"No me saludes por la calle"

Mohamed, un profesional mauritano que reside en Madrid, explica el cambio que se ha producido en su país: "Un día tocaron a mi puerta. Era un amigo que había desaparecido de la ciudad. Llevaba una larga barba y vestía una túnica. Me miró y me dijo: 'Tu familia no cumple las reglas del Corán. Por favor, no me saludes cuando me veas por la calle'. Poco después le detuvieron como sospechoso de haber participado en un atentado. Ésa es la consecuencia del trabajo de gente como Abu Yahya". Jóvenes de un país pobre y sin oportunidades, como el argelino Ahmed Salem Uld M'Beinik, que el pasado mes de agosto se lanzó con un cinturón de explosivos contra la Embajada de Francia en Nuakchot.
Según su madre, él no sabía ni una palabra del Corán, el reclutador le ofreció trabajo para vender pescado en la frontera y le lavó el cerebro para que se suicidara por Alá. "¡Idos, que tengo una bomba!", gritaba el muchacho a los viandantes cuando se acercaba a la legación diplomática. El terrorista tropezó contra un muro y dos gendarmes y una joven resultaron heridos. Meses antes, el estadounidense Christophe Languet fue asesinado a tiros en el centro de Nuakchot. "Tenemos miedo a que esto se convierta en una nueva Somalia", confiesa un funcionario mauritano.
La adhesión ciega de AQMI a Bin Laden se refleja en el comunicado que Abu Musab Abde I Wadud, el emir del Grupo salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), hizo público en 2006. "Hemos decidido prometer fidelidad al cheij Osama Bin Laden. Cerramos el trato con un apretón de manos y le ofrecemos el fruto de nuestros corazones. Continuamos nuestra yihad en Argelia bajo su mando para golpear por Alá a quien él desee y cuando quiera".
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