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La generación a la que Kilian Jornet inspiró la derrota en Western States

El español, en su regreso tras 14 años a la carrera de 100 millas más antigua del mundo, mejora una hora su tiempo, pero acaba tercero en el gran día de Caleb Olson

Caleb Olson celebra la victoria.
Luis Javier González

Western States resistió el asalto de Kilian Jornet 14 años después de sumarla a su palmarés por primera y única vez. La carrera de cien millas más antigua del mundo también es una de las más rápidas, con apenas 5.500 metros de desnivel positivo —casi la mitad que el Ultra Trail del Mont Blanc— y un auténtico horno entre cañones californianos. La antítesis del español —por el reto que supone para él la sudoración y por la falta de mayores pendientes— acabó siendo un imposible, batido por dos jóvenes estadounidenses dedicados en cuerpo y alma a la ultradistancia, en parte por admiración a su figura. Fue la cima de Caleb Olson, el premio de los premios para un informático de 29 años de Utah que ya rompió en febrero el récord de la Transgrancanaria. Si aquello fue su descubrimiento, lo de este sábado fue sencillamente histórico. Por su tiempo, 14h11m25s, el segundo de la historia, a dos minutos del récord. Y porque el mejor corredor de montaña de todos los tiempos, tercero a 7m57s, no regala derrotas.

Como tantos grandes eventos estadounidenses, Western States nació para demostrar que algo exótico era posible. La aventura de Wendell T. Robie en 1955 desde la oficina de turismo de Tahoe City, en Olympic Valley, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1960, a Auburn para demostrar que los caballos podían recorrer 100 millas en un día. En la primera edición, en 1977, los caballos tenían más medios —tres puntos de atención veterinaria— que los corredores, encargados de suministrarse todo lo que no fuera agua. De 14, solo acabaron tres. La cosa funcionó y el año siguiente ya hubo 61 participantes.

El crecimiento se encontró con un límite: el paso por una propiedad privada, que solo permitió el paso de 369 corredores. Un techo que se mantiene pese a que más de 10.000 personas participan en el sorteo, una decisión que revaloriza la carrera en comparación con los 171 kilómetros del Ultra Trail del Mont Blanc, que da cerca de 2.000 dorsales. La alianza entre ambas carreras ha llevado desde 2021 a EE UU a más foráneos, clasificados a través de pruebas por todo el mundo. Así logró el billete Jornet, segundo en marzo en la toscana italiana detrás de Jim Walmsley, el estadounidense que se convirtió en leyenda en Western States al perderse en 2016 cuando iba en cabeza para después ganar cuatro veces entre 2018 y 2024.

Walmsley metió aquel día media hora a Jornet, alguien que a los 37 años compite cada vez menos y acumula su segunda carrera seguida sin subirse a lo más alto del podio, una anomalía en su triunfal currículo. Y eso que ese verdugo, el único estadounidense en ganar UTMB, se cayó en mayo de Western States por una lesión en la rodilla que le ha impedido retener ambas coronas. Suyo era el récord que ha rozado Olson —14h09m28s en 2019—, la cima de un chaval de Phoenix que disfruta en el calor extremo, una herencia que sus rivales tratan de recrear con sesiones de sauna de dos horas o climatizando entrenamientos en cinta o en bicicleta.

El debut de Jornet en Western States fue en 2010: salió sin botella, limitándose a beber en los avituallamientos. Iba en cabeza cuando sufrió prácticamente los primeros calambres de su vida. Le ganó Goeff Roes, pero mantuvo el tercer puesto tras una sucesión de acelerones entre cadáveres con Nick Clark, la prueba de su orgullo en el estado más extremo de deshidratación. Volvió en 2011 a culminar la tarea con un tiempo de 15 horas y 34 minutos; la mejora 14 años después es sideral: 14h19m22s, el quinto mejor de la historia. “Estoy muy feliz por la carrera que he hecho”. Pero la siguiente generación ha elevado el listón. “Van demasiado rápido, deberían disfrutar de las vistas y los lagos”, bromeó.

Walmsley definió los 18 grados con los que la prueba arrancó a las cinco de la mañana de Olympic Valley como “no un calor de locos, pero cálido”. De ahí salió una carera alocada con un grupo cabecero de 12 bajando los mejores registros del primer sector de diez millas. Estadounidenses testados en ultras con el desnivel justo como Olson o Chris Myers, la gran sorpresa, segundo. Con ellos iban Jornet y Vincent Bouillard, el ingeniero que sorprendió al mundo ganando de la nada UTMB el año pasado.

El español iba con la guadaña, ignorando los ataques, dejando atrás a los primeros cadáveres, desde los americanos demasiado soñadores a Bouillard, que llegó reventado a Dusty Corners (61,2 kilómetros) a más de 15 minutos de la cabeza. Ni la coca-cola ni los ánimos de sus asistentes, ataviados con el lema ‘Yo conocía a Vincent antes de que fuera famoso’, resucitaron al debutante. El español era cuarto en ese punto, a 1m42s. La temperatura ya estaba por encima de los 30 grados en un tramo que encadena la parte más rápida —una media maratón en bajada— con la subida más inclinada, Devil’s Thumb, con tramos por encima del 20%. La brecha de Kilian terminó de abrirse en la siguiente colina, Michigan Bluff, hasta los 7m49s.

Los veteranos dicen que la carrera empieza en Forest Hill, en el kilómetro 99. Olson se adelantó una hora y su ataque no tuvo réplica. Kilian llegó allí a 12m45s, intercambiando el tercer puesto con Jeff Mogavero. La duda estaba en cuánto estaba consumiendo el líder, con un ritmo aún por debajo del récord, pero la distancia seguía creciendo. En Golden Gate (milla 79.8) no solo mantenía al español a 18 minutos, sino que ya estiraba el chicle con Chris Myers a los cinco. Para entonces, los termómetros en meta marcaban ya 35 grados. La temperatura de esos cañones desnudos en lo peor de la tarde solo la conocen los corredores.

Su metódica estrategia permitió a Jornet recortar distancias en el tramo final y rozar la plata, pero 14 horas se quedaron cortas para alguien acostumbrado a someter a rivales en 20. Así que Olson se dio el gusto de entrar a la pista de atletismo del instituto de Auburn con los fans corriendo al lado, un toque distintivo de la carrera, y coger en brazos a su bebé de siete semanas, que vio desde el vientre cómo dominaba Gran Canaria. Aún no lo sabe, pero su padre se ha colado en la élite de la ultradistancia mundial.

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Sobre la firma

Luis Javier González
Escribo en EL PAÍS desde 2013. Colaborador especializado en rugby y trail. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de la Escuela UAM / EL PAÍS.
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