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Columna
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Eterno rodeo

Agárrense, señoras y señores, que nos quitan el verde. Se trata de una de las noticias más sorprendentes del verano y tamaña catástrofe no viene asociada con el cambio climático, ni con las obras de la Y vasca, ni aun con la pasarela de Mompás. Dice Iñigo Urkullu: "El PSOE quiere borrar el color diferente de Euskadi". El señor Urkullu dice además otras muchas cosas, resumibles todas en la fórmula del Ojalá. Recorrámoslas paso a paso.

Paso del desteñimiento o del yo soy el color de tus ojos. Este paso se resume en que el PSE pretende, al igual que el PNV y las demás fuerzas políticas, gobernar en todas las instituciones vascas, lo que supondría un cambio de color del verde al chocolate cañí. Lo haría utilizando como instrumento la ley de Partidos, de manera que lo denunciable no sería el objetivo, sino el método. El método lleva en vigor varios años, y el partido del señor Urkullu confió en él cuando en las elecciones de 2005 quiso refrendar el plan Ibarretxe con la esperanza de recoger el voto de una izquierda abertzale entusiasta del plan y cuya candidatura habría sido ilegalizada. No ocurrió así, y en lugar de afincarse en el lamento de "el verde soy yo", el señor Urkullu debiera concluir que la que está verde es la estrategia de su partido.

Paso del final dialogado o del no me sacas de mis dimes y diretes. Se vuelve, en definitiva, al planteamiento de las dos mesas, la militar y la política, con lo que queda la duda de si lo que se pretende es utilizar la primera para obtener réditos con la segunda. Mientras se siga vinculando en el tiempo negociación militar y negociación política, sean o no las mismas las fuerzas que intervengan en una y otra, se le estará otorgando aunque sea sólo un resquicio de legitimidad a la aventura etarra. No basta con el ojalá del deseo para que ésta desaparezca. Tal vez los políticos deban confiar en el destino, pero es evidente que tienen que actuar como si éste no existiera.

Paso de la eliminación de la visualización (sic) de los símbolos del terror o de los carteles invisibles. El señor Urkullu está de acuerdo en que se elimine esa visualización, pero disiente del cómo, ya que habría que hacerlo con prudencia e inteligencia. Una forma de no visualizarlos es no mirándolos, es decir, mirando para otro lado, una forma prudentísima, aunque dudo de si inteligentísima, de quitárnoslos de en medio. Ignoro qué otros métodos prudentes e inteligentes se han utilizado estos últimos treinta años para quitarlos, pero no se han notado. Faltaba para hacerlo la autoridad del Gobierno.

Paso final o del eterno rodeo. Consiste en decir que A es A para a continuación añadir una perífrasis que lo niega. Llevamos en esa operación decenas de años, periodo de tiempo que nos permite hablar de statu quo. Tal vez lo que lamente el señor Urkullu sea que éste ha empezado a resquebrajarse. Los resultados los sancionará el tiempo.

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