Björn Borg: “Tuve que lidiar yo solo con todo y me equivoqué. Pero sobreviví”
El legendario tenista sueco, gran enigma de la raqueta, reflexiona en EL PAÍS sobre una carrera de extremos: de lo extraordinario a las drogas. Lo plasma en ‘Latidos’


Björn Borg (Estocolmo, 69 años) y su agente Linda capean con suma paciencia los problemas técnicos del entrevistador hasta que, por fin, el micrófono funciona tras diez minutos de pruebas y ella da luz verde a la charla. Son las diez y media de la mañana. Al otro lado de la pantalla, la luz nórdica golpea con elegancia el rostro casi septuagenario de uno de los mejores tenistas de todos los tiempos; con toda probabilidad, el más misterioso.
Después de toda una vida de hermetismo, encierro interior y blindaje emocional, el sueco —IceBorg, en el juego de palabras entre el hielo y su apellido— se abre y responde: después de todo, ¿quién es este hombre y por qué actuó como actuó? De sobras conocidos los hechos: ganó cinco Wimbledon seguidos, seis Roland Garros (cuatro sucesivos) y a los 26, convertido ya en un icono pop y una estrella futurista, de impacto internacional, se retiró. De la noche a la mañana. Todo lo demás, puro enigma.
En su rostro se adivina todavía timidez y pese a lo extraordinario de su vida, habla desde la humildad. Luce unas gafas de montura metálica y su voz se rasga conforme se extiende la conversación, una penitencia en voz alta. En cualquier caso, dice que después de todo se ha reconciliado consigo mismo. Y así es, transmite paz. El “agresivo” cáncer de próstata detectado en 2023 no ha podido con él. Ha plasmado fabulosamente su viaje deportivo y vital (glorioso y crudo a la vez) en Latidos (Alianza Editorial), la autobiografía escrita de puño y letra por su esposa.
Pregunta. Cuando era tenista, las entrevistas eran un engorro para usted. ¿Se siente ahora más cómodo?
Respuesta. En realidad, siempre me he sentido cómodo con los periodistas, eso nunca ha sido un problema. Pero cuando jugaba al tenis profesional, nunca me dejaban en paz. Ese era el problema. Daba igual dónde estuviera, en un hotel o un restaurante: siempre había fotógrafos y gente por todas partes, y yo quería privacidad. Ahora bien, nunca, nunca [enfatiza] tuve ningún problema con ellos.
P. Siempre ha sido un enigma. ¿Qué siente después de haberse abierto tanto? ¿Alivio? ¿Ha disfrutado del proceso?
R. En los noventa recibí muchas ofertas de Inglaterra y Estados Unidos para escribir un libro, pero dije que no, porque no estaba preparado. Y la razón por la que dije que no estaba preparado es que no me siento cómodo sentándome frente a otra persona. Podría ser un gran autor, podría ser un gran periodista al que nunca he conocido, e íbamos a pasar mucho tiempo juntos. No me siento cómodo con eso. Volvían todos los años con las ofertas y me preguntaban: ¿Has cambiado de opinión? Y no había cambiado. Pero, en el fondo, quería escribir un libro para contar mi historia porque me han pasado muchas cosas en la vida.
Tenía solo 26 años y entonces no existía la ayuda de ahora. Me arrepiento de haberme retirado así”
P. Al final, nada de periodistas. La autora es su mujer.
R. Ella [Patricia Östfeldt, tercer matrimonio] es muy estudiosa, muy buena; lee y escribe mucho, sobre todo ensayos. Así que una noche salimos a cenar y le dije: ‘¿Qué tal si escribes un libro sobre mí?’. Al día siguiente aceptó. Me conoce muy bien y llevamos 25 años juntos; ha viajado conmigo y conoce el tenis, a los jugadores, mis sentimientos... Lo sabe todo. Así que era la opción perfecta.
P. Interesante título, Latidos. ¿Ha estado cerca de la muerte?
R. Sí, un par de veces estuve muy cerca. Una en Milán [sobredosis de tranquilizantes, en 1989] y la otra en Holanda [alcohol, drogas y pastillas a mediados de los noventa]. Pasé por períodos oscuros en los ochenta, fue duro porque tenía que lidiar con todo. Cuando me retiré ni siquiera tenía 26 años, pero me dije: ‘Me alejo del tenis’. No tenía motivación para seguir jugando, ya no me divertía. Pero lo que más lamento es haber dejado el tenis por completo. Tenía muchos amigos en todo el mundo y no tenía por qué dejarlos, pero lo hice; tenía muchos contactos y podía ir a los torneos, pero también dejé eso. Empecé una vida completamente nueva, sin nada que ver con el tenis. Y me arrepiento mucho de ello.

