Fin de época

"¿PARA ESTO hemos leído a Althusser?", pregunta Mauricio asqueado de sí mismo y de su propia cautela adaptativa. ¿Para comprar una porcelana de mesa en la lista de una boda que interesa remotamente? ¿No había otra manera de hacer las cosas? Su novia abogada le pregunta también a Mauricio si siempre ha de ir de acuerdo con la corriente, mientras ella está subiéndose a la misma corriente a la que no va a subirse la Porritos, porque se muere de sida y ya no canta con la guitarra en los mítines de clase cuando había lucha de clases. El precio de integrarse es saber que "los matices lo echan todo a perder", desactivan la fe política y las ilusiones o, mejor dicho, ponen las bases para perder credulidad y ganar al menos la decencia de no vivir del cuento, del autoengaño, de la buena conciencia de los embustes privados. Aunque trate de Israel, quizá se trata de Cataluña: "El proyecto socialista se ha esfumado y ha sido reemplazado por una estrategia posibilista y por el capitalismo más feroz. Pero tal vez éste es el destino de todos los proyectos construidos sobre un ideal". La muerte de la Porritos es un fin de época porque esa época continua con la entronización olímpica de un fiel franquista como Juan Antonio Samaranch. Fin de la novela.