Gracias, maestro
Se apagó la voz siempre viva, intensa, desgarrada, comprometida de José Saramago. Defensor por plena convicción de necesarias utopías, abogado de causas perdidas en un mundo "pésimo", como calificaba el propio maestro. Un mundo en el que es imposible ser optimista, a no ser que se sea un necio, un rico o un explotador, "encantados con lo que hay". Un escritor que reflejaba en sus obras el desasosiego que le provocaba este pésimo mundo, para que, a través de las mismas, el lector se viera ante el espejo inquietante de su propia realidad y pudiera ser consciente de su vacío existencial y de su perversión ética.
Lo consiguió, ¡vaya si lo consiguió!, con una prosa densa, dura, sin concesiones, atractivamente inquietante y cómplice de una nueva dimensión humana: la del individuo libre, solidario, fraternal, más allá de los inmisericordes intereses crematísticos de los mercados y de los negocios religiosos sin alma.
Gracias Saramago, maestro, por haber sido la conciencia crítica, esculpida en perfecta y armoniosa literatura, de estos ciegos que no vemos, porque no queremos mirar.- Javier Gutiérrez Herrador. Laredo, Cantabria.
Te fuiste discretamente, como viviste. Una vida comprometida con la vida misma, con los débiles, con los desfavorecidos, con las causas perdidas. Siempre preferiste las incertidumbres a las certezas. Buscaste la verdad entre tanta mentira y no callaste frente a un sistema hipócrita e injusto. Preferiste la ética a la estética. Nos iluminaste con tus dudas. Fuiste un buen escritor, pero ante todo fuiste un hombre bueno. Larga vida a tu memoria, José Saramago. José Luis Pérez Molina. Madrid.
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