P. A partir de ahí llegaron las drogas, ¿no es así?
R. Empecé a consumirlas y todo se hizo muy difícil. Pasé muchos años oscuros en mi vida. La cuestión es que tuve que resolver esas cosas por mí mismo. Para sobrevivir, fui muy fuerte mentalmente. Ya lo era como tenista, pero para seguir vivo no fue fácil. Al final, pensé que tenía que hacer algo para volver a vivir, porque la vida es demasiado preciosa y yo quiero vivir. Por eso tomé la decisión de volver a Montecarlo [donde ya había residido durante su etapa profesional] en 1991. No es que quisiera volver a jugar al tenis, pero necesitaba un horario, hacer algo a diario; si no lo hubiera hecho, no creo que usted y yo estuviéramos aquí hoy sentados hablando. Nadie sabía exactamente por qué volví al tenis, pero a partir de ahí, poco a poco, empecé a recuperar mi vida como persona. Me alegro de haberlo hecho.
P. Entonces, ¿se considera básicamente un superviviente?
R. Tomé el camino equivocado: en vez de ir hacia la derecha, giré a la izquierda. Y me arrepiento mucho de ello. Pero estoy contento de haber podido rectificar y de haber vuelto al tenis para tener una rutina. Me fui a Londres, a entrenar, para sentir que volvía a la normalidad, a pesar de que entonces ya no jugaba muy bien. Llevaba cinco años sin coger una raqueta, pero aun así me dije a mí mismo que esa [ser competitivo] no era la razón por la que volvía a jugar, sino para sentirme otra vez vivo.
P. Dice que hay dos Borgs, que es como Dr. Jekyll y Mr. Hyde. ¿Ha sido usted su peor enemigo?
R. Efectivamente, esa dualidad ha sido mi peor enemiga: controlarme a mí mismo. Soy Géminis, nací el 6 de junio, y en la representación de ese símbolo hay unos gemelos. Uno duerme y el otro sale, e intenta destruirse a sí mismo. Es un muy buen ejemplo de cómo era mi personalidad. Pero ya no. Quiero decir, la última vez que salí de fiesta fue hace 26 años, así que he sido feliz durante muchos años. ¿Por qué tomé esas decisiones tan estúpidas en aquel momento? Esos años oscuros, con todos esos demonios que tenía dentro, fueron terribles. Pero sobreviví, lo gestioné. Lo conseguí. Y eso me dio mucha satisfacción. Pero tengo que vivir con eso y a veces pienso sobre ello, de ahí esto del libro. Eso sí, al publicarlo me siento mucho mejor.
Había fotógrafos y gente por todas partes, no podía salir a ningún sitio. Y me decía: ‘¿Va a ser mi vida así?”
P. ¿Era muy maniático o más bien perfeccionista? ¿O quizá ambas cosas?
R. Creo que hay que ser un poco de todo para ser perfecto. Quiero que todo sea perfecto, día tras día. Entonces me siento completo. Como tenista, cuando te levantas por la mañana, quieres que todo sea perfecto. Sabes lo que tienes que hacer, tienes tu horario y haces las cosas de la manera perfecta. Los días que no juegas sales a entrenar, y si no lo haces bien en los entrenamientos, te enfadas. No estás satisfecho. Si no era así, eso podía arruinarme todo el día; sin embargo, si te salen las cosas, te sientes bien contigo mismo.
P. Cuenta que tenía un ego enorme. ¿Ha aprendido definitivamente a lidiar con él?
R. Siempre hay que lidiar con uno mismo, con lo que te gusta y lo que no te gusta en la vida. Lo más importante es el equilibrio. Mi vida era el tenis, entrenar, comer, dormir... Y disfruté de eso durante muchos años. Era muy profesional en lo que hacía. Después, con 26, lo dejé. ¿Fue la decisión correcta? En ese momento así me lo parecía, pero si mira a los jugadores de hoy día, o desde hace muchos años, tienen un equipo y a mucha gente a su alrededor. Si se levantan por la mañana y no se sienten bien, hay alguien ahí para decirles qué hacer y qué no hacer. Si algo va mal, les ayudan. Pero yo no tenía eso. Fui el primero en tener un entrenador, pero si hubiera tenido un equipo antes de tomar la decisión, quizá me hubieran dicho: ‘Tómate tres meses, descansa y haz lo que quieras. Y luego quizá te sientas más cómodo y feliz, y tal vez cambies de opinión y vuelvas’. Pero yo estaba solo, no tenía ayuda. Y me preguntaba: ‘¿Quién soy?’.

