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Los modelos de club también juegan el Mundial: Argentina y Brasil exportan el ideal de entidad sin ánimo de lucro

En Sudamérica se ve el torneo como un duelo entre equipos centenarios en propiedad de sus socios y sociedades anónimas dirigidas desde Oriente Medio o Estados Unidos

Los aficionados de Boca Juniors en La Bombonera en un partido ante River Plate.

Como si el Mundial de Clubes fuese una gran exposición universal, River Plate y Boca Juniors llevan a Estados Unidos un modelo de gestión ya poco visto en el resto del planeta pero aún vigente —y resistente— en el fútbol argentino y otras ligas de Sudamérica. Los dos gigantes de Buenos Aires, como el resto de los clubes de su país, son asociaciones civiles sin fines de lucro en abierto rechazo a las Sociedades Anónimas Deportivas, todavía prohibidas en el territorio de Diego Maradona y Lionel Messi. Brasil, la nación que aportará más equipos al nuevo invento de la FIFA, se abrió a las SAD en 2021, pero la apertura no termina de despegar.

Flamengo, Palmeiras y Fluminense, tres de los cuatro participantes en Estados Unidos, siguen siendo clubes en mano de sus socios que —con mayor o menor participación— concurren a elegir presidente. Solo Botafogo pasó a ser parte de una multinacional y, aunque lo celebró con la última Copa Libertadores, sus hinchas ahora apuntan a los dueños por la desinversión que hicieron tras el triunfo. Una parte de Sudamérica también espera el Mundial como un duelo de tiempos y modelos: clubes centenarios en propiedad de sus socios contra sociedades anónimas dirigidas desde Medio Oriente o Estados Unidos.

Detrás de escena se esconde también una pulsión política, ideológica y de intereses, propios y ajenos. En Brasil, la llegada de empresas al comando de los clubes fue legalizada durante el gobierno de Jair Bolsonaro tras un lobby comandado por Rodrigo Pacheco, presidente del Senado e integrante del centroderechista Partido Social Democrático. En Argentina, gobiernos de corte ideológico y económico afines intentaron el desembarco de capitales privados en el fútbol dos veces, primero con Mauricio Macri en la Casa Rosada entre 2015 y 2019, y luego con la presidencia de Javier Milei desde 2023, pero todavía no lo consiguieron: las SAD siguen vedadas. La Asociación del Fútbol Argentino (AFA), aún más después del Mundial ganado por la selección en Qatar 2022, tiene poder para eludir las presiones gubernamentales.

En la cultura futbolística argentina, los clubes no son únicamente un equipo de fútbol. Desde ya, la expectativa de los hinchas está abrumadoramente colocada sobre los resultados deportivos, pero miles de instituciones —desde las más grandes como River y Boca hasta las más pequeñas que participan en las categorías inferiores o ni siquiera compiten en el fútbol profesional— también son espacios que cumplen una función social y respetan una identidad barrial.

A cambio de una cuota relativamente accesible, los clubes ofrecen una comunidad local con diferentes actividades sociales, culturales y deportivas, a veces incluso como parche del Estado ausente. Los socios de River, por ejemplo —pero sucede en la mayoría de los clubes—, pueden ir a sus instalaciones a practicar hockey, baloncesto, tenis, pádel, boxeo, karate, waterpolo, danza, ajedrez, folclore, dibujo, guitarra o inglés, entre 50 actividades diferentes. No pocos clubes de Primera División cuentan además con edificios de educación inicial, primaria y secundaria, de 2 a 18 años.

Los aficionados de Palmeiras en el partido ante el Oporto en el Mundial de Clubes.

Aún detrás de los partidos de fútbol, los socios siguen esa vida institucional y ejercen su derecho a voto de autoridades cada cuatro años. En diciembre de 2023, Juan Román Riquelme fue elegido presidente de Boca tras una elección que marcó el récord de participación en Argentina, con 43.367 votos. En la campaña, el ídolo reconvertido en presidente apuntó a dos modelos antagónicos y acusó a su rival, un delfín del expresidente Macri, de intentar convertir el club en una SAD. “A nuestro club lo quieren privatizar. A los hinchas de Boca nos quieren arrancar el corazón. El club es de los hinchas y lo debemos cuidar mucho”, dijo Riquelme, actual presidente de un club que tiene 323.000 socios, 95.000 de los cuales estaban habilitados para votar.

