La conmoción del espacio
Afincada en España desde mediados de la pasada década, Christine Boshier, joven escultora inglesa nacida en Londres en 1951, ha logrado suscitar interés desde su primera exposició individual en Madrid, que tuvo lugar, en la ya desaparecida galería de Fernando Vijande, durante 1988. Desde entonces ha seguido exponiendo con puntual regularidad, pero sin rutina, esto es, renovándose y mejorando cada vez.Seguro que el visitante sensible y atento de la recientemente clausurada feria Arco tuvo que fijarse en las hermosas y potentes piezas que Boshier mostraba en el espacio de Antonio Machón, la galería que ahora nuevamente la expone con un conjunto de obras diferentes y, sobre todo, unitario.
C
BoshierGalería Antonio Machón. Conde'de Xlquena, 8. Madrid. Desde el 11 de marzo de 1992.
En esta ocasión se trata de esculturas comparativamente menos monumentales, tanto en el sentido físico del tamaño como en ,su configuración menos cerradamente compacta, pero ello permite apreciar mejor la complejidad del lenguaje y la sensibilidad de su autora, que sigue trabajando a partir de materiales encontrados o de fabricación industrial, como, en especial, el hormigón, al que le saca unas calidades y rendimiento verdaderamente extraordinarios.
Definir espacios
Concepto, imagen, metáfora y sensación se siguen interpenetrando en una obra, que, además de estar referida a las cualidades clásicas de la escultura, busca una definición de los espacios, espacios que para Christine Boshier están articulados por fuerzas, direcciones, tensiones y, en vez de la dialéctica ideal de plenitud y vacío, la de afirmación y negación, o, si se quiere, mejor en su caso, la de afirmación de la negación, que en ella cobra dimensiones seductoras.De esta manera, esa sintaxis, hoy escolar, formulada por R. Krauss acerca del doble negativo como paradigma del nuevo concepto de escultura, a partir del minimal, en Boshier queda animada por un libertinaje, donde el humor, la literalidad del signo y sorprendentes disfunciones confunden hasta desestabilizar erráticamente el lenguaje plástico, que ya no podemos denominar propiamente escultura, y no porque se haya inaugurado un nuevo concepto de la misma, sino porque, a partir de ella, se abre una gran incógnita.
En todo caso, hay una fuerza y una sensibilidad intuitivas en Boshier, que logra momentos de bella elocuencia aún indescifrada, fuertemente emocional y penetrante, conmovedora.
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