El certamen deja 100 millones de euros en Barcelona

Sin apenas taxis libres y con el cartel de completo en los hoteles para regocijo de los empresarios. El congreso 3GSM abrió ayer sus puertas confirmando todas las expectativas acerca de su impacto económico sobre la ciudad. Barcelona tomó el testigo de Cannes como epicentro del sector de las nuevas tecnologías con largas colas en la entrada del recinto de Fira de Barcelona -en una jornada inaugural en la que, a media tarde, se habían acreditado ya casi 40.000 profesionales- y con el centro de la ciudad casi colapsado por la tercera generación de móviles, presente en todo tipo de soportes publicitarios. La organización calcula que el certamen dejará más de 100 millones de euros en Barcelona.
Los reyes Juan Carlos y Sofía, junto al ministro de Industria, José Montilla, el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, y otras personalidades fueron los encargados de inaugurar la feria, que reúne a 680 operadoras de 210 países y en la que participan más de 150 fabricantes y proveedores.
Supremacía del inglés
En pleno debate sobre la lengua en Cataluña, el inglés se impuso ayer de forma rotunda sobre el castellano y el catalán, y lo hará a lo largo de los próximos días, de la mano de su supremacía económica: los expositores de las empresas, las demostraciones, las conferencias -incluida la de Telefónica Móviles-, el servicio de prensa e incluso la atención al público se hace en inglés en el 3GSM.
El castellano y el catalán apenas se escuchaban ayer, ni siquiera entre los asistentes, en franca minoría ante los orientales y los ejecutivos norteamericanos y europeos. En Cannes, sede de las ediciones anteriores, la utilización del inglés y el francés era mucho más equilibrada.
La feria incluye múltiples opciones para el tiempo libre de los visitantes, desde fiestas -la organización invitó ayer a más de 10.000 personas a un evento nocturno- a actividades culturales o deportivas, con el golf como protagonista. La jornada inagural transcurrió con normalidad, pese a las aglomeraciones de primera hora y de las dificultades para encontrar un taxi en horas punta, o del hecho de que algunos visitantes tuvieran que desplazarse hasta Girona y Tarragona, a un centenar de kilómetros, por la falta de habitaciones. Y pese a que más de un barcelonés se quedó con ganas de entrar en el recinto, cuyo acceso sólo está permitido a profesionales del sector.
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