Situación denigrante
Al leer en la sección de Opinión, con fecha 1 de diciembre de 1989, el editorial Crecimiento y empleo, me decido, por fin, a escribir a este apartado. En realidad, la carta es más bien breve en relación con la inmensa perplejidad, indignación y, sobre todo, la impotencia que mi profesión de cursillista me produce.En el año 1985 acabé FP-2 como técnico especialista de laboratorio. Previamente había obtenido el título de auxiliar de clínica cuando finalicé los estudios de FP-I.
Me inscribí en las listas de contratos con opción a plaza del Insalud en las dos especialidades mencionadas, obteniendo una determinada puntuación, según baremo aplicado a cada una de ellas.
En estos baremos se incluye una serie de cursillos, cada uno con su corre9pondiente puntuación, que, exceptuando los impartidos por el Inem, Valen su precio en oro. Hasta el momento, he invertido en mi puesto de trabajo más de 100.000 pesetas (sólo en lo que se refiere a auxiliar de clínica), sin contar dietas (gasolina, comida, etcétera), ya que no siempre se realizan en la ciudad de residencia o alrededores.
Como curiosidad, diré que el último cursillo al que asisto se encuentra a 150 kilómetros de distancia de donde vivo. Algo excesivo si tenemos en cuenta que desde que empecé ésta travesía sólo he conseguido en el año 1988 un contrato por tres meses de trabajo durante las vacaciones de verano.
Podría extenderme mucho más sobre el particular: escasa formación obtenida, situaciones humillantes; en fin, el hecho mismo de tener que pagar hoy para trabajar mañana precariamente ya es de por sí irracional. Porque una cosa son los cursos de reciclaje y otra bien distinta los de meritaje.- Inmaculada Cabrera.
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