España topa con la ‘campeonissima’ Italia, adueñada de la Copa Davis
Las derrotas de Carreño (6-3 y 6-4 ante Berrettini) y Munar (1-6, 7-6(5) y 7-5 contra Cobolli) coronan por tercera vez seguida a la anfitriona, hoy absoluta dominadora


Flavio Cobolli, brazos en cruz, sacude Bolonia: él, el mismo que dos noches atrás las pasó canutas contra un belga y al final lo salvó, se erige otra vez como autor entre sudores. Quedará su firma. Quién lo hubiera dicho, pero así funciona esta Copa Davis de hoy, más propicia para los jornaleros que para las figuras. Era la España del Pueblo contra la Unidad B de Italia, punto en común, y en esas prevaleció la reacción del chico de Florencia ante el enérgico Jaume Munar, impositivo hasta que momentáneamente regresó a otra maldita realidad. Se ensució el juego. Mal momento. 1-6, 7-6(5) y 7-5, en 2h 56m. Antes había caído Pablo Carreño contra Matteo Berrettini por 6-3 y 6-4 (en 1h 17m). Italia, pues, lo celebra como campeonissima.
Más allá de los petrodólares saudíes, el tenis de hoy se mueve al dictado del país transalpino, ganador de las tres últimas ediciones y epicentro en los resultados: chicos y chicas, da igual. Retumba el Il Canto degli Italiani. Desafío mayor esta vez, sin el liderazgo de Jannik Sinner. E idéntica circunstancia para esta España de mono azul, arremangada y privada de Carlos Alcaraz, igualmente competitiva. Bravo también por ella. Dio el callo el equipo de David Ferrer de inicio a fin, de febrero a noviembre, pero en el último episodio pesó la jerarquía actual de los italianos, ahora con cuatro Ensaladeras, dos menos que los españoles. Caprichosa ella, la historia señala a un héroe de 23 años y 22º del mundo, aunque todavía en formación. Primero temblores, luego éxtasis.
Si los rostros hablan, el de Cobolli lo decía todo en los primeros compases, angustiado y muscularmente agarrotado. Todo lo contrario que el de Munar, un tenista desencorsetado al que hoy día es difícil igualar en términos de optimismo. Juega el balear (o así lo dice él) como si le hubiese tocado la lotería y venciendo retos, y se refleja la confianza en ese ímpetu y esas carreras a todo gas por la pista, una tras otra, infatigable. Motorizado. El uno tardó casi una hora en entrar en el partido, mientras que el otro cogió las riendas y se zambulló en el ritmo. Un primer set impecable. Más y más sufrimiento para Cobolli, aún verde, aunque finalmente le sonó el despertador. Llegó el equilibrio.

“Forza, Ragazzo!”. Y ahí que reaccionó él, por fin, decían los suyos, arengándole desde el costado y agradeciendo el despertar. De repente, otra historia; de tú a tú, sin bajar el pistón el español y entonado el italiano. Frente a la cadencia, el productivo efecto de la derecha invertida. Y una muralla. Se esfumaban las opciones de rotura —una de 13 hasta el desempate del segundo parcial—, pero Cobolli no desesperaba. No es mala virtud. Tras los tres intentos previos al tie-break, atinó a la séptima bola y emocionalmente, el duelo fue virando. Se mantenía Munar, pero crecía el otro. Peligro. Y se produjo el resbalón. Niebla con 5-5 y otra rúbrica del héroe inesperado.
Un ‘hombre Davis’
Previamente, Carreño se topó con ese Berrettini fino, estiloso y delicado a la hora de cortar y variar alturas. Nada fácil mover esos 95 kilos con semejante gracilidad, tampoco ese desempeño con el revés ni lo inquebrantable de ese servicio. Puerta cerrada a cal y canto. Verle desplazarse al italiano sugiere un inmediato qué hubiera sido de, pero las lesiones se anclaron con fuerza en su camino y todo se torció. Lo tantas veces contado. Finalista en Wimbledon en 2021 y próximo entonces a la cúspide, tobillo y hombro frenaron de cuajo una proyección maravillosa. Aun así, su categoría le permite brindis como este de Bolonia y él lo goza: aquí estaba la felicidad. Tabla de salvación.
A falta de gloria individual, la Davis como fuente de alegrías. Son ya 11 victorias sucesivas, muy golosa esta última que saborea en casa. Los acordes del himno italiano y el canto a capella multiplicaron al romano, a gusto en un hábitat de doble lectura, según personalidades: a unos los dispara, a otros los consume. Vibraba la estructura metálica de la grada. En su caso, sin rastro alguno de presión, sino todo lo contrario. Alas desde el principio y mucha decisión. “¡Berre-Berre!”. 13 aces, un 83% de primeros. ¡Ma-te-o!”. El público encendido y enfrente, Carreño perdía la chispa del día anterior contra Jan-Lennard Struff. En ningún instante ofreció el asturiano la sensación de que podía hincarle el diente.

Restar y bolas dentro, a enredar. Ese era el plan. Sin embargo, el italiano (29 años y 56º del mundo) se desenvuelve como pez en el agua en una competición para almas aguerridas. Tiene personalidad Berrettini y disfruta navegando en aguas revueltas, sin olvidar ese brazo que martillea desde las alturas y esa bola que vuela profunda. Lee bien los peloteos. Sin poder entrar en la pista, el asturiano no logró dar con la rendija y una vez entregado el saque, al séptimo juego, se quedó un rato enfrascado en el error. Escapó, pero para cuando quiso recuperar el terreno perdido, el local ya lo festejaba. Incontestable Berrettini: 12 triunfos en 14 compromisos individuales. Quizá este sea su lugar.
Hoy por hoy, también el de Italia, dominadora absoluta del momento. Sigue extendiendo brazos y tentáculos, al mismo tiempo que se reconoce el más que meritorio trazado completado por el equipo de Ferrer, terco y convencido, reivindicativo y pujante. Lo intentó hasta el final, con fe, sin escatimar. En tiempos de binomio y de culto al individualismo, Alcaraz-Sinner y Sinner-Alcaraz, bien valga su recorrido para ensalzamiento de los secundarios. Aires refrescantes como colofón a la temporada. Nadie contaba con ellos, pero estuvieron cerca. Un sueño real hasta que se interpuso la gran potencia actual, vencedora en Bolonia. Italia, tres veces Italia.
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