Crónica sepia

- Crónica negra. Brillante y arriesgada operación de los Mossos d'Esquadra: desmantelaron un casino ilegal en el Eixample barcelonés. Se ocultaba en una peluquería estratégicamente gestionada por chinos. Y para colmo, organizaban partidas de dominó. Estaba claro que se trataba de un cuento chino o de una tomadura de pelo o de las dos cosas a un tiempo. El casino, no la operación.

- Libre mercado. Los empresarios de los prostíbulos barceloneses están que trinan. Muchos de ellos incumplen una norma municipal de 2004 que tenía una prórroga de cuatro años. Llega 2008 y la vida sigue igual. Los propietarios alegan que las normas son difíciles de cumplir y están dispuestos a ir a los tribunales porque, aducen, el consistorio ataca la libertad de empresa. La supresión de la esclavitud también. Ya no se puede comprar y vender (es un decir) la carne humana. Pero la prohibición del esclavismo ha prosperado.

- Lo nunca visto. Luis Bouza-Brey es el antipolítico. En un país en el que, dicen, no dimite nadie, él ha hecho de la dimisión la profesión de su vida. Fue fundador del Partido Socialista Galego. Lo dejó. Perteneció al PSC y lo dejó. Estuvo en el nacimiento de Ciutadans y fue uno de los primeros en dimitir. Se pasó al partido de Rosa Díez con cargo y también lo ha dejado. A este hombre habría que nombrarle algo en los gobiernos para acabar con el mito de que nadie dimite. Él lo hace.

- Ordenanza cívica. La ordenanza cívica de Barcelona se ha cobrado una víctima: el belén municipal ha suprimido la figura del caganer. La próxima actuación de las fuerzas que dirige Imma Mayol será enviar la Guardia Urbana contra los niños que celebren el tió. Por aquello de que "caga".

- Una industria de futuro. Imma Mayol da la espalda al caganer porque no aprecia el mercado. Ahí es nada: 105 países se han interesado por importar tan notable figurita. Además, la población catalana se abalanza a adquirir cada año un caganer ajustado a los nuevos tiempos. En éste, Tamudo ha batido a Ronaldinho. Carod va al alza y Artur Mas se hunde hasta porcentajes equivalentes a los de José María Aznar y Mariano Rajoy.