Los pueblos indios desentierran el hacha de guerra
Desentierran, en cierta forma, el hacha de guerra para denunciar la exterminación de algunas razas por parte de los colonizadores europeos, españoles, primero, y de todos los demás rincones de Europa después.La pequeña ciudad de Regina, en la provincia canadiense de Saskatchewan, aglutinó a unas 2.000 representaciones de unas doscientas naciones autóctonas, cuyos nombres no figuran en los mapas actuales. Siux, esquimales, cree, hurones, miskitos, lapones, aborígenes, senca, mescalero, mapuche, papago, yuil y tantos y tantos otros nombres de cuyas culturas y tradiciones el hombre blanco sólo ha dejado algunos vestigios de folklore.
Pero los pueblos autóctonos no quieren morir. Unen, por vez primera en la historia, sus esfuerzos para que sus reivindicaciones se oigan. Amenazan con no contener eventuales acciones violentas si los gobiernos oficiales no escuchan sus reclamaciones históricas. La Asamblea Mundial de las Naciones Autóctonas "pide el derecho a la autodeterminación y espera elevar su pretensiones políticas y territoriales hasta el foro de la Asamblea de las Naciones Unidas".
Indios banqueros, al lado de indios guerrilleros. Indios con trajes guerreros de típicas plumas, junto a indios vestidos con impecables trajes de hombres de negocios. Indios viejos fumando solemnemente la pipa de la paz, mientras indios jóvenes llenaban las discotecas de Regina. Tal fue, durante esta semana, el contraste vivo en tan insólita reunión.
Los poderes políticos oficiales se mantuvieron un tanto al margen, a pesar de la alocución del ministro canadiense para Asuntos Indios. El apoyo oficial fue mínimo. La población local de Regina ignoró la peculiar convención que se desarrolló en su localidad.
Indio rico, indio pobre
"Hay doscientos millones de indios bajo un Gobierno colonial", dijo Joe de la Cruz, presidente del Congreso Nacional de Indios Americanos. Doscientos millones de indios, minoritarios en países ricos, como Estados Unidos y Canadá, mayoritarios en países subdesarrollados como casi todos los del hemisferio suramericano.
"Los problemas son comunes", dice Sol Sandersoni, presidente de la convención de Regina y jefe de la tribu de los cree, mayoritaria en la provincia del medioeste cana diense. "La contracción de las reservas, la explotación de nuestros recursos naturales, la ausencia de políticas de nutrición y sanidad, los escasos recursos económicos, son temas análogos pira todos los pueblos indios de América".
Aunque globalmente cierto, la realidad impone marcadas diferencias. En Estados Unidos, por ejemplo, Allan Parker, director del Indian Bank, generador de negocios para las comunidades indias.
En Nuevo México, los apaches jicarillas gravan un impuesto por cada barril de petróleo que una compañía extrae del territorio bajo control de sus reservas. Principio definido en la asamblea de Regina como "un principio de soberanía, que'pronto los indios canadienses y de otras partes de Estados Unidos podrían aplicar.
Son hechos que, aunque aislados, demuestran la capacidad de adaptación de las naciones indias a la sociedad moderna que se les impuso.
Drama en Centroaméríca
Estos fenómenos, válidos en naciones del norte de América, son irreproducibles en países de centro y Suramérica. "La situación es dramática en Centroamérica, Guatemala en particular, y en Brasil, Bolivia, Colombia, Paraguay y Chile. Queremos aportar nuestra ayuda a los hermanos del Sur", dice Anderson Sanderson.
Otro jefe indio canadiense, Max Groslouis, desmitifica, el que haya indios "ricos" o indios "pobres": "Hay varias maneras de exterminar. Los fusiles de ayer se han convertido en sutiles presiones económicas. No es cierto que haya diferencias de opresión entre los indios del Norte o el Sur, aunque los condicionantes sean distintos".
Groslouis, jefe de la tribu de los hurones, del Quebec (Canadá), tiene un gobierno de emigrantes y afirma: "El país nos pertenece y, como mínimo, si estos extranjeros siguen utilizando nuestro territorio, al menos deben pagar un alquiler".
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