Las soluciones milagrosas
Los políticos propenden a buscar soluciones milagrosas y, al cabo de un cierto tiempo de permanencia en el cargo, hasta se les pone cara de milagreros contumaces; observe el lector la hierática faz de los ministros crónicos y podrá colegir por sí mismo cuán cierto es lo que le digo.Antes, en los pueblos, había siempre un tonto tomando el sol en la galería de su casa, un tonto al que se le veía en la cara que iba a empezar a hacer milagros de un momento a otro y sin que nadie fuera capaz de evitarlo; el arte de hacer milagros incluso históricos no es dificil y suele ser bastante el aportar un poco de entusiasmo y algo más de fe, ya que la inteligencia no interviene en este complejo proceso. Estos tontos mágicos y utilísimos solían moverse con mucha dificultad pero, de haber tenido locomoción más ágil y autónoma, hubieran podido prestar servicios muy señalados a los políticos de la, capital y, en consecuencia, a la patria afligida por el histórico zascandileo de los próceres.
El afán milagroso de los políticos crece y prospera con lozanía en los suspiradores ambientes -el español, por ejemplo- en los que el milagro no sólo se admite y se observa sino que se propicia y aun se suplica. Pedir el milagro como la limosna -por amor de Dios y para ayuda de un panecillo- es muestra de muy graves desequilibrios psicopolíticos. Pero la historia está poblada de fantasmas capaces de los más heroicos despropósitos y ahí radica el peligro, porque el apóstol Santiago gana batallas a la morisma pero no sabe llevar con buen sentido las conversaciones con la Comunidad Económica Europea.
En España sobran milagros y criadores de tontos milagrosos. Nada, ni aun la casualidad, es nunca casual.
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