Educación, innovación y emprendimiento con sello femenino
Blanca Travesí, Nera González y Nerea Luis son tres de las finalistas de los IV Women Startup Awards con iniciativas que aúnan formación y alcance social


A la hora de hacer su Trabajo de Fin de Grado, Blanca Travesí, una ingeniera biomédica, tuvo la suerte de vivir una experiencia poco común: desarrollar una investigación práctica (en su caso, sobre la calidad del sueño en mujeres con fibromialgia tratadas con estimulación magnética transcraneal) que le permitió trabajar con pacientes y comprobar el impacto real y directo de su esfuerzo. Aquel proceso —más cercano y humano que la mayoría de los trabajos académicos— le hizo pensar en todos los estudiantes que no llegan a aplicar lo aprendido en sus TFG o TFM a un contexto tangible. Si ella había comprobado cómo la investigación universitaria podía mejorar vidas, ¿por qué otros tantos trabajos con potencial acaban siendo olvidados en un cajón cualquiera?
Manuel Docavo, su socio, había pasado por una vivencia parecida con su propio TFG, centrado en el diseño de recambios para bombas de agua en Benín y alargar así la vida útil de los pozos. Algo que les hizo ver a ambos el potencial transformador de los proyectos universitarios cuando se les da la oportunidad de orientarlos a necesidades reales. De esa coincidencia de miradas —la suya y la de Travesí— nació la idea de U4Impact: una plataforma que conecta el talento universitario con empresas, administraciones y fundaciones que buscan soluciones innovadoras para sus retos.
España, recuerdan, es el tercer país de la Unión Europea con más titulados en paro y, al mismo tiempo, casi la mitad de las empresas afirma tener dificultades para encontrar perfiles cualificados. U4Impact nació, precisamente, para reducir esa distancia, transformando los TFG y TFM en proyectos de impacto desarrollados con el acompañamiento de tutores académicos y la implicación directa de quienes necesitan ideas nuevas para superar sus desafíos. Se mueven, sobre todo, entres ámbitos: ingeniería, digitalización e innovación tecnológica; negocios y márketing; y trabajo y educación social.
Hoy, ese impulso inicial se ha convertido en una red que conecta a cientos de jóvenes con organizaciones de todo el país; un recorrido que ha llevado a Travesí a convertirse en una de las finalistas de la IV edición de los Women Startup Awards, que reconocen, como cada año, el talento femenino en el ecosistema emprendedor. “Había muchísimo talento femenino emprendiendo pero muy poca visibilidad. Así que quisimos cambiar esa narrativa creando un espacio de celebración, no solo de denuncia”, cuenta Elena Bienes, su organizadora.
Estos premios —impulsados por la Asociación Española de Startups y la agencia Yellow— nacieron con una vocación clara: la de visibilizar a las mujeres que están liderando el cambio en un sector donde ellas siguen siendo minoría. Porque, aunque el emprendimiento tecnológico español no ha parado de crecer, las cifras muestran de manera innegable una clara desproporción de género en la creación de empresas emergentes; y por eso los premios buscan hacer ruido, abrir camino y construir más referentes para las niñas y jóvenes que vendrán después. “Además, queremos que las historias de las premiadas inspiren de forma continua y sirvan de espejo para otras mujeres”, añade Bienes, convencida de que la visibilidad es el primer paso hacia un cambio estructural.
Emprendimiento con brecha de género
A pesar de los avances, emprender sigue siendo más difícil cuando se es mujer. Lo constatan las cifras —solo un 10% de las startups españolas están fundadas por ellas, según el Mapa del Emprendimiento de South Summit e IE University— y lo confirman las protagonistas: “Faltan referentes y redes de apoyo”, resume Travesí, que recuerda las veces que tuvo que “explicar su modelo de negocio en salas donde aún sorprende ver a una mujer al frente”.
Para Nera González, responsable de Technovation Girls, la raíz está en la educación: “Las niñas crecen pensando que las matemáticas son muy difíciles y que no son para ellas; eso hace que haya menos mujeres en la tecnología y, más adelante, menos líderes”. Y Nerea Luis, cofundadora de Lumi Labs, advierte que el sesgo no desaparece ni siquiera en los entornos más innovadores: “La tecnología no es neutra, y el emprendimiento tampoco. Si los equipos no son diversos, las soluciones tampoco lo serán”. Las tres figuran entre las finalistas de esta edición de los Women Startup Awards, que entregarán sus galardones el próximo 17 de noviembre en los madrileños Teatros Luchana.
María Benjumea, presidenta de South Summit, coincide en que el reto ya no está en el talento, sino en las estructuras que lo contienen: “El ecosistema emprendedor español está evolucionando hacia una mayor diversidad, pero los datos siguen reflejando disparidades”, señalaba en una conversación previa con EL PAÍS. Cree, además, que la igualdad no se logrará con gestos simbólicos, sino con un verdadero cambio de mentalidad: “Hay que normalizar el liderazgo femenino: en las aulas, en los consejos de administración, en la inversión y en la narrativa mediática”. En esa dirección apuntan premios como los Women Startup Awards, concebidos no para crear una categoría aparte, sino para que algún día “ya no sean necesarios porque la igualdad sea, por fin, una realidad”, esgrime Bienes. Y apunta una clara tendencia: “Ahora las grandes empresas, aceleradoras e inversores buscan conscientemente integrar el liderazgo femenino. Falta camino, pero ya no se percibe como un gesto simbólico, sino como una ventaja competitiva real”.
Travesí, González y Luis representan tres maneras distintas de entender el emprendimiento con un mismo hilo conductor: el convencimiento de que la educación puede y debe ser un motor de cambio. Travesí lo ha hecho uniendo universidad y empresa para que los trabajos académicos no se queden en papel mojado; González, despertando vocaciones tecnológicas entre niñas y adolescentes que nunca pensaron verse programando; y Luis, tendiendo puentes entre la inteligencia artificial y las aulas para que la tecnología deje de ser un misterio. Tres trayectorias que demuestran que emprender también puede ser una forma de enseñar.

