'La cultura también puede declararse en peligro de extinción'
Leo Bassi, que ha trabajado durante tres décadas como 'antipodista', ha llegado a Sevilla a demostrar sus dotes de provocador. Su fama le precede. Este italiano, nacido por casualidad en Nueva York en 1952 y que vive en Palma de Mallorca desde 1995, pertenece a la 'aristocracia del circo', es decir a una familia originaria de Florencia que lleva 150 años bajo las lonas. Bassi, que decidió dejar sus números cómicos y de malabarismo cuando el circo comenzó a convertirse en un museo, presentará el próximo día 26 en la capital andaluza La vendetta, su último espectáculo. Dos horas de continuo humor y provocación en las que el actor estará solo en el escenario del centro Territorio de Nuevos Tiempos (TNT), el mismo espacio en el que la próxima semana impartirá un taller para actores.
Pregunta. Usted trabajó en el circo entre los 17 y los 25 años, ¿por qué lo dejó?
Respuesta. Fue el circo el que me abandonó a mí. Yo soy el espíritu del circo. Antes era el espectáculo más grande del mundo, estaba lleno de magia y de energía. Sin embargo, primero el cine y, como remate final, la televisión, se lo cargaron. Ahora se ha convertido en un espectáculo de nostálgicos, para los niños pequeños.
P. Usted ha aparecido una vez por semana durante dos años en el programa de Javier Sardá Crónicas marcianas, ¿repetiría su experiencia televisiva?
R. Desde la televisión no se puede criticar el sistema, no te dejan meterte con las multinacionales como McDonald o la Citroën, que usan la firma de Picasso para uno de sus coches. Se puede vivir muy bien fuera de la televisión. Trabajo en salas con 200 o 300 espectadores, eso quiere decir que podría actuar durante 3 o 4 millones de años antes de darle la vuelta a la población mundial.
P. ¿Para quién hace sus espectáculos?
R. Para las personas que están dispuestas a vivir el acto teatral de forma más intensa. Mi espectador favorito es un chico de 17 años que, en lugar de ver un partido de fútbol, ha elegido mi espectáculo.
P. ¿Detrás del gran provocador se esconde un tímido?
R. Cuando era joven era muy tímido, pero en los últimos años me he convertido en un valiente, yo diría que soy un temerario. No me importa el dolor físico y me da placer ponerme en situaciones arriesgadas.
P. ¿Es ese gusto por el riesgo lo que le impulsa a crear un movimiento en defensa de la cultura?
R. Greenpeace lucha para defender la naturaleza. Yo hago lo mismo pero para defender las ideas, porque puedo vivir sin aire, pero no sin cultura. La cultura también puede declararse en peligro de extinción.
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