María Vicente roza el récord de España en su primer heptatlón en tres años

Era un día precioso. Lucía el sol en Götzis y las gradas estaban repletas de un público entusiasmado porque en la línea de salida del 800, la última prueba del heptatlón, Anna Hall, la estadounidense, por la calle 1, tenía a tiro los 7.000 puntos, una frontera que solo habían cruzado cuatro mujeres a lo largo de la historia. En la calle 6, María Vicente intentaba controlar los nervios respirando muy hondo. La plusmarquista española llegaba al desenlace, después de mucho sufrir, con el récord (6.304 puntos) a su alcance. Sonó el breve toque de trompeta con la melodía taurina, el público respondió con un “¡Olé!” Antes del disparo, como marca la tradición en Götzis, y las atletas se lanzaron a la carrera. La atleta de l’Hospitalet necesitaba correr al filo de 2m16s, una marca exigente, aunque asequible, que se le acabó escapando (cruzó la meta en 2m 17,18s). No redondeó su gran regreso al heptatlón tres años después por 17 puntos. Pero era un día para estar feliz.

Más tarde, con una hamburguesa y una cerveza, Ramón Cid, su entrenador, masticaba los siete resultados en busca del agujero por el que se habían escurrido esos 17 míseros puntos. Una parte se fueron en la jabalina (41,60m), muy lejos de su mejor versión, o en el 200, donde María Vicente descubrió que, después de superar la rotura del Aquiles sufrida el 1 de marzo de 2004, un juanete, un problema mundano, le estaba haciendo la vida imposible. Antes, en la altura, al notar las fuertes molestias, tuvo que dejarlo después de saltar 1,77. Allí, muerta de dolor, pensó en abandonar. No podía seguir así.

Pero entonces, como si fuera una aparición divina, la atleta descubrió que Miquel Àngel Cos, el fisioterapeuta que había guiado su rehabilitación, había viajado por sorpresa a Götzis y estaba allí de manera providencial. Un avión de Barcelona a Zúrich y, desde allí, un viaje en coche hasta el valle del Rin para llegar justo a tiempo de rescatar a una atleta en apuros. Cos y Patxi Morales, su compañera, que viajó junto a María Vicente, le dieron un Enantyum, le vendaron hábilmente el pie para mitigar el dolor y le dieron su bendición. A seguir.

María apenas podía empujar en el 200, pero lo acabó lo mejor que pudo (23,98s) y se fue al hotel a descansar. Al día siguiente reapareció a lo grande con un salto de 6,41 en la longitud. “No sé ni cómo ha saltado, pero en esta prueba es donde he vuelto a ver a la gran María Vicente. Porque en la altura bate con el pie derecho, pero en la longitud lo hace con el izquierdo, el del Aquiles que se rompió. Hasta ahora no batía con todo, pero hoy sí lo ha hecho”, resumía Cid, que tiene claro que la jabalina es donde más tienen que mejorar.

La catalana ya ha empezado a viajar de vez en cuando hasta Pamplona, una hora de ida y otra de vuelta, donde vive Idoia Mariezkurrena, la mejor entrenadora de jabalina de España. Allí, la experta en lanzamientos, le corrige los errores técnicos para que la aprendiz pueda superar algún día los 50 metros. Porque María se mudó de Barcelona a San Sebastián porque allí está Ramón Cid y el entrenador considera que este talento no es suyo: María Vicente es patrimonio del atletismo español. Y Mariezkurrena ayuda con la jabalina, como Luis Lizaso lo hace en el peso y Berni Domínguez en el 800.

María Vicente consiguió completar su primer heptatlón desde los Juegos de Tokio, en 2021. Al cruzar la meta le supo mal quedarse tan cerca del récord, pero estaba contenta. Más feliz aún estaba Anna Hall, que corrió el 800 más rápido que ninguna otra mujer en el heptatlón (2m 01,23s) y acabó con 7.032 puntos, una marca que la iguala con la fantástica sueca Carolina Klüft como la segunda mejor en el ranking mundial de todos los tiempos. Götzis, una catedral del atletismo, volvía a ser una fiesta. Dos horas después, el noruego Sander Skotheim se llevaba el triunfo en el decatlón con un nuevo récord nacional (8.909 puntos).