El titular de River, Jorge Brito —a su vez dueño de uno de los principales bancos privados del país—, explicó la semana pasada la divergencia entre los modelos: “La diferencia es la línea final. Las SAD tienen como objetivo ganar plata. La sociedad civil, darle un servicio al socio. Los dueños del club son los socios. Después, como se debe gestionar el presupuesto, no cambia. Hay que hacerlo de la manera más profesional. Nos muestran que el modelo a seguir son las SAD, pero te ponen dos o tres ejemplos exitosos en el fútbol y te pasan por alto 100 que quebraron”. Anticipándose a posibles cambios en la normativa nacional según los gobiernos de turno, River –que tiene 350.000 socios- quedó blindado ante una posible intromisión privatizadora: “Es una asociación sin fines de lucro con un plazo de duración a perpetuidad: no podrá transformarse en una SA”, rubricó el club en su estatuto, en 2016.

El caso en Brasil no es tan lineal. Aunque las SAD fueron habilitadas en 2021, sólo cinco equipos de los 20 que participan en el Brasileirao pasaron a ser gestionadas por grupos empresarios: Vasco da Gama, Cruzeiro, Atlético Mineiro, Bahía y el ya citado Botafogo, el único de ellos que competirá en el Mundial de Clubes. El histórico club de Garrincha fue comprado por el empresario estadounidense John Textor y en poco tiempo dejó de sufrir la lucha para evitar el descenso y pasó a ocupar las partes altas de la tabla: el 2024 fue su año de gloria con dos títulos, el Brasileirao y la Libertadores. Sin embargo, tras el objetivo cumplido, Textor desvió 55 millones de dólares del Botafogo a otro de los clubes de su propiedad, el Olympique de Lyon, con riesgo de desaparición en Francia, y los hinchas brasileños apuntaron contra esa sangría.

Los principales clubes, entre ellos los otros tres representantes brasileños en el Mundial de Clubes, siguen en manos de autoridades elegidas por los socios. Pero, a diferencia de Argentina, la gran mayoría de los hinchas no participan ni se sienten parte de la vida social de las instituciones: miran a su club únicamente como un equipo de fútbol y no como una comunidad en la que puede participar diariamente.

En Brasil hay dos tipos de asociados con diferencias bien marcadas. Por un lado, los socios-torcedores, que a cambio de un abono relativamente económico pueden asistir al estadio aunque no tienen acceso al club en días de semana ni pueden ejercer derechos políticos. Y por el otro, los socios del club social, que además de acudir a los partidos de fútbol pueden usar las instalaciones del club diariamente y tienen derecho a elegir a las autoridades. Se trata, sin embargo, de una membresía inaccesible para la mayoría: deben comprar un título que ronda los 5.000 euros.

Los números de Palmeiras sirven para medir esa escala. El club paulista, quizás el mejor equipo de Sudamérica en los últimos años, suma 200.000 socios-torcedores contra 14.000 del club social, de los cuales solo 3.100 participaron en las elecciones de noviembre pasado. A la presidenta Leila Pereira le bastaron apenas 2.300 votos, contra 800 del opositor, para ser reelecta. Que los socios casi no participan en la vida política del club también quedó en claro en la última votación del Flamengo, considerado el club con más hinchas en Brasil (y, según encuestas, del mundo). Aunque 55.000 personas acuden al Maracaná cada partido, en la votación de finales de 2024 sólo votaron 3.200 hinchas. El ganador, incluso, Luiz Eduardo Baptista, ganó con apenas 1.748 votos.

Sin embargo, ese formato no está exento de críticas: en los últimos días, seguidores del Corinthians se manifestaron contra la dirigencia para exigir reformas, incluyendo la posibilidad que también los socios-torcedores puedan votar. Aunque nadie espera triunfos ante rivales europeos con mayor peso económico, Argentina y Brasil llevan al Mundial su viejo y resistente modelo de clubes en manos de sus hinchas. Y esa es su victoria.

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