Un Papa ante la muerte

El Papa debería dimitir. El atleta de Dios se ha convertido en el hombre enfermo de la Iglesia, y eso no es bueno para nadie. ( ... ) Karol Wojtyla ( ... ) es, sin duda, un conservador en cuanto a costumbres y gobierno de la Iglesia. ( ... ) Sin embargo, convendría que las declaraciones del Papa no fuesen sistemáticamente deformadas. ( ... ) En casi todos sus discursos, el Papa no deja de recalcar que no serviría de nada haber derribado el materialismo comunista ( ... ) si fuese para capitular sin condiciones ante el materialismo liberal. ( ... ) La izquierda dice a su manera lo mismo que el Papa, pero combate el liberalismo abrazándose a sus prejuicios, a saber, la primacía absoluta del individualismo en detrimento de los valores de la solidaridad. ( ... ) El viejo león está cansado, sin resuello incluso, como lo estaba De Gaulle tras haber superado la prueba de 1968. ( ... ) Sería lamentable que un Juan Pablo II tuviese el final de Franco, o, ante nuestros ojos, de Yeltsin, y que su partida no sea más que glosada por los comunicados cada vez más falsos, cada vez más estúpidos, de su entorno: ¡todo va bien! ¿Qué necesidad tiene el lugarteniente de Dios de morir como un político? Si Juan Pablo II duda es porque se sabe, sin duda, el último Papa de su especie. No puede ignorar que un cierto estilo de discurso y de control está, pase lo que pase, anticuado. En adelante, su persona es un obstáculo a su mensaje. De Gaulle supo entender esto. , 28 de agosto