De Moscú a Hollywood

Su personaje en Música para una noche de verano dice que la vida glamourosa del actor se reduce a hacer y deshacer maletas.

Sí, lamentablemente es así. La mayor parte de mis viajes han sido por trabajo, y no me han dejado tiempo para mucho.

¿El teatro la ha llevado al extranjero?

Varias veces. En 1983, por ejemplo, con la compañía de Nuria Espert, viajamos a Moscú, Kishinev y Valencia.

Menudo contraste.

Lo recuerdo como una maravilla. Moscú me pareció una ciudad fría y seria y me dio la impresión de que la gente tenía miedo a significarse. Se me quedó grabada la imagen de un hombre de cuyo bolsillo asomaba un pañuelo rojo. Fue la única nota de color en la calle.

¿De qué país guarda mejor recuerdo?

De México. En 1989 fui al festival de Ciudad de México y estuve tres semanas. El buen humor que tenía aquella gente en medio de sus dificultades cotidianas me impresionó. Conocer el mundo te enseña un abanico de alternativas en la manera de vivir.

Para maneras de vivir, la de Hollywood.

Fui a la ceremonia de los Oscar en 1998 con Secretos del corazón. Fue algo tan grotesco. Me encanta haberlo vivido, pero me di cuenta de la miseria humana que puede haber bajo una alfombra roja. Aunque tuve el placer de ver bailar a Stanley Donen. Y también a la actriz Mercedes McCambridge. Siempre quise ser como ella.