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Jean-Claude Trichet: “Trump crea una incertidumbre monumental: no sabemos qué acabará haciendo”

El expresidente del BCE alerta sobre los riesgos globales, revisita su papel durante la crisis financiera y destaca el peso de la inmigración en “la prosperidad española”

El presidente del BCE, Jean Claude Trichet
Marc Bassets

Jean-Claude Trichet (Lyon, 1942) explica que es alguien que duerme bien. Dormía bien incluso en lo peor de la crisis financiera que estalló en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, y con la que tuvo que lidiar al timón del Banco Central Europeo (BCE), cuya presidencia ocupó entre 2003 y 2011.

“Más valía, porque de día había que conservar la sangre fría”, recordaba esta semana en el Palazzo Mezzanotte, construido en 1932 por la Italia fascista, y sede de la Bolsa de Milán. En ese edificio se celebró esta semana el foro Young Factor, una conferencia internacional convocada por la organización Osservatorio Permanente Giovani-Editori. Durante tres días, 360 estudiantes de seis países europeos, entre ellos España, se reunieron con banqueros centrales y dirigentes del mundo económico y de las finanzas. Trichet dibujó en su intervención y diálogo con los jóvenes un panorama lleno de incertidumbres.

Después, en una entrevista con EL PAÍS, el veterano banquero central citó tres motivos concretos de inquietud. Primero, “la incertidumbre geoestratégica completa, con todas las repercusiones que puede tener en la economía y las finanzas”. Específicamente, Ucrania y Próximo Oriente. “Los europeos nos encontramos en una situación anormal de pasividad obligada porque no estamos unidos políticamente”, advirtió antes de rematar: “Y esto me parece muy grave”. Segundo motivo de inquietud: el sobreendeudamiento, superior al de la crisis de 2007 y 2009, lo que hace que “la economía mundial sea hoy más vulnerable, más susceptible de registrar crisis que entonces”. Señala también a la banca en la sombra, lo que denomina non-banks, entidades como los fondos de inversiones o los fondos especulativos, y que “no están convenientemente regulados”. Y tercera inquietud, el déficit de crecimiento y productividad en Europa: “Estados Unidos, pese a todos sus defectos, continúan agrandando la distancia respecto a Europa, no solo por el PIB total sino por el PIB per cápita”.

No, Trichet, pese a todo, no padece insomnio, pero admite: “Hay varias cosas que me perturban de noche”.

Pregunta. Y ahora, respecto a 2008, hay un elemento nuevo: Donald Trump. ¿Cómo cambia las cosas este factor?

Respuesta. Trump añade [a esta situación] algo que es un mal análisis con sus aranceles y quizá, sobre todo, un elemento de incertidumbre suplementario monumental, porque no sabemos qué acabará haciendo. Él pretende que la incertidumbre sobre su posición final forma parte de sus técnicas de negociación. A mí me cuesta entenderlo, porque me parece que, al tener una total incertidumbre sobre lo que va a hacer, debilita su posición en vez de reforzarla. De otro lado, las declaraciones muy excesivas y contradictorias, los insultos y las amenazas no son apropiados cuando se ejercen grandes responsabilidades. Entre los muy numerosos factores negativos, le concedo, sin embargo, dos elementos más bien positivos. Uno es que es capaz de rectificar lo que ha dicho cuando se convence de que era un error. Por ejemplo, la pausa sobre los aranceles, decidida en un momento en que tenía la sensación de que los efectos negativos eran muy superiores a los positivos. El otro es que, hasta ahora, es más bien un hombre de paz. Se puede dudar de que logre mantener este papel, con sus declaraciones contradictorias sobre la guerra Israel-Irán. Pero dar a entender que su gran objetivo inicial era obtener el premio Nobel de la Paz es algo a la vez extraño, pero que no puedo considerar que sea negativo.

P. ¿Trump es el fin o el fracaso de la globalización?

R. Da mucha más visibilidad a la parte de nuestras poblaciones en los países avanzados que han sufrido por la globalización. Lo han elegido los cuellos azules [los obreros] americanos, que vieron cómo se cerraban las fábricas. Los obreros, en nuestras sociedades, ven lo que les ocurre, es decir, las reestructuraciones muy dolorosas ligadas a la globalización, y no solo a la globalización: al progreso técnico, al progreso científico, a la transformación muy importante de nuestras sociedades y economías.

