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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Contra el fuego

LOS INCENDIOS vuelven a arrasar miles de hectáreas de bosque y a sembrar la alarma en nuestro país. Surge la impresión de que poco se puede hacer para impedir que una combinación de accidentes, sequía y calor, imprudencia y crimen siembren fuego, ruina, deforestación y desertización. Inviernos tan secos como estos últimos anunciaban un desastroso verano. El Fuego regresa devastador, como el año pasado, en que calcinó 350.000 hectáreas. Hay nuevos planes contra incendios, ha aumenta do el personal y mejorado el material, pero en definitiva todos esperaban a que una meteorología más benigna fuera el principal factor para paliar la plaga. No hay remedio absoluto ante el fuego. El aumento del número de bomberos y cuerpos forestales, así como una mayor dotación aérea y de utillería, mejora la capacidad de respuesta, pero la verdadera política contra los incendios no ha de ir orientada sólo a disponer de más medios para sofocar fuego, sino a evitar que el bosque esté indefenso ante las llamas.

Un bosque sólo está de verdad vivo si se usa y se cuida. La caída del negocio forestal tiene mucho que ver con el estado de abandono de importantes masas boscosas. No es descartable tampoco el origen doloso en algunos incendios. En éstos casos sólo cabe la. per sección penal y el bloqueo de recalificaciones de terrenos para impedir tentaciones de propietarios. En el resto, ayudaría una consideración fiscal a la lentitud del negocio forestal y nuevos conceptos de silvicultura con alicientes económicos. El uso común del bosque, que lo mantenía limpio, ha dado paso al abandono, que fomenta la extensión del fuego. El mundo rural español está hoy muy despoblado y sus ayuntamientos carecen de recursos para sustituir los trabajos comunitarios de pasadas generaciones por un servicio pagado. Pero igual que es deber de autonomías diputaciones y ayuntamientos mantener las condiciones de seguridad en calles, alcantarillados u otros servicios, debería serlo también la vigilancia del mantenimiento del bosque en unas condiciones mínimas, con cortafuegos limpios, pistas de acceso y un suelo desbrozado.

Por último, hay conductas como tirar colillas encendidas desde los coches y encender fogatas en el campo que multiplican los riesgos de incendio y constituyen un atentado a un bien común que tarda años en reponerse. Por mucho que se vigile, sólo la educación cívica acabará con ellas. Hay que combinar, por tanto, una política preventiva, un buen uso de los bosques, la vigilancia y la precaución -educación- de los ciudadanos. No es demasiado si se compara con los efectos del fuego sobre el medio ambiente. Esto es, sobre la vida de todos.

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