El gol es un milagro
Alfredo Relaño selecciona diez tantos que cambiaron la historia del fútbol


Para que yo me llame Ángel González… es el primer verso y el título de un poema del poeta asturiano. La poesía habla sobre todas las circunstancias que se deben dar para que un ser humano habite la Tierra en un momento concreto. Un pequeño milagro que se reproduce millones y millones de veces. Algo similar sucede en el fútbol con los goles. Son la sal y la esencia del juego. Y, para que sucedan, se debe dar tal concatenación de factores que, al observarlos con un poco de perspectiva, se antojan tan improbables como que un ser humano ocupe, en un determinado momento de la Historia, el lugar que ocupa. Se percibe muy bien en la repetición a cámara lenta de los tantos. En su camino hacia la red, la pelota atraviesa un sinfín de circunstancias. Un golpeo mejor o peor -o incluso involuntario-, el roce en la pierna del defensa, un bote inesperado, un poste que parece cruzarse en el trayecto… y, en las imágenes, los cuerpos moviéndose al son del esférico y los ojos siguiendo su trayectoria. Mirados con lupa, los goles son alimento para el alma del hincha… y un prodigio de la física.
Y luego están los tantos que, además de explicar la existencia, la cambian. Una breve historia del fútbol en 10 goles (Eolas & Menoslobos) es el libro en el que el periodista Alfredo Relaño selecciona una decena de ocasiones en las que un tanto significó mucho más que una cifra en el marcador. El del francés Lucient Lorent -el primero de la historia de los mundiales-; el del uruguayo Alcides Ghiggia, que provocó un estruendo de silencio en Maracaná; el del húngaro Ferenc Puskás en Wembley; el de Alfredo di Stéfano en aquellos octavos de final de la Copa de Europa en Viena; el de Pelé en Estocolmo; el gol que no fue y que sí contó de Geoffrey Hurst; el de Johan Cruyff en Róterdam; el de Maradona -elijan ustedes cuál- en México; el de Iniesta en Johannesburgo; la magia de Lionel Messi para crear un gol que no marca. Diez sucesos tan improbables como la vida misma contados con la maestría de Relaño.
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