P. Perdido en el mundo…
R. No estaba perdido en el mundo, pero era muy joven. Siempre estaba rodeado de gente y de fotógrafos, y entonces no existía la seguridad. Nada. Así que tenía que lidiar yo solo con todo. Al final, iba a las pistas, jugaba, volvía al hotel, me quedaba en la habitación y pedía el servicio de habitaciones... Es decir, no podía ir a ningún sitio. Al principio es divertido, pero año tras año, se hace duro no poder moverte a ningún lado e iba preguntándome: ‘¿Acaso va a ser así mi vida durante los 10 o 15 próximos años, si no más?’.
P. En el libro emplea términos tan fuertes como pánico o claustrofobia. ¿Tan opresiva llegó a ser la situación?
R. Fue muy, muy, muy difícil en ese sentido. Tenía un entrenador muy bueno, Lennart Bergerlin, que era casi como un segundo padre para mí, así que viajar con él era genial; sin embargo, en términos psicológicos, no tenía la ayuda que sí reciben los jugadores hoy día. Tienen mucha ayuda, y eso es bueno. Necesitamos esa ayuda. Digo ‘necesitamos’ porque, como tenistas, todos la necesitamos. El estrés psicológico es muy elevado. El tenis es un deporte duro y pasas por muchas cosas.
| FIGURAS (ERA ABIERTA) | GRANDES GANADOS A LOS 26 AÑOS | TOTAL |
|---|---|---|
| Roger Federer (SUI) | 13 | 20 |
| Rafael Nadal (ESP) Björn Borg (SUE) | 11 | 22 11 |
| Pete Sampras (EE UU) | 8 | 14 |
| Novak Djokovic (SER) Mats Wilander (SUE) John McEnroe (EE UU) | 7 | 24 7 7 |
| *Carlos Alcaraz (22 / ESP) Stefan Edberg (SUE) Ivan Lendl (RCH / EE UU) | 6 | 6 6 8 |
| Boris Becker (ALE) | 5 | 6 |
| *Jannik Sinner (24 / ITA) Jimmy Connors (EE UU) | 4 | 4 8 |
| Andre Agassi (EE UU) | 3 | 8 |
P. Usted era como una estrella del rock. ¿Lo sentía así?
R. A principios de los años 70, especialmente en 1973, llegué a Wimbledon y vi a todas esas chicas. A partir de ahí, todo cambió. Algo ocurrió en el tenis. Antes de eso había grandes jugadores, pero era más bien un deporte clásico. Desde ese instante algo cambió y creo que fue bueno para el tenis; se convirtió en algo diferente de lo que solía ser. Los jugadores, por ejemplo, teníamos personalidades muy diferentes, buenas y malas, así que la gente podía identificarse con unos u otros. Creo que fue bueno para el deporte que sucediera algo así. Nos convertimos en algo más, ya no éramos solo tenistas; quizá eso, estrellas del rock… Aunque nadie es más grande que el tenis en sí.
Sinner es más agresivo desde el fondo, pero Alcaraz tiene mano y sabe hacer muchas cosas con la pelota”
P. Manolo Orantes opina que usted fue el primer deportista moderno. ¿Lo considera así?
R. Creo que todos lo somos. Manolo es un muy buen amigo, jugamos muchos partidos y de mucho nivel. Es una persona encantadora, así que, si él lo expresa así, me hace feliz. Formé parte de una forma diferente de vivir el tenis. Jugué de una manera diferente y, quizá suene loco, no lo sé, pero fui importante para este deporte en general. Ayudé a que creciera y eso me enorgullece. Hoy día es uno de los más importantes del mundo y esperamos que siga siéndolo durante muchos años.
P. En términos técnicos y estratégicos, también fue un revolucionario. Sembró conceptos de la actualidad. ¿Se considera el gran pionero?
