Nadie quiso tanto a un español como Francia a Rafael
Es justo reconocer que ningún deportista nacional ha recibido tantos reconocimientos y cariño de un país extranjero como mi sobrino

Este 25 de mayo será otra de las muchas fechas que habrán quedado grabadas en la memoria de Rafael y de todos los que de cerca le acompañamos a lo largo de su extensa carrera. El emotivo homenaje que la Federación Francesa de Tenis (FFT) y el Comité organizador del prestigioso torneo de Roland Garros nos ha permitido vivir una vez más uno de estos días especiales que guardaremos imborrables en nuestros recuerdos. Mi sobrino ha pisado por última vez la Philippe Chatrier como gran protagonista del día.
Sentado en la grada, esta vez en el palco presidencial debido a la muy amable invitación de la directora del torneo, Amélie Mauresmo, y junto a un nutrido grupo de familiares y amigos, lo he visto salir con gran emoción a la pista que le ha ayudado decisivamente a consagrarlo como uno de los mejores tenistas de la historia y he rememorado los sentimientos que me produjeron tantos momentos vividos allí. Desde su primera victoria ante el belga Xavier Malisse hasta su última derrota, hace ahora un año, ante Alexander Zverev; y, entre medias, un sinfín de grandes encuentros y exitosas victorias y, también, algunas de las derrotas más dolorosas de su carrera. Estas, cuando aquí se produjeron, siempre dolieron más que en cualquier otro lugar.
El hecho de haber ganado en tantas ocasiones y de partir casi siempre como máximo favorito al triunfo final hizo que cada eliminación truncara la consecución de algo que yo ya casi consideraba suyo. Todavía recuerdo con amargura la derrota de octavos de final de 2009 contra Robin Söderling; esta en particular, creo que supuso el punto de inflexión entre el público parisino y mi sobrino. A partir de ese encuentro, en el que la grada de la central se decantó decisivamente casi de manera grosera por su rival, fui percibiendo paulatinamente un cambio en su actitud.
Año tras año, su juego, su compromiso y su estilo batallador fue ganando adeptos y fuimos notando cómo su reticencia inicial fue convirtiéndose en apoyo, calor y admiración hasta culminar en 2017, con su décima victoria y la mayor ovación que yo he visto nunca en una pista de tenis. Y esta admiración se fue haciendo extensiva no solo entre los asiduos asistentes al torneo parisino, sino que también la notamos en las calles de París y en las instituciones francesas.
En estos años, Rafael ha recibido distintos reconocimientos por parte de ellas: el gran premio de la Academia francesa del Deporte, la condecoración de la Grand Vermeil (la mayor distinción que concede esta ciudad) y la memorable oportunidad de ser uno de los últimos portadores de la antorcha olímpica.
Sin duda, lo vivido por mi sobrino este domingo ha sido la excelente culminación de su periplo transcurrido en las pistas de Roland Garros. Sería injusto no mencionar, y por supuesto agradecer profundamente, el excelente trato y el gran cariño que siempre recibió Rafael desde el primer año que compitió en este magnífico torneo por el staff organizativo y, especialmente, por sus directores. Los españoles hemos pensado durante muchos años que los franceses nos profesaban un cierto odio deportivo y que no les gustaban nuestras victorias, pero creo que es justo reconocer que ningún deportista ha recibido tantos reconocimientos y cariño de un país extranjero.
Así que, muchas gracias, Francia; muchas gracias, París; y muchas gracias, nuestro querido Roland Garros.
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