Pura palabrería, no más

Eso es lo que fueron los toros de ayer. Anticipadamente se hablaba de que por su procedencia Santa Coloma, sus cabezas no eran muy aparatosas. Todo lo contrario. Incluso se aseguraba que los pitones eran más asaltillados, en alusión al encaste saltillo. La realidad marca lo evidente: los toros del ganadero mexicano Chafik no valían nada. Más que de Santa Coloma parecían haber surgido de una camada de ratones negros. Nada parecido a lo que conocemos por toros bravos. De ahí que toda esa palabrería precorrida se diluyera como un helado de vainilla en pura filfa.

Con esas negaciones ratoneriles con cuernos, poco iba a dar de sí la tarde. Se salva Uceda Leal gracias a la espada, sobre todo la enjaretada en su primero, y por la voluntad y vergüenza torera que demostró frente a las dos piltrafas que le tocaron en suerte.

El Juli se justificó con creces. Hizo lo que pudo con su primer manso, y estuvo aseado y valiente en su segundo; además tuvo la técnica suficiente para hacer que mejorara la mala calidad de su segundo. En ese toro el presidente mandó que tocaran la música durante la faena. Entonces, el público amonestó al presidente por su precipitada decisión. El público acertó. Es curioso cómo ese mismo público que en lo que llevamos de feria se ha convertido en un ente aplaudidor sobre todo lo que se mueve en la plaza, es curioso que la decisión de pitarle al presidente hubiera acertado a pleno. Sin duda, los espectadores que acuden a la plaza de Vista Alegre llevan en su interior el ánimo demasiado férico. Por eso se pasan la tarde aplaudiendo a todo lo que se mueve, como ya hemos dicho. Es el que paga. Pero, no porque sea el que pague, siempre tiene razón. La razón es independiente del poder, sea poder fáctico o de masas.

La técnica que exhibió El Juli puso en evidencia la carencia de ella que demostró César Jiménez. No dio un muletazo. Pasó como un espectro por el ruedo bilbaíno. En ese momento tal vez por algún rincón de la plaza apareció imaginariamente un cartel con el texto siguiente: "La inteligencia es el arte de solucionar situaciones". Lo firmaba un tal Bergson. Aplicable a lo que no hizo César Jiménez.