R. Creo que, si comparamos nuestra generación con la actual, la gran diferencia es que ahora los jugadores golpean la pelota con mucha más fuerza. Esa es la forma más fácil de explicarlo. Pero creo que, si nos fijamos en los tenistas de hoy día, todavía vemos a muchos que compiten desde el fondo de la pista, aunque son muy agresivos. Me encanta, por ejemplo, ver jugar a Sinner y Alcaraz.

P. Son tan buenos, que prácticamente se han quedado solos.
R. Son los dos mejores del mundo. El tenis que practican es increíble. Los partidos que disputan son increíbles. A Sinner le gusta ser un poco más agresivo, pero Carlos también puede serlo. A Jannik le gusta atacar desde el fondo, pero Alcaraz tiene buenas muñecas, buena mano; puede hacer muchas cosas con la pelota. Por eso me gusta tanto verlos jugar.
P. En el libro alude con frecuencia a la música. ¿Qué estilo asociaría a su tenis? Se supone que John McEnroe era el rock’n’rollero...
R. No lo sé, me gusta todo tipo de música, escucho todo tipo de canciones. Tal vez pueda sonar a viejo, pero me gusta la de los setenta y los ochenta; quizá sea porque esa fue la mejor época de mi vida, cuando jugaba al tenis. Me lo pasaba muy bien.
Para elegir el tenis, creo que hay que ser un poco egoísta. Ganes o pierdas, al final tú lo haces todo
P. Le sacó chispas al Studio 54, el popular garito de Nueva York. Allí se reunía con todo tipo de celebridades como Liza Minnelli, Andy Warhol [rechazó que le retratase], Grace Jones o Mick Jagger y su esposa Bianca. ¿Tan extraordinarias eran aquellas fiestas?
R. Ya sabe, ¡qué ambiente tan increíble! Durante cinco años tuve una casa en Long Island, en Sands Point. Y de vez en cuando iba al club, pero solo por ir… La gente pensaba: ‘Oh, pasas mucho tiempo ahí’. Pero en realidad no era para tanto. Estaba muy centrado en el tenis para ser el mejor.
P. Eligió el tenis, pero bien pudo ser el hockey. ¿Por qué?
R. Me gustan mucho los deportes de equipo, son geniales. Por ejemplo, me gustaba mucho jugar la Copa Davis y de no haber sido tenista, probablemente hubiera sido jugador de hockey hielo, sin duda. Ahora bien, ¿bueno o malo? No lo sé… Para elegir el tenis, creo que hay que ser un poco egoísta. Estás tú solo en un pista y ganas o pierdes, pero lo haces por ti mismo. Porque solo tú lo has hecho. Cuando ganas partidos, ganas torneos o lo que sea… Todo lo hice yo mismo. Creo que, en cierto modo, todas las personas que eligen este tipo de deportes individuales son un poco egoístas. Y creo que por eso escogí el tenis.
P. ¿Se ha replanteado muchas veces hasta dónde hubiera llegado en el caso de haber continuado compitiendo?
R. Honestamente, unas cuantas. No lo sé... Pero, ¿quién sabe?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Más información
Archivado En
Últimas noticias
Pokrovsk y Kupiansk, las batallas en las que Ucrania se juega más que dos ciudades
Un tiroteo masivo en Brown, un físico nuclear y la pista de Reddit: fuga y captura de Claudio Neves Valente
La generación que fue víctima de la dictadura de Pinochet, desolada ante el triunfo de Kast en Chile
Los jueces del Tribunal Penal Internacional se rebelan ante las sanciones de Trump: “No hay que ceder”
Lo más visto
- Uno de los promotores de la señal V-16 de tráfico: “Es duro oír el testimonio de víctimas que han sufrido amputaciones al poner los triángulos”
- Más de 40 congresistas demócratas piden por carta a Trump que cese en sus “intentos de socavar la democracia en Brasil”
- Cae una organización que enviaba camiones cargados de cocaína desde Marbella hasta varios países europeos
- La policía registra varios domicilios y las oficinas de la ministra francesa Rachida Dati por otro presunto caso de corrupción
- Manuel Castells, sociólogo: “El mundo está en un proceso de autodestrucción”






























