P. Hay un malestar con la globalización en todo Occidente, no solo en EE UU. En Francia tuvieron los chalecos amarillos.

R. En mi opinión, con los chalecos amarillos no se trataba de la globalización, sino más bien de la negligencia manifiesta respecto al campo, a las personas que viven fuera de los grandes centros. Se ve en Inglaterra y en la mayoría de países avanzados. España, en cambio, es tan próspera que todo esto no se ve.

P. ¿Ve a España próspera?

R. Veo a España realmente próspera respecto a muchos otros países europeos. Esencialmente, porque ustedes han sacado las lecciones de la crisis de 2011-2012, y porque tienen una fuerte inmigración que es inmediatamente asimilable, porque habla español y no tiene una cultura diferente de la de los españoles. Es una ventaja enorme y les da a ustedes un crecimiento superior al de países comparables de Europa occidental.

P. Trump presiona e insulta al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, y le acusa de llegar “too late”, demasiado tarde, y de no haber bajado los tipos de interés como los europeos. A usted también se le reprochó que llegara “too late”...

R. Hubo quien lo dijo. De hecho, lo que yo sentí como el reproche más terrible era el reproche inverso: una parte de la opinión pública de algunos países ponía en marcha procesos contra el BCE y su presidente, porque [creían que] yo no debía defender a España y otros países contra la especulación en el momento de la crisis de los fondos soberanos. El reproche más sangrante era este: “¡Usted desborda su mandato al intervenir comprando bonos del Tesoro español!"

P. Se dice que usted habría tenido que decir mucho antes "whatever it takes" [la declaración de su sucesor, Draghi, al decir “Haré todo lo que sea necesario para preservar el euro”], que la crisis habría sido menos grave.

R. Debo decir que no estoy de acuerdo, porque el Consejo de Gobierno y yo mismo fuimos los primeros en intervenir precisamente para ayudar a España, Italia, Portugal, Grecia e Irlanda, es decir, a los países atacados. Mis colegas y yo inventamos el SMP (Securities Market Programme), que no estaba limitado en el tiempo ni en el volumen de intervención, y que rompió la especulación en 2010 y 2011. La prueba de que el BCE se mostró audaz y creíble durante este periodo, conmigo y mi sucesor, es que no solo los países atacados permanecieron en el euro, sino que tres nuevos países se incorporaron durante este periodo de crisis en mi época y otros dos en la de mi sucesor.

P. Cuando vemos la crisis de la globalización, el éxito de Trump y los populistas, ¿la gente como usted tiene que hacer un mea culpa? Es decir, las élites, los proeuropeos, los centristas, los liberales, los globalizadores... ¿Diría “nos equivocamos aquí o allá”?

R. No me gusta el concepto de chivos expiatorios. Es tan fácil decir: ‘Es culpa de los sindicatos, que no entienden nada. Es culpa de los empresarios y capitalistas, solo les mueve el beneficio. La culpa es de los tecnócratas. Los políticos, sean del partido que sean, no entienden nada’. Pero vivimos en democracias. Hay alternancias. En última instancia, el pueblo soberano decide. Yo nunca he utilizado a nadie como chivo expiatorio. Si a algunos les hace gracia utilizar a gente como yo como chivo expiatorio, pues... que lo hagan. Pero, ¿sabe?, estoy orgulloso de haber contribuido, junto a mis colegas, a hacer avanzar la construcción europea sobre la base de un amplio consenso no solo multinacional, sino también multipartidista. El euro es un éxito, no solo porque es una moneda estable, como se prometió a nuestros conciudadanos europeos, no solo porque respondimos al escepticismo general de los mercados financieros mundiales al principio, sino también y sobre todo porque ahora cuenta con la aprobación abrumadora, en torno al 80%, de todos nuestros conciudadanos de la zona euro, según el Eurobarómetro. Este es el verdadero éxito.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en Berlín y antes lo fue en París y Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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