'En este psiquiátrico no pueden vivir seres humanos'
Amnistía Internacional denuncia las inhumanas condiciones de los manicomios de Bulgaria
'A más de 1.100 metros de altura, el psiquiátrico de Radzol (suroeste de Bulgaria) es inaccesible durante el duro invierno búlgaro. Los edificios son lugares destartalados, sucios, peligrosos y sin calefacción. En un dormitorio de 10 metros cuadrados hay 30 camas. El celador justifica que sólo dos de los catres tienen sábanas porque las mujeres estaban enfermas y las ensuciaban. Los colchones están sucios y rotos. Una estufa permanece apagada durante casi todo el día. Las enfermas, descalzas algunas, caminan por senderos helados entre los edificios del centro'. Éste es sólo uno de los muchos relatos que Amnistía Internacional (AI) recoge en su informe sobre psiquiátricos y hogares sociales en Bulgaria, hecho público ayer.
Anteayer, la Comisión Europea abría las puertas a la gran unificación de Europa al aprobar la entrada en la UE de diez países en el año 2004. Dos países, Rumania y Bulgaria, se quedaban fuera y tendrán que aguardar hasta el año 2007 para su ingreso. Turquía ni siquiera tiene fecha. Las razones esgrimidas por Bruselas para dejar fuera a Bulgaria son la aguda corrupción, la condición de los detenidos y 'la penosa situación de los psiquiátricos'. Ayer, Amnistía Internacional resaltaba este último aspecto negativo y denunciaba que en Bulgaria las personas con discapacidad mental sufren graves violaciones de derechos humanos. El trabajo de investigación de la organización pone de manifiesto la existencia de maltrato y otros tratos crueles, inhumanos y degradantes a personas con trastornos mentales o discapacidades de desarrollo. Los pacientes de los hospitales psiquiátricos son internados y sometidos a tratamiento en contra de su voluntad. Viven sedados. Se les somete a terapia electroconvulsiva sin anestesia, lo que les produce fracturas de huesos. Comen sus propias heces. Visten harapos o uniformes del Ejército viejos. Se les aísla de la sociedad porque no se les considera útiles. En muchos casos se les tilda de 'vergüenza'. R. H., residente de un hogar social para adultos: 'En este psiquiátrico no pueden vivir seres humanos. Deberían cerrarlo. Aquí la gente se muere'.
Kostadin K. tenía 37 años cuando, el 5 de enero del año 2001, murió en el hogar social de Radovets (sureste del país). Aunque según los registros murió de 'septicemia causada por la enfermedad de Buerger', su historial clínico no hacía referencia alguna a dicha enfermedad. Indicaba sólo que su salud se había deteriorado el 3 o el 4 de enero. Pero un examen médico realizado días antes, tras haber sido trasladado de otro hogar social cuyas condiciones eran todavía mucho peores, no había revelado que estuviese grave. Aunque el director del centro dijo que daba 'la impresión de estar enfermo y sufrir congelación en las piernas'. 'Cada vez sentía más dolor y no dejaba de pedir que lo atendiera algún médico. Tenía las piernas y los pies muy hinchados. Hacía frío. Mucho frío', relató otro residente en relación a Kostadin K.
En el psiquiátrico de Kardzali, en la sala para mujeres con discapacidad mental grave, existe una sección cerrada con llave. Dentro hay un cuarto de reclusión con una cama de metal sujeta al suelo de cemento, cuyo colchón, roto y húmedo, está lleno de excrementos. Los investigadores de la organización de defensa de los derechos humanos relatan en el informe que cuando pidieron a los cuidadores que hicieran una demostración de cómo se inmovilizaba a un paciente en una cama, un miembro del personal dijo: 'Entonces..., ¿voy por los cinturones?'.
Los niños siguen siendo internados en los hogares sociales como resultado de diagnósticos inadecuados y sin esperanzas de seguimiento ni de reevaluación de su estado, siempre según Amnistía. En algunos casos sencillamente son recluidos porque han sido repudiados por sus familias. 'Soy una idiota, por eso me abandonó mi madre', es la explicación que se da una adolescente para su encierro. Aunque las condiciones materiales de algunas instituciones hayan mejorado, los niños internados en ellas siguen sin recibir cuidados médicos adecuados ni la rehabilitación apropiada. A los más discapacitados se les abandona el día entero en la cama. Sin juguetes, ni actividades organizadas, ni estímulos visuales. Cuando llegan a la edad adulta, como ha podido comprobar Amnistía, estos niños son completamente incapaces de comunicarse con otros o de hacer nada por cuenta propia. 'Los han institucionalizado para el resto de sus vidas', lamenta la organización.
En el hogar social de Dzhurkovo, los 12 niños con discapacidad más grave yacen tumbados en camas, donde no había más que sábanas de plástico. Algunos se habían orinado, prosigue el informe. Pero el caso más grave de todos era el de Vera D., de 13 años de edad, demacrada a causa de una enfermedad hepática terminal. 'Vera agarró las manos de los visitantes y entonces pareció quedarse muy tranquila y complacida con la atención que le estábamos prestando. Su historial contenía un diagnóstico de parálisis cerebral, pero no de dificultades de aprendizaje, por lo que era muy probable que fuera consciente de su estado, pero incapaz de verbalizar sus pensamientos o sentimientos'.
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