Un humo muy caro
La Administración republicana de Bush parece haber dejado de lado su trato de favor a las grandes corporaciones y sus reticencias a una litigiosidad excesiva contra ellas en lo que se refiere a la potente industria tabaquera. El fiscal general de EE UU, John Ashcroft, no ha hecho nada por congelar la reclamación judicial de 289.000 millones de dólares (268.000 millones de euros) a las tabaqueras estadounidenses, planteada en 1999 por su antecesora demócrata en el cargo, Janet Reno, y a la que se opuso cuando era senador, en concepto de beneficios ilegales obtenidos por la venta de tabaco a menores.
Este proceso no es uno más de los muchos -colectivos o individuales- a los que se enfrenta desde hace algunos años la industria tabaquera en EE UU. El hecho de que la Administración de Clinton, primero, y la Administración de Bush, después, se pongan a la cabeza de esta guerra legal y avalen una reclamación económica tan cuantiosa da la medida del formidable desafío que tienen delante las tabaqueras si persisten en las prácticas comerciales engañosas o incluso delictivas, como ocultar al consumidor los efectos nocivos del tabaco o enganchar a su consumo a menores de edad. La indemnización reclamada supera los 206.000 millones de dólares que la industria tabaquera acordó en 1998 con 46 Estados de la Unión para costear los gastos sanitarios inducidos por el tabaquismo.
El carácter de este pleito poco tiene que ver con los planteados hasta ahora contra las tabaqueras, orientados a comprometerlas en la financiación del sobrecosto sanitario que supone para las arcas públicas el tratamiento de las diversas patologías que provoca el tabaco. Su objetivo es mucho más ambicioso: la reversión al Estado de los beneficios ilegales obtenidos sobre todo por la venta de tabaco a menores de edad, en un intento de hacer desistir a la industria tabaquera de una de sus estrategias comerciales más rentables y astutas: hacer del adolescente de hoy el cliente habitual de mañana. Los cálculos actuales indican que más de 3.000 niños o adolescentes ingresan cada día en la nómina de los fumadores en EE UU. O el negocio del tabaco se hace más transparente o se enfrenta a unas perspectivas judiciales cada vez más sombrías y lesivas para su cuenta de resultados.
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