Oddo y Billon revolucionan la historia del Dru con una escalada imposible
Los alpinistas liberan por primera vez la ruta Lafaille, la más difícil de la torre más vertical del macizo del Mont Blanc


Imaginar, soñar, osar. Este es el sencillo patrón que genera las grandes gestas en el mundo del alpinismo. En 2001, el francés Jean Christophe Lafaille, vivió un invierno mágico en el jardín de su casa, la cara oeste del Petit Dru (3.733 m), en el macizo del Mont Blanc. Imitando la legendaria primera ascensión del pilar suroeste de la montaña llevada a cabo también en solitario por el inigualable Walter Bonatti en el verano de 1955, Lafaille dibujó una nueva línea apretando un poco más las tuercas y añadiendo la dureza del invierno a la empresa solo para “enfrentarme a las condiciones más difíciles y comprometidas”. El francés quiso demostrar que si Bonatti fue Dios, él era su mejor discípulo. Acabada la faena tras pasar diez días en la pared, declaró que se trataba de la “vía más bella y difícil” que había escalado en los Alpes: superó los 1.000 metros de desnivel utilizando la técnica de escalada artificial, es decir, clavando pitones en la roca y emplazando seguros de quita y pon en las fisuras para colgarse de ellos y progresar. Ahora, los también franceses Léo Billon y Enzo Oddo han logrado algo impensable: escalar la ruta enteramente en libre, usando las protecciones solo para frenar una hipotética caída. Es un salto a otra dimensión.
Al teléfono, el vizcaíno Unai Castresana no da crédito: “¿Se ha escalado en libre?”. Su silencio es evocador. Mientras, repasa en su cabeza los largos más complicados tratando de imaginar cómo diablos ha podido alguien pasar por ahí solo con la fuerza de sus manos y la adherencia de sus pies de gato. Él y el madrileño Álvaro Novellón firmaron en 2012 una de las escasísimas repeticiones de la vía Lafaille, también en invierno y sin usar ningún remonte mecánico para alcanzar la base de la pared. Extraviaron parte del material, sepultado por una avalancha, subieron, bajaron, se desesperaron y finalmente, tras trece días colgados en la pared, lograron su propósito. La suya fue una gesta tan meritoria como inesperada. “La temperatura no superó nunca los 25 grados bajo cero. Usar las manos para escalar en libre no era una opción, pero tampoco lo buscábamos: queríamos escalar la ruta en artificial, pero la verdad es que había tramos de una calidad tremenda y se veía que saldrían en libre. Pero lo que han hecho Billon y Oddo es, sencillamente, tremendo”, observa Castresana. Él y Novellón completaron aquel invierno de 2012 la escalada de sus vidas. En una reedición del libro que recoge las mejores ascensiones del macizo del Mont Blanc, repertoriadas desde la más sencilla hasta la más complicada, la Vía Lafaille al Petit Dru figura en última posición…

El verano pasado, Léo Billon y Enzo Oddo se plantearon repetir la vía en artificial… a la carrera. Invirtieron un día en verano, cuando la media, en invierno, es de diez jornadas: escalaron en libre hasta una dificultad de 7 b, y el resto en artificial. Pero al hacerlo descubrieron que quizá, solo quizá, podrían escalarla enteramente en libre. Este verano, regresaron tres veces, estudiaron la ruta al detalle, crearon una pequeña variante para evitar un tramo absolutamente liso e inescalable en libre y, además, abrieron dos nuevos largos hasta la cima, puesto que en 2001 el mal tiempo obligó a Lafaille a acabar su ascensión por la vía Allain-Lenninger a partir del largo 21.
En conversación telefónica, Léo Billon, miembro del Grupo Militar de Alta Montaña (GMHM), equipo de élite del ejército francés de montaña, destaca la calidad del trazado: “La vía busca siempre la dificultad, sobre roca de ensueño. Jamás he escalado nada parecido en el macizo del Mont Blanc y la ruta en sí misma es tan variada como estética, con largos de placa, fisuras técnicas, proas elegantes…No creo que vuelva a escalar una ruta tan larga, difícil de esta calidad”, se lamenta.
En 2001, Lafaille otorgó a su vía la máxima dificultad en la escala del artificial: A5+, pero Unai Castresana consideró que las dificultades máximas eran menores: “Modestamente nosotros creemos que no pasaba del A3+. Quizá es que Lafaille no llevaba el material adecuado y echó en falta recursos para progresar de forma más sencilla”, aventura.
Léo Billon considera en cambio que Lafaille “era un gran conocedor del artificial y llevaba todo lo necesario, pero en aquella época la presión para obtener patrocinio era enorme y seguramente infló la dificultad de la empresa para llamar más la atención. De hecho, el largo marcado como de A5+ tiene 25 metros y apenas tardé media hora en completarlo, cuando debería haberme llevado horas…Pero bueno, han pasado casi 25 años y las cosas han cambiado y en lo que a mi me toca, me pagan por ir a la montaña, no necesito buscar financiación y eso me quita mucho estrés”. No necesita añadir notas épicas a sus hazañas. De hecho, es capaz de convertir una gesta histórica en un simple viaje entre amigos.
La dificultad máxima en libre de la vía es de 8b+: “En el largo clave no podíamos protegernos con pitones porque al clavarlos para protegernos de las caídas nos quedábamos sin espacio para empotrar los dedos, así que tuvimos que colocar cuatro seguros de expansión para pasar en libre, y alguno más en los dos largos de 7c nuevos que abrimos en la parte superior de la vía”, explica Billon.
En el invierno de 2006, Lafaille desapareció tratando de firmar la primera invernal al Makalu (8.463 m)… en solitario. Nadie sabe cómo murió, ni dónde exactamente.

Léo Billon es una de los grandes alpinistas del momento, una versión moderna del mejor Lafaille, capaz de hacer de todo y todo bien: escalada en roca de compromiso y dificultad, también en hielo y mixto, artificial... Es uno de los cómplices del fenómeno Benjamin Védrines, con el que el año pasado sufrió como un perro tratando de escalar el Jannu Este (7.468 m): enfermo de mal de altura, la cordada tuvo que abandonar. “Este año no regresaré. No me aclimato bien. Lo he intentado de todas las formas posibles y siempre acaba mal. Es un tema genético, se nace así. Es la experiencia más frustrante que he vivido en la montaña. Pero tampoco me puedo quejar, hay mil maneras de disfrutar del medio natural”.
Billon es uno de los responsables del equipo nacional francés de alpinismo, y no deja de sorprenderse con el nivel de los jóvenes recién llegados: “En estos momentos, en Francia vivimos años de bonanza, con chicos y chicas que buscan el compromiso y la dificultad. El nivel sigue creciendo”, se felicita. Su gesta en el Petit Dru marca el camino a seguir, la evolución sorprendente del alpinismo de vanguardia: “Se trata de romper moldes, de enfrentarse a estos escenarios tan impresionantes con una mentalidad más abierta, osada”.
En realidad, no es solo una cuestión de actitud: su mentalidad está directamente relacionada con una capacitación física y técnica desmedida.
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