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RELATOS DE UNA AMATEUR
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Salir a empatar

Hay relaciones muy duraderas basadas en el peor es nada, pero el amor no debería tener que ver con hacer recados y el 5-4-1, estar prohibido por ley

Aficionados viendo un partido de fútbol en un bar.
Natalia Junquera

Hay trabajos, como el de cirujano, que no dan pistas sobre el carácter de quienes lo ejercen, y otros donde queda expuesta la personalidad de cada uno. A veces, es fácil hacerse una idea de cómo es, por ejemplo, un columnista por los temas que elige, es decir, qué le indigna o le conmueve, sus filias y fobias y por los términos que escoge para dar su opinión —expresarse es desnudarse poco a poco—. Ocurre también en un periodo de tiempo aparentemente tan corto como 90 minutos, la duración de un partido de fútbol, y especialmente con el que no salta al césped: el entrenador.

Una alineación es una declaración de intenciones y en el deporte solo hay dos: ganar —lo que implica arriesgarse a perder— o empatar, es decir, encerrarse atrás, dejando arriba un último mohicano de coartada por si suena la flauta. Hoy, durante las retransmisiones, nos ofrecen porcentajes de tiempo de posesión del balón; mapas de calor de las zonas más frecuentadas del campo; aciertos y errores en los pases; distancias recorridas por cada jugador…, pero el dato fundamental es el 11 titular, una especie de resonancia de la cabeza del míster que nos permite ver cuánto espacio ocupa el miedo y cuánto la ambición. También si es un hombre creativo al que le gusta construir, o un conservador que se conforma con intentar arreglar el partido cuando todo se tuerce; si es arrogante o si es capaz de admitir la posibilidad de haberse equivocado.

Todos los planteamientos son legítimos porque también hay dos tipos de espectadores: los que prefieren volver a casa de vacío, pero después de haber visto algo de juego (tiros a puerta, saques de esquina, cambios de ritmo…) y los que creen que más vale punto en mano que ciento volando. Yo pertenezco a los primeros, a la cofradía del siempre hay que ir y ya que vamos, hacerlo con todo. Estoy convencida de que la autocensura es pecado capital y de que el conformismo te lleva derechita al aburrimiento y a la vulgaridad. Sé que hay relaciones muy duraderas basadas en el peor es nada; matrimonios que se han abonado al empate contra sí mismos, convertidos en compañeros de piso que se reparten eficazmente para llenar la nevera y recoger a los niños. Yo creo que el amor no tiene que ver con hacer recados y que el 5-4-1 debería estar prohibido por ley.

En algo parecido estaba pensando la FIFA cuando, en 1995, decidió obligar a todas las ligas a conceder tres puntos por partido ganado en lugar de dos para fomentar el juego ofensivo. Desde que un empate dejó de valer la mitad de una victoria, salir a que no te ganen en lugar de a ganar ya no es solo un acto de cobardía, sino un error de cálculo, una negligente gestión de la economía familiar. El juego depende del equilibrio de una ecuación compleja: invertir, ahorrar y apostar. Reservarse demasiado para dosificar el esfuerzo del crack del equipo puede resultar fatal porque a menudo resulta más fácil construir que arreglar.

Luego, claro, hay que estar ahí, de pie en el área técnica o sentado en el banquillo mientras miles de personas te escudriñan desde la grada con el rigor fiscalizador de los hombres de negro. Siempre seremos más indulgentes con los jugadores que con el entrenador porque el dorsal de una camiseta es un acta de adopción entre aficionados y futbolistas. Y si nuestro hijo suspende, antes de admitir que no se concentró lo suficiente en el examen y perdió el balón en el lugar donde no hay que perderlo, diremos que el profesor le tiene manía. Nunca hay objetividad en el amor, ese potente disolvente que elimina los defectos ajenos hasta obtener una sustancia muy parecida a la incondicionalidad.

No llevamos un cirujano dentro, pero un entrenador sí. Los técnicos lo saben, son conscientes de que una parte importante de su trabajo consiste en manejar expectativas y prepararse las ruedas de prensa como los profesores se preparan las tutorías con esos padres convencidos de que su crío es un angelito, un genio incomprendido. Sean pacientes con nosotros, pero, sobre todo, sean valientes. Aquí, después de todo, hemos venido a jugar.

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Sobre la firma

Natalia Junquera
Reportera de la sección de España desde 2006. Además de reportajes, realiza entrevistas y comenta las redes sociales en Anatomía de Twitter. Especialista en memoria histórica, ha escrito los libros 'Valientes' y 'Vidas Robadas', y la novela 'Recuérdame por qué te quiero'. También es coautora del libro 'Chapapote' sobre el hundimiento del Prestige.
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