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La tumba de un precursor de los derechos humanos en América Latina

Arqueólogos nicaragüenses hallan los restos del obispo español Antonio de Valdivielso, asesinado por defender a los indígenas hace 451 años

Cuando cede la lápida de la tercera tumba del Presbiterio de la catedral nicaragüense de León Viejo y el polvo se aposenta el polvo, el grupo de arqueólogos contiene el aliento. Los focos iluminan una blanca osamenta en el interior del nicho. ¿Serán éstos los restos que tan afanosamente han estado buscando durante tanto tiempo? Varios indicios permiten creer que es así: no hay lápida de ladrillo, ni adornos funerarios, ni ataúd, y el brazo derecho descansa sobre el suelo y no sobre el tronco, como era costumbre. Parece que el cuerpo fue enterrado a toda prisa, sin trámites funerarios. Varios análisis confirman las sospechas días después. Son los restos mortales del obispo español fray Antonio de Valdivieso, asesinado hace 451 años por una conspiración de los hacendados hispanos en venganza por sus denuncias de los abusos sobre la población indígena.

El religioso es considerado "el precursor de la defensa de los derechos humanos en el continente y el primer obispo mártir de América Latina", según afirmó el director del Instituto de Cultura Nicaragüense, Clemente Guido, si bien la condición de martirio canónico aún no ha sido reconocida por la Iglesia católica.

Nacido en Villahermosa, Burgos, fray Valdivieso ingresó muy joven en la orden de los dominicos. En 1543 fue nombrado obispo de Nicaragua por el emperador Carlos V, que le confió la misión de hacer cumplir las Leyes Nuevas en la región.

Régimen casi feudal

Estas disposiciones acababan con el régimen casi feudal imperante en el continente al prohibir las encomiendas, las posesiones de tierras y de indígenas como esclavos de los funcionarios de la Corona. La nueva legislación consideraba a los nativos vasallos del rey, es decir, sujetos de derecho.

Un año después, el dominico se embarcaba hacia el nuevo mundo. Su consagración fue celebrada en Chiapas con la participación del obispo de la ciudad y compañero de Valdivieso en la lucha por los derechos de los indígenas, fray Bartolomé de las Casas.

Durante los seis años que median entre su llegada a Nicaragua y su asesinato, escribió 15 cartas al rey informándole de la situación en la región. En varias de ellas relataba como el gobernador Rodrigo de Contreras eludía el cumplimiento de los deseos regios al escriturar sus encomiendas a nombre de su mujer, María Peñazola. Ésta y el hijo de ambos, Hernán, controlaban el tráfico de esclavos hacia Perú y Panamá.

El 26 de febrero de 1550, aprovechando el desorden debido a una revuelta contra la Corona española, Hernán Contreras, heredero en aquel momento de las tres cuartas partes de las encomiendas de Nicaragua, irrumpió en la casa cural de León acompañado del fraile lego y apóstata Pedro Castañeda y el aventurero Juan Bermejo.

Allí encontró a Valdivieso jugando al ajedrez con un compañero de orden. Le propinó varias estocadas y le remató en el suelo con su daga. El asesino huyó y la madre del fallecido, ante la confusión reinante en la ciudad, sólo pudo llevar el cuerpo a la catedral y enterrarlo sin más trámites.

Del olvido al mito

El asesinato quedó impune y el nombre de fray Valdivieso cayó en el olvido y se transformó en mito. La leyenda de un fraile sin cabeza que se aparecía en los caminos leoneses a medianoche perduró en el imaginario colectivo durante siglos.

La vieja ciudad de León, destruida por la erupción del volcán Momotombo en 1610, guarda parte del pasado nicaragüense entre sus ruinas, consideradas Patrimonio Histórico de la Humanidad.

Los arqueólogos del Museo Nacional, bajo la dirección de Edgar Espinoza y Ramiro García, han hallado, junto a la de Valdivieso, otras cuatro tumbas individuales. En su interior descansan los restos de fray Diego Álvarez, fray Francisco de Mandavía y fray Lázaro Carrasco, considerados los fundadores de la Iglesia católica en Nicaragua.

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