Lección magistral de Remco Evenepoel, que destroza a todos los rivales en la contrarreloj de la Dauphiné
Iván Romeo pierde el amarillo por 9s ante el fenómeno belga en un recorrido de 17 kilómetros en el que Vingegaard cede 21s y Pogacar, 49s


“¿Cómo se hace 1.000 con los dedos?” Es la duda urgente que acosa a Remco Evenepoel un segundo después de que cruzara la meta Iván Romeo, ya bien sudado su flamante y ajustado efímero maillot amarillo. Le urge al fenómeno belga decir 1.000 de alguna manera ante la cámara que le enfoca en el cubículo del ganador de la etapa. El problema se lo soluciona un auxiliar del equipo que le tiende una camiseta azul con un 1.000 dibujado de tal manera que los dos últimos ceros forman el símbolo del infinito, hasta 1,000 y más allá, el número de victorias que alcanza con la suya de hoy el Soudal, el equipo de Evenepoel, que se quita la tirita que le abre la nariz y, viéndole así, juvenil, alegre y vulnerable, con el pelo rapado, la sonrisa llena, la cara mofletuda, despojado de su armadura, vulnerable, es difícil imaginar que es el mismo Buzz Evenepoel Lightyear, podría bautizársele, un animal de otro tiempo, un monstruo coriáceo, él y la bici todo uno, aerodinamismo perfecto, fuerza desatada y controlada, un reptil atómico con ruedas y pedales, que unos minutos antes destrozó por la carretera a los mejores ciclistas del mundo, a Tadej Pogacar, a Jonas Vingegaard, a quienes en el Tour le torturan llegada la montaña, y es el desaliento.
Iván Romeo, tan grande, ha chocado con el viento norte que baja sin obstáculos por el canal del Ródano y con una montañita que negocia sentado, como puede, buscando ritmo donde no hay agilidad, y con el esfuerzo que el día anterior le dio el maillot amarillo. En el control intermedio pierde, pasado el kilómetro 10, 1m 6s con Evenepoel, que se hacen 1m 25s en la meta. Pierde el amarillo por 9s, y se declara infeliz y orgulloso. “No puedo estar feliz si no gano, aunque me hayan derrotado los mejores del mundo”, dice el chaval vallisoletano que ganó el amarillo y la etapa la víspera con un ataque que dejó clavado al mismísimo Mathieu van der Poel. “Pero estoy orgulloso de lo que hice. ¿La crono? Bien, en mis estándares”. También podría estar orgulloso Romeo de que si no hubiera volado en estado de gracia el doble campeón olímpico y campeón del mundo de contrarreloj, él seguiría siendo líder de la Dauphiné con mejor participación de las últimas décadas, con el podio del Tour en pleno. Ni Jonas Vingegaard, que perdió 21s con Buzz Evenepoel, pese a su casco desmesurado estilo tulipa de lámpara de mesilla, ni Pogacar (+49s), arrítmico en la subida, donde esprinta de pie sobre los pedales, sin buenas sensaciones, le superan en la general al chaval de Las Mercedes.
Todos se rinden ante la lección magistral del compacto Remco, un diablo sobre ruedas que, diabluras doblando en el descenso como quien desciende un eslalon, esquivándolos con golpes de cadera, a corredores que salieron uno, dos y hasta tres minutos antes. Entre Charmes y Saint Péray, bordeando el Ródano caudaloso, hacia el norte con viento norte, acelerado como si el tubo diagonal de su bici, ancho y aplanado fuera la vela de un F50 que recoge el viento que le empuja, Evenepoel es el único que logra una velocidad media de más de 50 kilómetros por hora, y eso que al poco comenzar hay una subida larga y a veces empinada, hasta el 12%, que obliga a todos a correr con dos platos y en posiciones que habían olvidado sobre la cabra. “Ha sido dura. Me ha recordado un poco a la séptima etapa del Tour del año pasado [la que ganó]. Un tramo llano y luego una subida. Esta era un poco más empinada, un poco más dura”, dice el ganador, que quiere asustar a los favoritos del Tour subrayando que pese 1,5 kilos menos que el año más y genera más vatios. “La ventaja que tuve fue que había mucho viento en contra en los valles antes y después de la subida, así que aproveché mi posición y mi potencia en esa posición. Y, al final, he logrado una diferencia bastante grande
La Dauphiné se decidirá viernes, sábado y domingo con tres días alpinos, el territorio en el que, ay, el infinito de Evenepoel se acorta, finito, finito, como le recuerda el feliz Vingegaard, que saluda su actuación. “Perder 20s con el mejor contrarrelojista del mundo y sacarle ventaja a Pogacar, no ha estado nada mal”, dice el danés, dos victorias y dos segundos puestos en los últimos cuatro Tours. “Y como hemos visto en los últimos años, en las montañas se puede recuperar mucho tiempo, así que los próximos días serán interesantes”.
Poco argumento el del danés para dañar la coraza mental de Evenepoel Lightyear en las nubes, endorfinas del esfuerzo, adrenalina de la victoria que ya le hacen sentirse hasta escalador. “Creo que la subida de hoy ya ha sido una pequeña prueba para ver cómo iba la potencia después de, digamos, unos ocho minutos de esfuerzo y luego darlo todo hasta la cima. Creo que he subido como quería. También en cuanto a la subida en mi posición de contrarreloj, todo ha ido bien, así que creo que estoy contento”, dice, cantarín, el Tour, que no gana un belga desde hace 49 años, en su mirada. “Me siento bien en las subidas, en las llanuras y también en los descensos. Así que creo que es un buen paso adelante de cara a lo que nos espera la semana que viene, los próximos días y el próximo mes”.
Carlos Rodríguez y Enric Mas, los dos españoles más Tour, rodaron discretos. El granadino es 20º, a 1m 39s del belga, y el mallorquín, 32º, a 2m 4s.
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