El abrazo papal
EL PAPA es una caja de sorpresas. El establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y Libia no sólo es fruto de un interés legítimo de la diplomacia vaticana, sino, a la vez, un sutil subrayado a la actualidad política y a la relación entre Occidente y el mundo islámico. Lo primero que hay que destacar es el parecido entre esta decisión y el estrechamiento de relaciones con la Cuba de Castro. En ambos casos, el Vaticano arrostra con absoluto desparpajo el disgusto de Washington, y en ambos, el abrazo papal es un balón de oxígeno para dos , líderes, Castro y Gaddafi, gravemente . aislados. Es cierto que el interés vaticano por La Habana tiene un carácter, además, pastoral. Cuba fue de la Iglesia y hay en la isla un territorio a reconquistar, en tanto que en Libia el evangelio no es libro de cabecera de las masas.Pero, precisamente por ello, la lectura puramente política es. aún más interesante. La Santa Sede sostiene relaciones con todo el mundo árabe, con la sola excepción de Arabia Saudí, que como Vaticano del islam muestra poco interés en ello, aunque no desdeñe la alianza de hecho contra fenómenos seculares como el aborto. Igualmente está representada en Irán, pese a que es un régimen islamista, aunque no árabe. Libia era, por tanto, una anomalía, y al Vaticano no le gusta la geometría desordenada. A mayor abundamiento, Gaddafi se presenta como baluarte contra la propagación del integrismo musulmán por gracia de su régimen modernista, profundamente islámico, sí, pero que jamás ha aceptado la versión coránica de los ulemas ni la constitución de un clero con poder político en el país.La agilidad con que el Papa mueve pieza en el tablero internacional corre pareja con su inamovible convicción de que en el mundo no hay colores políticos ni alianzas que justifiquen la omisión del modo diplomático. Estar en Trípoli es una forma de probar la verdadera universalidad de la Iglesia de Roma y de que Juan Pablo II, aun envejecido, no considera que se halle próximo el fin de su pontificado.
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