el consejo de administración del Sabadell decide aceptar alguna de las ofertas, tendrá que pasarla por la junta de accionistas —en aras a cumplir con el deber de pasividad al que obliga la oferta del BBVA en marcha— y, después, completar la habitual cadena de autorizaciones que requieren estos procesos. Podría darse el caso de que los accionistas del Sabadell decidieran sobre la opa sin tener claro qué sucede con un activo cuyo valor supone casi el 20% de lo que capitaliza el propio Sabadell. Por si fuera poco, sería posible que esos 2.700 millones vayan a parar al bolsillo del accionista a través de un dividendo extraordinario si el Sabadell continúa en solitario. Un jugoso botín.

La decisión tomada ayer por el BBVA se produce después de que, según informó Bloomberg, la entidad sondeara en las últimas horas la posición de los fondos e inversores institucionales implicados, lo que hace pensar que al menos no ha encontrado un rechazo categórico a continuar con la opa. Además, es coherente con el discurso que ha mantenido la entidad desde el principio, en función del cual una opa sin fusión no era una línea roja para Torres. De hecho, generaba más inquietud en La Vela, la sede del banco ubicada en el madrileño barrio de Las Tablas, que el Ejecutivo pudiera haber efectuado alguna demanda que implicara desinversiones o escisiones de negocios, con Turquía como principal temor.

Aunque desde el principio tanto Carlos Torres como sus principales ejecutivos han dejado claro que no tenían intención ni de aumentar el precio de la oferta ni de contemplar una parte en efectivo, el mercado descontaba la posibilidad de que finalmente lo hiciera para terminar de empujar a los accionistas indecisos. Sin embargo, lo que sería bueno para endulzar la decisión de los inversores del Sabadell, se complica desde la perspectiva del capital del propio BBVA. La medida aprobada ayer por el consejo del banco aboca a los accionistas a tragar con una integración que no completará las sinergias previstas inicialmente en al menos un trienio. La digestión sería todavía más difícil si se mejora la propuesta económica.

De acuerdo con el presidente del banco, la integración genera “un enorme valor para los accionistas de ambas entidades” y representa “una oportunidad para crear uno de los bancos más innovadores y competitivos de Europa”. Aunque Carlos Torres ha dejado claro desde el primer minuto que no considera un fracaso personal que la opa no salga adelante, ayer su banco dobló la apuesta. Con él al frente de la ofensiva.

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