El apoyo social a L'Horta aumenta a causa de las crisis alimentarias, dicen los expertos
Sin L'Horta de Valencia hoy no existirían ni el Tribunal de las Aguas, ni la paella, ni los vestidos de las falleras. Sin embargo estos 'tópicos tradicionales más o menos folclóricos' son los que condicionan la percepción de la ciudadanía sobre la huerta, que tiene 'una visión de turista, de visitante del Mercado Central' más que una opinión basada en el conocimiento de la realidad. Para el catedrático Ernest Garcia L'Horta se sigue concibiendo, mayoritariamente, como 'una superficie agrícola de la que se puede vivir bien y que es capaz de generar riqueza, como un espacio cultural diferente del espacio urbano'. Para el labrador que conserva la 'ilusión de huerta opulenta' se mantiene como un referente del pasado, aunque casi nunca existió, o como un deseo impregnado de añoranza sin un proyecto concreto, según los estudios sociológicos realizados por Garcia.
Sin embargo, L'Horta se volvió incompatible con la globalización, lo que ha provocado que este espacio esté al borde de su desaparición en las últimas décadas del siglo XX. Este fenónemo, en opinión de Ernest Garcia, ha provocado una contradicción entre las declaraciones políticas, el contenido de los instrumentos de planificación y el contenido de los seminarios académicos y las condiciones socioeconómicas. El sociólogo afirmó que la situación provoca contradicciones como el hecho de que allí donde hay una comunidad dispuesta a mantener la huerta, como la pedanía de La Punta de Valencia, es la Administración la que se encarga de reprimir con dureza la voluntad de preservar un espacio que dice proteger.
Las crisis alimentarias desatadas a partir de los años noventa han provocado un cambio social procedente de ámbitos diversos. Los movimientos antiglobalización, la demanda de cultivos menos industrializados y medioambientalmente más aceptables han impulsado un cambio en la percepción social sobre las zonas agrarias más próximas a las urbes. En consecuencia, según explicó Reig, en todo el mundo han reaparecido los mercados agrarios locales de labradores, que en el caso de la huerta del área metropolitana de Valencia debería ser más fácil, puesto que no han llegado a desaparecer.
El profesor de Geografía de la Universidad de Provenza Roland Courtot explicó que los cinturones hortícolas en la cuenca mediterránea han mostrado hasta fecha muy reciente una gran resistencia a desaparecer.
'En los medios mediterráneos, los fundamentos hidráulicos de la sociedad de la huerta y la creación de un paisaje rural fuertemente territorializado han dado a estos espacios una permanencia y una resistencia mayor al crecimiento urbano', aseguró Courtot.
Para el profesor de la Universidad de Provenza los escenarios a los que se enfrentan este tipo de espacios agrícolas periurbanos son básicamente tres: la urbanización progresiva y su desaparición; la modernización de los cultivos con explotaciones competitivas, lo que podría acabar también con el paisaje rural tradicional; o el establecimiento de un consenso entre la lógica rural y urbana que permita la actividad de los mismos agricultores de pequeñas explotaciones, jardines familiares y espacios verdes públicos.
Sin embargo, Javier García Gómez, ingeniero agrónomo de la Universidad de Valencia, recalcó que la huerta 'no puede hacerse a expensas de los agricultores' y rechazó que este espacio agrario se pretenda conservar como 'un museo etnográfico o un parque temático de los que proliferan en la actualidad'. García Gómez apeló a la capacidad de los consumidores para defender el sostenimiento de un espacio singular como la huerta y apostó por estimular la educación de los ciudadanos para fomentar un consumo responsable de productos no agresivos con el medio ambiente, cercanos y que permitan la recuperación y el reciclaje.
Por su parte, el paisajista holandés Johan Meeus destacó la importancia que la Unión Eurpea da a las huertas de Valencia, Alicante, Palermo y Campania.
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