Moisés Caicedo y el dilema del Chelsea
Enzo Maresca, el entrenador, no le quiere pero no tiene más remedio que intentar poner al ecuatoriano, símbolo del conflicto que atormenta al rival del PSG en la final del Mundialito


El dilema del Chelsea es el dilema de Moisés Caicedo. Dos años después de pagar un traspaso de 125 millones de euros al Brighton, la secretaría técnica del club de Londres ha descubierto que el valor real de mercado del centrocampista ecuatoriano no supera los 40 millones. El equipo que este domingo se mide al Paris Saint-Germain en Nueva Jersey por la final del Mundial de Clubes (21:00 hora peninsular, Dazn) es una decantación del caos de compras y ventas apresuradas que desató el nuevo propietario, el financiero estadounidense Todd Boehly, cuando adquirió el club en plena pandemia.


Lo cuenta un experto que trabaja para el Chelsea. Jugando a las órdenes de Mauricio Pochettino, el técnico despedido el año pasado, se produjo la primera iluminación. Entonces los responsables del club descubrieron con horror que a las prestaciones del atleta incombustible que se suponía que tenía que llevar la manija del nuevo proyecto les faltaba una dimensión. Cuando recibía el balón bajo presión, le costaba dominar el espacio: no era capaz de percibir la distancia a la que se encontraban sus marcadores. Limitado en su visión, incapacitado en la medición del tiempo y el espacio en la jaula que le creaban los rivales, sus maniobras para controlar, girarse y pasar la pelota, resultaban precarias.
“Igual que Camavinga”, explica un analista vinculado al club inglés, “cuando Caicedo se gira es imprudente”. El hombre controlaba y oteaba el horizonte en busca de destinatarios de su pase, y en esa exploración perdía de vista a los rivales, que muchas veces le robaban la pelota delante de su área.
Los errores continuados sumieron a Caicedo, con solo 21 años, en un bucle catastrófico. Al tomar conciencia de su déficit, se volvió inseguro. Cuantas más pérdidas sufría, más errores con balón cometía y, lo peor, más lagunas de concentración se lo tragaban en la fase defensiva.
“Fundamental”
La ansiedad de Caicedo alarmó al Chelsea. El ecuatoriano es el segundo fichaje más caro de la historia del club, después de Enzo Fernández, que costó 133 millones de euros. El presidente, Todd Boehly, advirtió a los entrenadores que debía jugar a toda costa. La empresa no podía permitirse perder más dinero. Desde 2020 el Chelsea hizo un gasto neto en fichajes de cerca de 1.200 millones, con mucho un récord mundial, casi el doble de lo que ha gastado el PSG en ese periodo. Bajo la lupa de las reglas de fair play financiero de la UEFA, la sociedad no podía seguir gastando más de lo que ingresaba. Caicedo debía cuidarse. Para bien o para mal, era un activo estratégico.
Los técnicos abordaron la crisis hablando con el futbolista para intentar comprenderle mejor. Caicedo fue honesto: les dijo que cada vez que cometía un error se sentía responsable por los 125 millones que habían pagado por él. Sufría el peso de la presión. Los técnicos, desde Pochettino a Maresca, trabajaron para liberarlo espiritualmente. La fórmula fue sencilla: en fase ofensiva, le condonaron los errores a condición de que en defensa elevara la atención y evitara que le mostraran tantas amarillas. Sus expulsiones habían penalizado a todo el equipo.
Su primer deber, le señalaron los técnicos, era defender, y luego en ataque todos se contentaban conque empleara su agilidad en los desplazamientos para jugar de cara. Para ayudarlo a girarse hacia la portería contraria, Enzo Fernández y los defensas recibieron la consigna de avisarle cada vez que se encontrara solo. Así, Caicedo comenzó a serenarse, requisito imprescindible en un equipo condicionado por zagueros inmaduros cuyo líder defensivo absoluto, Levi Colwill, apenas tiene 22 años.
Caicedo llega a la final de New Jersey con un tobillo maltrecho. “Moi es importante para nosotros, es fundamental”, dijo Maresca el sábado. “Esperamos que pueda jugar”. Si lo hace, el mediocentro quedará emparedado entre los atacantes y los interiores del PSG, el mayor rodillo de presión que ha descubierto la historia reciente del fútbol. Dicen en el club que su ansiedad en ataque es una condición manejable pero nunca superada. Cuando le hostigan, Caicedo no ha llegado a ofrecer garantías con el balón. En la salida desde su área, el Chelsea se encuentra en manos de Enzo Fernández.
Así como en ataque el Chelsea depende de la energía de Pedro Neto, una especie de activador de pasión, en el mediocampo está en manos del volante argentino. Enzo se tiene que multiplicar como auxiliar de Caicedo en la protección de los defensas lo mismo que encargarse de enchufar al ciclotímico Palmer.
Enzo Fernández, el preferido de Maresca
A Maresca, el entrenador, este panorama le inquieta. El italiano ha trasladado al club que preferiría no contar con Caicedo. En su mediocampo ideal, según fuentes próximas a la secretaría técnica, Enzo Fernández debe ser el pivote, Palmer el interior más adelantado y Frenkie de Jong, u otro interior análogo, el centrocampista aglutinador. Los propietarios del club lo comprenden, pero indican que ese plan implica fichar un centrocampista y eso solo puede concretarse si antes encuentran comprador para Caicedo. Es necesario darle continuidad y, en ningún caso, permitir que se haga público que el ecuatoriano no funciona.
Las consultoras que trabajan con el Chelsea han indicado que el valor de mercado de Caicedo ronda los 40 millones. Los dueños señalan que solo pueden asumir su venta por unos 80 millones. Maresca interpreta que la mejor manera de poner al futbolista en el escaparate es dándole cuerda para que se asome al balcón del área rival y remate. Los goles le darán buena publicidad. Miguel Ángel Ramírez, el entrenador que le hizo debutar como profesional en el Independiente del Valle, ha validado esta medida. “Desde que probó la posición de ocho en el 2020, Moisés prefirió estar ahí porque vio que tenía gol”, explicó en la SER. “Le gusta tener metros, le gusta tener esa llegada al área contraria y hacer gol apareciendo desde la segunda línea porque tiene piernas para hacerlo”.
En el Brighton la vida era más sencilla. En el Chelsea, obligado a acceder a puestos de Champions imponiéndose a los equipos más agresivos de la Premier, el escenario se oscureció. Caicedo descubrió cotas desconocidas de estrés. Si puede evitar que le den la pelota cuando lo aprietan, se escabulle. Si se la dan, comienza una tensa cuenta regresiva. Sus controles orientados son una puerta hacia el misterio. Frente al PSG, ese misterio resulta insondable.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
