Cuchillos
A punta de cuchillo. Así se ha perpetrado el más grave atentado terrorista de la historia del mundo. Como los pandilleros de mi adolescencia, que amenazaban a los niños ricos con una navajilla de Albacete al salir del colegio para trincarles la medalla de oro. Unas cuantas navajas, cortaplumas y cuchillos de fabricación casera han sido suficientes para desviar el rumbo de esos aviones norteamericanos que, irreparablemente, marcarán la derrota de este loco planeta de los simios en los próximos tiempos.
Unos cuantos cuchillos en el aire han sido suficientes. Se trataba de un plan de un relojero complejo, urdido con la minuciosidad y precision de un relojero suizo, es cierto. Pero han sido el cuchillo, la navaja, el cortaplumas afilado o romo quienes han detonado la tragedia, quienes han derribado las altísimas torres gemelas. Los aviones -todos lo hemos podido observar- parecían cuchillos hundiéndose en la carne de los dos gigantescos edificios.
Unos cuantos cuchillos inauguran el terror en el siglo XXI. La era de las telecomunicaciones sigue siendo la era del cuchillo. Mientras haya cuchillos y personas dispuestas, por un Dios o una patria o una idea, a rebanarle el cuello a su vecino o degollar a una azafata rubia de la United Airlines, nadie estará seguro ni habrá escudo antimisiles que valga. Hay chalecos a prueba de bala, pero no a prueba de odio. No hay misiles, me temo, capaces de debelar el fanatismo. Lo sabemos muy bien en estas tierras. La fe mueve montañas y derriba las más altas torres. Ahora mismo millares de personas creen fervientemente que los cuatro pilotos del Apocalipsis que sembraron el pánico y la muerte en EE UU disfrutan de unas merecidas vacaciones eternas entre huríes y fuentes de miel. Héroes y mártires vuelan al Paraíso sin escalas. Dicen que hay cola para cubrir sus puestos. 'Podemos mejorar el mundo o empeorarlo a lo bestia', afirmaba hace poco el filósofo José Antonio Marina. De momento, los norteamericanos desentieran el hacha de sílex. Que Dios o Alá nos coja confesados.
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