Ir al contenido
_
_
_
_
Gallina de piel
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Además es gratis

El Mundial de Clubes, un desafío a las leyes de la naturaleza humana, es también una representación perfecta de cómo se mueve el dinero, la FIFA y los equipos en el fútbol actual

El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez (derecha), junto a Tchouameni en la previa del partido del Mundial de Clubes ante Al Hilal
Daniel Verdú

La imagen que mejor define el Mundial de Clubes en California es la de la plantilla de la Juventus en el Despacho Oval, plantada detrás del presidente de EEUU, Donald Trump, mientras este declaraba la guerra a Irán y hacía comentarios tránsfobos y criticaba la inmigración ilegal. “Hay que llegar de forma legal, como estos chicos”, deslizaba señalando a los atónitos futbolistas. “¿Ustedes podrían jugar con una mujer?”, les interrogaba mientras los jugadores ponían cara de póker y el director deportivo intentaba escurrir el bulto. “Por contra, tenemos un equipo femenino estupendo”. Trump es una de las caras de la moneda de esta competición. La otra podría ser Mohammed Bin Salman, príncipe Saudí, promotor de la competición a través de DAZN, en la que ha inyectado 1.000 millones de euros a cambio de un 10% de la compañía.

Y además es gratis, proclamaba horas más tarde y refiriéndose al torneo Florentino Pérez, a pie de césped y en una de esas raras epifanías periodísticas a las que se presta el presidente del Real Madrid. Gratis para los espectadores. Y también innecesario, probablemente, si ignorásemos las pulsiones de los clubes por ingresar más dinero para pagar una fiesta que desde hace años financian los bancos, los fondos de inversión y los emiratos árabes y Arabia Saudí. Pero hay que ser justos, y esta competición también responde a nuestro apetito insaciable. Yonquis del fútbol, como decía Santiago Segurola en la tertulia de El món a Rac 1 el pasado lunes, resumiendo esa compulsividad incontrolable con la que consumimos ya todo lo que tiene que ver con este deporte.

“La primera es gratis”, solía prevenirse en las películas de los ochenta sobre el peligro de los camellos con los adolescentes (como si el problema fuera el dinero y no los efectos de la droga). Y veremos cuánto cuesta la segunda, porque sabemos todos que la fiesta siempre la paga alguien: casi nunca quien la monta. De momento, intuimos el precio que tendrá para la salud de los futbolistas, para la organización de las plantillas, para quienes no contarán con unos ingresos extra para construir sus equipos en el resto de competiciones porque no están en el torneo pese a ser los campeones de sus países (Nápoles, Liverpool, Barça). Eso sí, quien gane se lleva 125 millones de dólares, alfa y omega de esta historia en la que resplandece con toda crudeza el color del dinero pese a ser gratis.

La mejor manera de entender las cosas que no se entienden, como decían en The Wire, es seguir la pista del dinero. Y aquí, al menos hasta ahora, parece bastante clara. No es ningún secreto que el Mundial de Clubes sería otra cosa distinta sin DAZN. En diciembre de 2024, la plataforma de streaming de deportes que ofrece transmisiones en vivo y bajo demanda ofreció a la FIFA la suma de 1.000 millones de dólares por los derechos de transmisión, una cifra considerable para un mercado en el que, hasta ese momento, no había mucha competencia.

Un mes después, como publicó The Guardian, Arabia Saudí cerró su propio acuerdo para comprar una participación del 10% en DAZN a cambio de otros 1.000 millones de dólares. Dos meses después de eso, la FIFA anunció su abultado fondo de premios para el campeonato, también, por coincidencia, de 1.000 millones de dólares, asegurándose así la fidelidad y el interés por el torneo de sus invitados. Lo interesante es que, entre medio de todo esto, la FIFA, decidió también que Arabia Saudí sería la sede del Mundial de 2034. Pero tranquilos, porque además es gratis.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_