Popovici gana el 100 libre del Mundial con la segunda mejor marca de siempre
El rumano se impone en el doble largo en 46,51s, a 11 centésimas de la increíble plusmarca del chino Pan en los Juegos de París


David Popovici completó uno de los más bellos nados de la historia de la natación, este jueves en la final de los 100 metros libres de los Mundiales de Singapur.
El rumano tenía la carrera en la cabeza antes de tirarse al agua. La fórmula, la ecuación, de la reserva máxima de energía en el primer 50 sin comprometer el gasto del resto del depósito en el segundo 50, hasta quemar la última gota de combustible en el último centímetro de los 100 metros. A sus 20 años, con la experiencia de tres temporadas a la caza del récord, clavó cada brazada con perfección geométrica hasta parar el crono en 46,51 segundos, a 11 centésimas de la plusmarca del chino Pan Zhanle, repentinamente surgido en 2024, autor del 46,40s que le valió el oro en los Juegos de París.
Pan en los campeonatos nacionales chinos de 2024 (46,80s), Popovici en las semifinales de estos Mundiales en Singapur (46,71s) y en la final (46,51s), y Pan en la final de los Juegos de 2024 (46,40), se disputan el trono de la velocidad sostenida en otra dimensión. Por detrás se sitúan los demás nadadores que han bajado de 47 segundos en 100 metros, y no son muchos en la historia de la natación. El estadounidense Jack Alexy (46,81) en estos campeonatos, el brasileño Cesar Cielo (46,91s) en los Mundiales de 2009, el francés Alain Bernard (46,94s) en los campeonatos nacionales de Francia en 2009, y Caeleb Dressel (46,96s) en los Mundiales de 2019.
Popovici se aferró al plan de nado “en negativo”, que dicen los clásicos. Cada vez perfecciona mejor la estrategia de reservarse en el primer 50. Este jueves pasó por la primera pared en cuarto lugar (22,49s) por detrás del ruso Egor Kornev (22,38s), el brasileño Gilherme Caribe (22,43s), y el estadounidense Jack Alexy (22,48s).
“He mejorado el viraje, el nado subacuático, y la longitud de la brazada”, dijo al salir del agua. “Son aspectos aburridos de entrenar, pero me han dado lo que necesitaba”.
El ecuador de la carrera es la palanca que propulsa a Popovici. Cuentan en su equipo de apoyo que acortó sus ondulaciones bajo el agua tras el viraje respecto de la semifinal, pero se tumbó y empujó a mayor velocidad al patear la pared. Fue el último en emerger y lo hizo en el punto y al ritmo exacto que le permitió encadenar movimientos hasta la pared sin realizar ningún gesto superfluo. Encajó las piezas de modo que ahorró 20 centésimas a su mejor marca personal. Salió después de propulsarse unos diez metros por debajo del agua y en los 40 restantes avanzó como una flecha. O como una libélula, el insecto que él mismo dice que le inspira.
Atravesó el agua sin apenas chapotear, estiró los brazos sin permitir que la precipitación alterara su brazada delicada, y sus dedos largos fueron posándose sobre la superficie con tacto de prestidigitador. Bajo la apariencia de finura se escondía una turbina capaz de mover toneladas de agua en su favor. Sus últimos 50 fueron sublimes. Durante cinco metros nadó por debajo del umbral del récord. Clavó la llegada con la brazada exactamente sincronizada en el ataque a la pared, cosa que había trabajado en los últimos días con su entrenador, Adrian Radulescu, hizo 24,02s al tocar la última placa y lanzó un mensaje al extraño Pan: la carrera hacia los Juegos de los Ángeles comienza ahora.
El chino debió de verlo por televisión. Había quedado descalificado en las semifinales del miércoles. Sencillamente, Pan no dio el nivel. Algo inusual en los talentos naturales, si es que aquí hay uno realmente. Su tiempo de 47,81s solo le permitió ser el décimo del mundo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
