El voto sentimental
Los acontecimientos que se han producido en estos últimos días ponen de manifiesto una sensibilidad en este país que me llena de esperanza. Estos días, igual que siempre, mucho más que nunca, debemos estar orgullosos de pertenecer a esta comunidad de pueblos que se llama España.
La generosidad con la que hemos respondido ante el horror y la barbarie es digna de esa otra respuesta sentimental con la que también respondimos legítimamente en las urnas.
El Gobierno del PP no es el responsable directo de los atentados y es arbitrario así decirlo. Sí es responsable de su autismo político. ¿Es suficiente responsabilidad ésa para que se le castigue con el sacrificio de su Gobierno? Por supuesto que sí, porque ningún gobierno puede obviar el clamor de un pueblo en contra de una guerra, por mucha mayoría absoluta que tenga. Después de los hechos, la ambigüedad y la prepotencia le han pasado una factura implacable y justa. El buen funcionamiento de la economía no ha sido suficiente para ganar.
Son muchos los factores que deciden el voto; factores que todos los políticos intentan manipular. Pueden ser sociales, éticos o puramente subjetivos, como se pudo observar con el enfado de Teófila Martínez en el prólogo al debate de los líderes políticos andaluces en Canal Sur a propósito del color de fondo del decorado televisivo.
En un sistema de libertades hay que respetar todos los motivos por los que el electorado decide su voto. En esta sociedad capitalista, cada día más pragmática, los motivos sentimentales a la hora de decidir el voto también tienen que tenerse en cuenta. 203 muertos (la del panadero navarro también cuenta) tiene la suficiente fuerza sentimental como para echar a un gobierno, responsable indirecto, por omisión, de tan luctuosas consecuencias.
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