Scottie Scheffler, el campeón del Open Británico que no se identifica como golfista
El ganador de cuatro grandes es a la vez el mejor jugador del mundo y un hombre que huye de la fama y no se cree especial


En el mejor golfista del planeta habita una contradicción existencial. Scottie Scheffler ha dejado al mundo con la boca abierta con su exhibición en el Open Británico, el cuarto grande que gana a sus 29 años, la reafirmación de un dominio que el golf no conocía desde Tiger Woods. Pero la sensación de euforia, afirma, “solo dura un par de minutos”. “Abrazo a mi mujer, a mis amigos y a mi familia. Luego pregunto: ‘¿Qué vamos a cenar?”. Ese es el breve tiempo que se concede el número uno para celebrar que está en la cumbre y que le envuelve la fama. Enseguida Scheffler quiere volver a ser Scottie, el marido de Meredith, el padre de Bennett, con el que se pasea por el green del 18 de Royal Portrush.
Está el jugador y está el hombre. El primero es el golfista perfecto, infalible, la gran imagen del PGA Tour, el rey de la clasificación mundial en las últimas 150 semanas y quien ha levantado sus cuatro grandes por tres o más golpes de ventaja. El segundo es un tipo de Texas que ha dejado de ir a un Chipotle, restaurante de comida mexicana, cerca de su casa porque no le gusta que le reconozcan y se cruza la ciudad para ir a otro establecimiento de la cadena.
Scheffler se sienta junto a la Jarra de Clarete este pasado domingo en Royal Portrush y reflexiona sobre las dos personalidades que conviven en él. Sobre el golfista, destaca la pasión con la que siempre se ha entregado al juego: “Literalmente, he trabajado toda mi vida para ser bueno en golf. No bromeo, desde que tenía dos o tres años. Desde niño en Texas quería ser golfista profesional. Siempre salí al campo con pantalones largos porque quería jugar al golf profesional. Porque era lo que veía a Justin Leonard, Harrison Frazar… Esos tipos llevaban pantalón largo en la televisión y yo quería ser como ellos. Nunca llevaba pantalón corto. Ni cuando hacía 38 grados. La gente se burlaba de mí. Pero eso es lo que quería hacer, quería ser golfista profesional, así que usaba pantalones largos”. De ahí a la cumbre en una explosión tardía en comparación con otras estrellas. Scheffler no dio el gran salto hasta hace cuatro años, pero desde entonces es imparable.
Sobre la persona que es, el que habla es Scottie. “Tener éxito en la vida, en el golf, no satisface los deseos más profundos de mi corazón. Sé que es difícil de explicar, pero es así. ¿Estoy agradecido por ello? ¿Lo disfruto? Dios mío, sí, es una sensación increíble. Pero ganar un torneo no me hace feliz. Tal vez por unos momentos, tal vez unos días, pero al final hay más en la vida que jugar al golf. Mis dos prioridades son mi fe y mi familia. El golf es la tercera. No me identifico como un golfista. No me identifico por ganar torneos o ser famoso. No estoy motivado por eso. Cuando me despierto, lo que me motiva es salir y vivir mi sueño. Estoy llamado a hacerlo lo mejor que pueda”, argumenta.
Composed. Commanding. Champion.
— The Open (@TheOpen) July 21, 2025
Scottie Scheffler. History made at Royal Portrush. pic.twitter.com/al8l6X7oRx
Scheffler no es el tipo de número uno que era Tiger Woods, una personalidad arrolladora. Ni siquiera es como Dustin Johnson, Rory McIlroy y Jon Rahm, otros que han pasado por el trono. El suyo es otro tipo de carisma, silencioso, comedido, casi anónimo. “En algunos círculos soy el mejor jugador del mundo. En el Open he sido el mejor. Estoy aquí sentado con el trofeo. Pero no me siento diferente por eso. Trato de vivir una vida lo más normal posible porque me siento un tipo normal. Tengo los mismos amigos que cuando crecí. No creo que sea especial sólo porque algunas semanas soy mejor en lograr menos golpes que otros chicos”, afirma.
La comparación con Tiger asoma mientras colecciona títulos. Y hasta la historia concede un guiño curioso: entre el primer y el cuarto grande de Woods pasaron 1.197 días. Entre el primer y el cuarto grande de Scheffler han pasado 1.197 días. El campeón del Open Británico rechaza cualquier similitud. “Tonterías. Tiger está solo en este juego”, dice. Seguramente en eso tenga razón, pero otra cosa también es segura. Detrás de Scottie está Scheffler. En ese hombre religioso, familiar y tímido hay un competidor voraz y el mejor golfista del mundo.
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