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El F50 español sale líder del SailGP tras su triunfo en el Gran Premio de Nueva York

El barco de Los Gallos se impone a Nueva Zelanda en la gran final y consigue su segunda victoria consecutiva

El equipo español celebra la victoria en el barco.
Carlos Arribas

En Nueva York, la ciudad que nunca muerte, los ciclistas nunca dan una pedalada, reparten sus recados con bicis eléctricas trucadas, hablando en español con 20 acentos diferentes, como también lo hacen los obreros de la construcción, los limpiadores de los hoteles los portorriqueños que toman la Quinta para celebrar su día nacional y los camareros del bar de ostras junto al embarcadero del ferry de Governor’s Island donde los miles de espectadores con aire VIP que dan a la competición de vela un tono de torneo de golf, y se ven pancartas que dicen: “A Nueva York la han construido sus inmigrantes”. Y al lado, en el Hudson de la flota de guardacostas, otros que hablan español y tampoco pedalean, pero pelean, como todos, construyen castillos en el agua que flotan y vuelan a más de 70 por hora.

Es una tarde de viento y rachas que se filtran por entre los rascacielos de Brooklyn a la espalda, de olas en el agua que cambia de color cada segundo, de silbidos de los foils rasgando el agua agitada, de luz gris y nítida, de victoria del SailGP de Los Gallos, un equipo, seis navegantes –Joan Cardona, Joel Rodríguez, Bernardo Freitas, Nicole van der Velden, Diego Botín y Flo Trittel—que no son gallitos de feria o de rap sino gallos de pelea en la final, un mano a mano con la Nueva Zelanda de Peter Burling, en la que, con una maniobra de genios, un viraje de instinto y ciencia, condenan al dios de la vela al exterior, a la sombra de verlas venir. “Veíamos que no había mucho viento en la otra boya y Joan [el táctico del equipo] tomó la decisión, dijo que había mucha más presión en la otra boya e hicimos la virada y cambiamos de rumbo”, explica la estratega Van der Velden. “Teníamos bastante claro que es donde había viento, a la vez que era un movimiento arriesgado, pero si no lo hubiéramos hecho nosotros lo habría hecho Nueva Zelanda. Es importante también saber liderar en esos momentos y tener claro y confianza en lo que hacemos”.

Del Pacífico al Atlántico, de San Francisco a Nueva York, es la segunda victoria consecutiva del F50 español en la temporada, el único equipo que ha repetido primer puesto en las seis carreras disputadas. El triunfo le hace, además, colocarse el primero en la general de una competición a 12 carreras que terminará en noviembre con la final de Abu Dabi, por delante de la Australia de Tom Slingsby y de Nueva Zelanda, las antípodas en las que la vela es el deporte nacional. Es el cuarto volante –el trofeo del ganador-- que cuelga en el mural de su box en los cuatro años de existencia del equipo, y ninguna en Europa: Bermuda, Los Angeles, San Francisco y Nueva York.

España llega con sed y rabia a la final de la gran manzana bajo la estatua de la Libertad. Llega dispuesta a morder, porque el domingo no ha sido lineal y claro, sino más bien tortuoso, complicado. El equipo empieza bien –segundos después de Brasil en la primera de las tres regatas clasificatorias, con gran seguridad en la salida, el que era el punto débil de un barco que aun así acabó ganado la gran final de SailGP en 2024--, y están tan convencidos de que lo más difícil para llegar a la final ya está hecho, que en la siguiente regata de 12, se duerme en la salida y termina 11º, 0 puntos. El Brasil de la gran Martine Grael, el único barco con conductora en toda la flota, adelanta a España. El barco de Botín necesita clasificarse por delante de los Brazuka foilers. Y lo consigue en una regata tormentosa, penalizaciones para los dos equipos, que solo decide la experiencia de España ante el Brasil novato en la competición. La victoria en el último minuto alimenta el motor competitivo del F50 español, que brilla en la final, un cuerpo a cuerpo de resonancias olímpicas, que deja aún más melancólicos de lo habitual los ojos claros del kiwi Burling. “El estar contra las cuerdas nos ha generado ese momento que nos ha hecho apretar a tope en la final y creo que nos ha puesto en un espacio mental muy adecuado para ganar esta final, la segunda victoria consecutiva, lo que es increíble”, dice Botín, que tiene un historial de peleas cuerpo a cuerpo con su 49er con el australiano, comenzando por el Mundial de 2020 en las aguas antárticas de Geelong, oro Nueva Zelanda, plata España. “Hemos compartido mucho tiempo en clases olímpicas, sí, y, con lo que han conseguido, es un honor. Poder competir con ellos de tú a tú en estos barcos es muy especial. Estar peleando barco a barco… En este deporte no hay nada mejor que esto”.

La alegría de Botín y Van der Velden en la zona mixta, volante de ganadores en mano, es grande, pero quizás no tanta como la de la brasileña Martine Grael, que en su sexto evento ya ha conseguido ganar una regata y a punto ha estado de entrar en su primera gran final. Orgullo de equipo, de Brasil y, sobre todo, orgullo de mujer. “Creo que nuestro país es un país que puede liderar el cambio de cómo las mujeres se posicionan en la vida, en todo, en general”, dice la única mujer al frente de un equipo en SailGP. “A pesar de que somos un país muy avanzado en esto, también estamos muy atrasados en algunos sitios, en algunas áreas. Ser referencia, como lo es también la gimnasta Rebeca Andrade, es muy increíble, y muy bueno. Igual que tenemos mujeres referencia en ciencia, en cultura, en política…”

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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