María Vicente regresa al heptatlón de un gran campeonato y camina hacia un nuevo récord de España
La catalana termina una jornada “muy descafeinada” con opciones de superar sus 6.304 puntos


Tokio respira por primera vez desde la primavera, al fin un día por debajo de los 30 grados, y los aficionados al deporte se reparten entre el Estadio Nacional, el magnífico escenario del Campeonato del Mundo de atletismo, con la firma de Kengo Kuma y madera de las 47 prefecturas de Japón, y el mítico Ryogoku Kokugikan, el Wembley del sumo, que abre sus puertas los meses impares y donde esta semana cerca de 11.000 personas se deleitan con los combates que comienzan por la mañana y alcanzan su punto álgido por la tarde, cuando aparecen, colosales, serios, casi un monumento en sí mismos, los yokozunas Onosato y Hoshoryu. Hacen toda una liturgia, como los pisotones contra la arena para ahuyentar los malos espíritus, o lanzar un puñado de sal sobre el círculo, el dohyo, para protegerse de las lesiones en cuanto se embistan como búfalos. A María Vicente, que acaba el primer día del heptatlón bien encaminada hacia un nuevo récord de España (lo tiene desde 2021 con 6.304 puntos), también le gustaría mantener a raya las lesiones, pero no sabe cómo y sufre todo el verano después de reaparecer tras la rotura del tendón de Aquiles el año pasado.
La catalana reside en San Sebastián para mantenerse cerca de su maestro, Ramón Cid, que la hace correr, saltar y lanzar, y sufre en silencio por sus problemas físicos que retrasan la floración de una atleta de talla mundial amordazada por las lesiones. El entrenador tuerce el gesto cuando ve que María Vicente, que había llegado a la séptima valla de los 100 metros en cabeza, se desinfla y acaba en 13,65s, lejos de su marca. Luego, como un rikishi, como un luchador de sumo, empieza un nuevo ritual: se va a la colchoneta y cuenta 10 pasos hacia un lado y otros 35 hacia atrás, donde empezará su poderosa carrera hacia el listón. Pero antes se quita los clavos y mete los pies en unas chanclas para darle un respiro al juanete que la lleva amargando toda la temporada. La altura es una de las pruebas donde más sufre. Ahí mete un zapatazo antes de elevarse y su pie se resiente cada vez. La solución son las manos de Miquel Àngel Cos, su ángel de la guarda. Los vendajes del fisioterapeuta encierran el arte de un origami y le permiten, primero, alcanzar este Mundial, y después competirlo y disfrutarlo.

A la catalana de L’Hospitalet no se le cae la sonrisa tampoco con el 1,77m de la altura, el 13,34 del peso, ni los 23.96 en el 200m (su mejor marca del año), que le permiten acabar el primer día del heptatlón con 3.704 puntos, 39 por delante de su récord de España. “Ha sido una jornada descafeinada. Nada está muy bien y nada está muy mal. Estoy contenta de estar aquí y sigo con el objetivo del récord de España, pero también volver a estar en un campeonato así -su último heptatlón en una de las grandes citas fue en los Juegos de Tokio, precisamente, en 2021- y sentirme competitiva”.
Antes de marcharse de la pista, María Vicente se queda en un rincón viendo la última serie de los 200m, donde Anna Hall, la estadounidense que este año ha logrado superar los 7.000 puntos, confirma su dominio aplastante en un heptatlón que lidera con 4.154 puntos (248 de ventaja sobre la irlandesa Kate O’Connor) y donde pretende pasar por encima de Nafi Thiam y Katherina Johnson-Thompson, ambas con dos títulos mundiales. Hall es una rival a quien la española se ve capaz de tutear algún día. “Me voy a tener que poner las pilas si quiero plantarle cara en (los Juegos Olímpicos) Los Ángeles”.
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