Mercado de niños
Admito que la información publicada bajo el título La adopción a la carta irrumpe en Internet (EL PAÍS, 15 de abril de 2001) puede ser relevante y merecedora de un espacio en las páginas de su diario. Se trata de información que supongo veraz sobre una cuestión de indudable interés social y que es susceptible de generar interesantes y complejos debates que afectan a la ética y al derecho. Sin embargo, el tratamiento que en este artículo se hace de la adopción de niños por Internet es, como mínimo, frívolo y carente del más elemental espíritu critico en la descripción de un verdadero mercado de niños. Como si el debate sólo tuviera una dimensión económica, el autor utiliza expresiones muy elocuentes: 'Pueden encontrar en Internet, el gran supermercado, a su niño ideal', 'aparecen las fotos de los niños en oferta', 'como en un catálogo', 'China, uno de los principales viveros de niños para adopción'... Incluso se informa de que un niño de cuatro meses que responde a las iniciales L. A. E. (el autor prefiere dar el nombre completo) cuesta 21.000 dólares y unos cinco meses de espera. En este contexto, Internet es presentado como un magnífico instrumento para flexibilizar un 'mercado' que el autor describe como rígido y burocratizado en Europa. El tono jovial utilizado al lector a adquirir un niño -de las características deseadas- con sólo un par de clics en la Red. Como padre y como persona, creo que es indignante la trivialización que este artículo hace de la paternidad. Pero, sobre todo, no me cabe duda de que es indigno el modo en que se trata a personas (niños) como mercancías. En el mismo número de su diario puedo leer con un tono mucho más crítico: 'Un barco cargado con niños esclavos vaga durante tres semanas por aguas africanas'.
¿Cuánto tiempo navegarán por la Red de redes esos niños del catálogo hasta que la oferta encuentre su demanda? ¿Serán también necesarias 'políticas de oferta' que flexibilicen aún más este mercado? Por favor, no trivialicen.-
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