CONSERVADAS EN ALCOHOL

Göran Bengtsson se aprestaba a pronunciar el clásico skål (salud) sueco con el último sorbo de un tintillo australiano que quedaba en su copa cuando notó que algo extraño asomaba por la superficie del líquido. Para salir de dudas levantó la copa hacia la luz y se llevó la consiguiente poco grata sorpresa al comprobar que lo que asomaba eran las extremidades peludas de una araña de un tamaño, si no respetable, al menos asustante. El brindis quedó en suspenso ante el malestar de toda la familia reunida para la cena. Se trataba de una botella marca Glenloth, procedente del sur de Australia, que había sido adquirida en una de las tiendas estatales de Estocolmo, únicas autorizadas para vender bebidas alcohólicas. La primera queja fue dirigida contra la tienda, que, como reparación, le ofreció una botella de la misma marca, una propuesta que a la familia Bengtsson no le pareció muy brillante y rechazó por unanimidad. La segunda consulta fue al Centro de Información de Envenenamientos, donde el doctor Hans Persson, tras asegurarse de que el consultante no padecía de delírium tremens, dijo que una larga permanencia de la araña podría haber alterado el vino. El Systembolaget, nombre sueco del monopolio del alcohol, abrió una investigación, ya que anteriormente había aparecido otra araña, aunque de menor tamaño, en una botella de vodka Absolut, un sello que es orgullo de la producción sueca de alcoholes.-