Mañana será tarde

Dicen que hay quien nace con estrella y quien nace estrellado. Las personas que emigran no lo hacen por gusto. Existe una grave desigualdad en el mundo. Los países del norte, donde está la riqueza, obligamos a emigrar a los del sur. Vienen con todo el dolor de su alma, ya que dejan allí a sus familias, venden sus enseres más preciados, pierden su identidad y aquí les hacemos ver que no son nadie. No es justo que a las personas que han venido a nuestro país a trabajar se les quiera sólo como mano de obra y que cuando acaben la jornada desaparezcan y se escondan impidiendo su vida social. ¿Es que nosotros tenemos más derechos? Los inmigrantes, igual que los españoles, estamos contribuyendo a que la economía funcione y tengamos bienestar social.

Es fácil proponer expulsiones y ejecutarlas cuando no estamos en su piel. Arriesgan su vida por tener una existencia mejor para ellos y para los que dejan. Saben que parten a un destino incierto e ingrato.

La solución no está en las palabras. Es hora de que empecemos a devolver lo que los países ricos les arrebatamos a los pobres. Se debería actuar. El planeta está lleno de grandes pensadores y pocos gestores. Y si se hace algo para la supervivencia siempre prima lo económico.

La herencia que dejamos a nuestros descendientes no es muy halagüeña. Deberíamos sentirnos avergonzados.