La mejor propaganda para nuestro deporte: ¡Qué final!
Fue una de las mejores de la historia y tuvo muchas similitudes con la de Wimbledon entre Rafael y Federer, en 2008. Tanto el tenis como ellos mismos necesitaban un encuentro así


¡Qué final la del domingo en Roland Garros! No encuentro palabras para describirlo. No quiero pensar, porque me lo puedo imaginar, lo mal que lo pasaron los familiares y los equipos de Carlos Alcaraz y Jannik Sinner. Fue una de esas ocasiones en las que lo más humano es lamentar que los dos tenistas no pudieran compartir ex aequo el trofeo. El del domingo fue su primer enfrentamiento en una final del Grand Slam y en disputa no solo estaba levantar la Copa de los Mosqueteros, sino también dar un paso más en su lucha por dilucidar quien de los dos será el que logre anotarse más títulos en este tipo de torneos. De momento, el jugador español domina por cinco a tres.
El encuentro superó sobradamente las expectativas que había levantado. Sin duda asistimos a un partido épico y a uno de los mejores de la historia. Los dos contendientes se batieron durante casi seis horas en una encarnizada batalla en la que se vieron forzados a ofrecer prácticamente en todo momento su mejor versión. Los dos se prodigaron menos en sus subidas a la red y se decidieron por jugar desde el fondo de la pista, imprimiendo en cada uno de sus tiros una gran intensidad.
El partido tuvo momentos de un nivel altísimo, alternancia en el marcador y emoción hasta el final. Siendo cierto que cualquiera de los dos hubiera podido ganar el encuentro y que en esta ocasión la fortuna se alió un poco más con el jugador de Murcia, también lo es que Carlos demostró, una vez más, su coraje, su capacidad de lucha, el excelso competidor que es y cómo sabe controlar sus emociones en los momentos decisivos. Consiguió elevar su juego cuando todo estaba en su contra y no perdió la concentración en ningún momento.
Aunque Sinner llegara a la final sin haber cedido ningún set, a mi parecer el español era el favorito. Sus golpes con mayor efecto y superior potencia se adaptan mejor a la tierra batida. Contábamos, además, con el precedente de sus enfrentamientos previos que Carlos dominaba por siete victorias a cuatro.
La derrota del transalpino es indudablemente de las que duelen; no cabe duda de que la va a recordar amargamente durante mucho tiempo. El italiano dispuso de tres pelotas de partido tras adelantarse por 5-3 y 0-40 en el cuarto set. El partido parecía decidido, pero en aquel momento sus nervios le traicionaron, jugó con algo de precipitación y Carlos, haciendo gala de una gran decisión, supo equilibrar el marcador.
Tanto uno como el otro demostraron ampliamente por qué son los dos mejores jugadores del planeta. Además de atesorar un repertorio de golpes casi inigualable marcan la diferencia también en su ejemplar actitud. Ninguno de los dos se descompuso cuando la situación le era adversa. Carlos siguió luchando con el mismo empeño cuando el partido estaba claramente decantado a favor de su rival y este, pese a desperdiciar muchas oportunidades a lo largo del partido, hizo lo propio en el quinto set.

La final tuvo muchas similitudes con la que jugaron en Wimbledon, en 2008, Roger Federer y Rafael. A partir de ese día se dimensionaron mucho más nuestro deporte y los dos jugadores que protagonizaron aquel épico partido que se disputó, incluso, en contra de la escasez de luz solar. Ambos tenistas trascendieron el ámbito tenístico y, también puede afirmarse, que el deportivo. Sus futuras confrontaciones pasaron a ser seguidas ya no solamente por los aficionados al tenis, sino también por muchos espectadores seducidos por sus duelos que enfrentaban dos estilos de lucha antagónicos, aunque basados siempre en el saber estar en la pista y la deportividad.
Esta última final inaugura una etapa nueva en la que creo que se van a repetir muchas de las características que hicieron tan seductora la rivalidad Nadal-Federer. Si bien la de Sinner y Alcaraz tenía ya una trayectoria de dos años aproximadamente, tanto el panorama tenístico como ellos mismos necesitaban un encuentro como este de París: un marco sólo comparable a la calidad del tenis que vimos y del desenlace épico que mantuvo al mundo entero en vilo desde las tres de la tarde hasta bien entrada la noche. Con toda seguridad, sus partidos también trascenderán el ámbito tenístico a partir de ahora.
Por supuesto, mi más sincera enhorabuena a Carlos por levantar este título con un despliegue del más alto nivel. Pero también se la merece Sinner, que no quedó atrás en ningún aspecto. Tanto el uno como el otro ennoblecieron el deporte del tenis con sus magníficas muestras de lucha, de coraje y de excelente comportamiento.
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