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Vuelta a España
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La Vuelta, Israel y la neutralidad de la Carta Olímpica

A la UCI y a la ronda española les faltó valor moral para aplicar su reglamento y excluir de la carrera al equipo cuya presencia generó indignación y una marea de solidaridad con Palestina

Paso de la etapa de la Vuelta por Bilbao poco antes de su suspensión.
Carlos Arribas

El Tour de Francia lo inventó en 1903 el diario L’Auto, rotativo fundado en París un par de años antes con aportaciones de la industria de la bicicleta como reacción a la defensa que hacía Le Vélo del capitán judío Alfred Dreyfus, condenado injustamente por traición. Le Vélo, el principal diario deportivo de entonces, no dudó en asumir una posición política y de combate del antisemitismo. En su primer número, Henri Desgrange, patrón de L’Auto y del Tour, justificó el antisemitismo de su medio proclamando la necesidad de que un diario deportivo no debía tomar nunca una posición política, ni el Tour tampoco. La neutralidad de los cobardes.

Este credo, una declaración política en sí mismo, se convirtió inmediatamente en dogma adorado por todos los organismos y organizaciones deportivas a lo largo de más de un siglo, justificación de una imposible y falsa neutralidad consagrada en la Carta Olímpica, una constitución del deporte convertida en ley divina de geometría, e interpretación, variable. La neutralidad de los ganadores, siempre, el apoliticismo consagrado por los equidistantes que salta por los aires ante cualquier conflicto y más en el ciclismo, el deporte del pueblo.

La Unión Ciclista Internacional y la Vuelta podrían haber vetado la participación del equipo Israel-Premier Tech, u ordenado su exclusión de la carrera aplicando sencillamente el artículo 6.a de la carrera, que dice así: “Según el artículo 2.2.010 bis del Reglamento del Deporte Ciclista UCI, sin perjuicio de las sanciones y multas disciplinarias previstas, la Dirección de la Carrera puede rechazar la participación en La Vuelta a España – o excluir de la misma – a un equipo o equipos o a sus integrantes cuya presencia pueda atentar a la imagen o reputación del ciclismo, del organizador o de la carrera, especialmente [pero no limitados a, N del A] por hechos referidos a la violación de los reglamentos antidoping. La exclusión durante el transcurso de la carrera se decide por decisión conjunta del Presidente del Colegio de Comisarios y la Organización”.

Jake Stewart, del Israel-Premier Tech, durante la contrarreloj de Valladolid de la pasada Vuelta a España.

La falta de audacia moral de la carrera española y de la federación internacional de ciclismo impidió la exclusión del equipo propiedad del magnate y filántropo canadiense-israelí Sylvan Adams que, efectivamente no contravino el reglamento antidopaje, pero, dadas las actividades genocidas del Estado que publicita en su maillot azul cielo, verdadero “atentado a la imagen del ciclismo, del organizador y de la carrera”, generó tal marea de indignación popular en España que desencadenó las mayores manifestaciones conocidas en contra de la política del país dirigido por Benjamin Netanyahu y en solidaridad con el pueblo palestino masacrado. La interrupción de algunas etapas, incluida la llegada a Cibeles y el podio ante la fuente de la capital, en todo caso mejoraron la imagen del pueblo español, solidario, indignado y compasivo, ante el mundo.

Esta ambigüedad moral es una tradicional característica de todas las organizaciones privadas deportivas, comenzando por el Comité Olímpico Internacional (COI), regido siempre por la sagrada Carta Olímpica, cuyo histórico jalonan hitos tan inolvidables como la concesión de los Juegos Olímpicos de 1936 a la nazi Alemania de Adolf Hitler pese a la persecución y segregación de los judíos y las leyes racistas –como prueba de que no había nada de eso, participaron de forma cosmética media docena de judíos alemanes, lo que contentó al COI—, las dudas e idas y vueltas ante la Sudáfrica del apartheid o la exclusión de la China comunista hasta 1980 considerando que el legítimo Comité Olímpico Chino era el refugiado en la isla de Taiwán tras la revolución maoísta y la Larga Marcha del 49. Y el mantenimiento, aplaudido por todo el mundo, de la sanción a la Rusia de Putin por la invasión de Ucrania, acompañado del silencio absoluto o bendición de la invasión y destrucción de Gaza por parte de Israel, acompañado del silencio público de todo el mundo.

En su comunicado criticando al presidente del Gobierno español Pedro Sánchez por aplaudir y jalear las manifestaciones a favor del pueblo palestino a lo largo de la Vuelta y pedir la exclusión del Israel-Premier Tech, la UCI recuerda que la carta Olímpica prohíbe tal intromisión en una prueba deportiva, pero en su momento permitió que el Gobierno francés, para proteger el monopolio de juego en línea de su empresa Française des Jeux, patrocinadora de un equipo ciclista, vetara en 2007 la participación en el Tour de un equipo sueco con Rigoberto Urán patrocinado por la compañía de la competencia Unibet.com. Tanto el Giro como la Vuelta, sin una ley pública que les avalara, también lo vetaron. El Tour de 2008 vetó, aplicando su reglamento, al Astana de Alberto Contador por los positivos del equipo en 2007, que, sin embargo, corrió y ganó Giro y Vuelta. Siguiendo su política de promoción de la salud pública, los Gobiernos de la UE han prohibido la publicidad en el deporte del tabaco y del alcohol, dos sectores que patrocinaban ligas, carreras y equipos, y la UCI debió aceptar que las leyes nacionales están por encima de los reglamentos deportivos y hasta de la Carta Olímpica.

El Gobierno permite a los organizadores privatizar las carreteras, protegerlas con policías y guardias civiles y poblarlas de pancartas y vallas publicitarias para su beneficio económico aumentado con las aportaciones de dinero público por parte de ayuntamientos, diputaciones y gobiernos autonómicos. Dada tanta contribución, ¿qué le impediría al Gobierno español, por las mismas razones de salud pública y moral democrática, por su obligación de proteger la sociedad de todo mal, prohibir la publicidad en el deporte de países con gobiernos belicistas e intenciones genocidas o de empresas de energía de fósiles, culpables de parte del calentamiento global, como Ineos o Total Energies, que patrocinan equipos ciclistas, o de regímenes dictatoriales o antidemocráticos, como la Ruanda a la que la UCI ha asignado los próximos Mundiales de ciclismo, Kazajistán, UAE, Bahrein o Arabia Saudí (Alula), que patrocinan equipos ciclistas? ¿Qué dice la Carta Olímpica de ello?

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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