Soluciones erróneas para salir de la crisis
Poco a poco hemos visto cómo la precariedad ha multiplicado sus caras: contratados por obra y servicio, becarios, jornaleros, fijos discontinuos, contratados a horas, a tiempo parcial o eventuales por circunstancias de la producción... Hemos sido testigos de cómo se han ido precarizando nuestros trabajos y, por un efecto mariposa, nuestras vidas. Todo dependía de la fluctuación del mercado, ese gran emperador déspota al que muchos quieren con gran pasión.
No se entiende cómo nos hemos creído los cantos de sirenas que anunciaban que todo era posible con una buena tarjeta de crédito, todo se podía comprar, sin darnos cuenta de que para mantener nuestros niveles de vida hacía falta expoliar los recursos de países emergentes.
Muy pocos nos cuestionábamos que el sistema económico actual basado en el consumo desmesurado en un planeta con recursos limitados no era la solución, sino al contrario, era el problema.
Ahora vemos cómo todo este tinglado se está desmoronando delante de nuestros ojos, y cómo las soluciones dadas por los estamentos internacionales y Gobiernos van encaminadas a solventar los problemas de los generadores de la crisis. Nadie se cuestiona, o muy pocos, que tenemos que cambiar el sistema económico por otro acorde a los intereses de la población. La producción tiene que ir marcada por la necesidad de las personas, nunca puede ser al revés, el sistema no puede provocarnos la necesidad de cambiar de coche, o de cambiar de casa, ya que, de hacerlo así, entramos en una espiral consumista que destrozará nuestro planeta, ya de por sí bastante deteriorado de tanto expolio sin control de los recursos de la humanidad a manos de unos pocos.
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