Trabajos académicos con aplicaciones prácticas
Cuando Travesí habla de U4Impact, lo hace con el orgullo tranquilo de quien ha visto crecer su idea más rápido de lo previsto. Lo que empezó como una intuición personal hoy conecta a miles de estudiantes con organizaciones en busca de soluciones reales. “Los jóvenes no quieren limitarse a hacer prácticas: quieren aportar y sentirse útiles. Y las organizaciones necesitan ese talento fresco para innovar”, explica. La plataforma se ha convertido en un puente donde ambas partes se encuentran: los estudiantes aplican sus conocimientos a proyectos con alcance real; obtienen una buena nota (la media de sus trabajos está ahora en 8,9); y las entidades se benefician de ideas nuevas que puedan terminar adoptando.
El modelo puede ser simple, pero no así su alcance: desde su creación, y gracias a los acuerdos con más de 60 universidades de toda España, U4Impact ha impulsado más de 500 trabajos (entre TFG y TFM) “y se han canalizado más de 150.000 horas de trabajos que aportan a los ODS”, respondiendo a una necesidad concreta distinta en cada caso: reducir el desperdicio alimentario, diseñar sistemas de medición ambiental, mejorar la atención sanitaria o explorar soluciones digitales para la inclusión, entre muchas otras. “Queríamos demostrar que el talento joven no es un recurso a formar, sino una fuerza transformadora en sí misma”, dice Travesí. Su forma de hablar, serena y entusiasta a la vez, revela que detrás de su emprendimiento hay algo más que gestión: una convicción educativa profunda que tiene que ver con su propia experiencia.
“En mis primeros meses, me tocó explicar el proyecto en entornos donde nadie esperaba a una mujer joven liderando una iniciativa de innovación universitaria”, recuerda. Una exposición constante que la obligó a ganar seguridad, pero también a redefinir su papel: no solo como emprendedora, sino como mediadora entre mundos que apenas dialogan. Por eso insiste en que la educación, más que un contexto, es la esencia del proyecto: “U4Impact no solo ayuda a los jóvenes a dar sus primeros pasos laborales; les invita a mirar los problemas desde fuera del aula y a entender que su conocimiento tiene valor si se pone al servicio de los demás”.

Cuando una niña descubre que puede programar
A Nera González le gusta contar que Technovation Girls no enseña a programar, sino a mirar el mundo con otros ojos. Desde Power to Code, la asociación que coordina el programa en España, lidera una iniciativa que cada año reúne a miles de niñas entre 8 y 18 años para diseñar aplicaciones con impacto social, aunque no estén interesadas en el resultado final: “Nuestro producto no son las aplicaciones ni los proyectos, son las niñas”, dice con una sonrisa.
Así, durante 12 semanas, las participantes aprenden a identificar un problema de su entorno y a crear una solución tecnológica en equipo, guiadas siempre por mentoras voluntarias. “Hay que aprender haciendo, y no se puede amar lo que no se conoce”, repite González, convencida de que el primer paso para cerrar la brecha de género en la tecnología es ofrecer experiencias tempranas de descubrimiento y propósito.
La iniciativa, gratuita y abierta a todo tipo de perfiles, ha crecido hasta alcanzar más de 1.500 participantes solo en Madrid. En ella, las niñas abordan temas como la soledad de los mayores o la salud mental, y al hacerlo aprenden mucho más que a programar: “Cuando entienden que la tecnología puede servir para mejorar la vida de los demás, se desata la creatividad”, asegura. Por eso, lo que empieza como un juego se convierte a menudo en una vocación. “Se ven empoderadas para poder usar la tecnología (...), y al año siguiente puede que estén en otros programas, campamentos o becas, y así vemos cómo va germinando la semilla”. En un sector donde apenas el 13% de los profesionales son mujeres, Technovation Girls demuestra que el cambio empieza por el aula —y por una niña que descubre que sí, también puede programar—.

La ética de los algoritmos empieza en el aula
Doctora en Ciencias de la Computación y cofundadora de Lumi Labs, Nerea Luis lleva años intentando que la inteligencia artificial deje de parecer magia. Su empresa desarrolla soluciones de IA con un enfoque ético y pedagógico, colaborando con centros educativos, universidades y organizaciones que buscan entender mejor esta tecnología. “La IA no tiene que ser una caja negra: hay que enseñar cómo funciona para que la gente confíe en ella”, explica. Su visión pasa por una alfabetización digital que no se limite al uso de herramientas, sino que enseñe a pensar: “No se trata solo de usar ChatGPT (o cualquier otro programa), sino de entender qué hay detrás y cómo puede ayudarnos a pensar mejor.”
Luis combina la divulgación con la consultoría y la docencia, y todas sus facetas comparten un hilo común: hacer que la tecnología sea más comprensible, accesible y justa. “La inteligencia artificial no tiene que ser una caja negra: hay que enseñar cómo funciona para que la gente confíe en ella”, advierte. En sus talleres y charlas insiste además en que los futuros profesionales deben aprender a preguntarse por los sesgos, los impactos y las consecuencias de lo que crean: “La alfabetización digital del siglo XXI no consiste solo en programar, sino en entender el impacto que nuestras decisiones tienen en los sistemas que diseñamos”, añade. Y en esa mirada crítica y pedagógica reside la esencia de su proyecto: una inteligencia artificial al servicio de la conciencia y el conocimiento.
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