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Diego Botín: “Los jóvenes quieren ‘foilear’ y llegar al límite llevados por el viento sobre el mar”

El campeón olímpico y conductor del barco español de SailGP habla en Nueva York sobre la competición y el trabajo colectivo: “Cambiarme a mí sería una de las partes que menos afectaría a la marcha del equipo”

Diego Botín, en una prueba de SailGP en febrero de este año en Sídney.
Carlos Arribas

La bruma no levanta. El paisaje es una acuarela impresionista. El ferry de Staten Island una mancha naranja y bocinazos. Una tormenta eléctrica ha tomado al asalto la bahía del Hudson que cierra por el sur el puente de Verrazzano, entre Staten Island y Brooklyn. Justo el trapecio en el que se traza el campo de regatas del Gran Premio de SailGP, la Fórmula 1 del mar. Las pruebas se han adelantado dos horas, lo que asume como algo natural Diego Botín, el conductor del F50 de Los Gallos, uno de los 12 catamaranes de 15 metros con foils hidráulicos que los elevan sobre el agua y compiten a 80 km/h por la victoria final. Bajo un diluvio, España termina la primera jornada en primera posición (una victoria, un cuarto y un tercer puesto en las tres carreras), con 25 puntos. Segunda, Dinamarca (20) y tercera Nueva Zelanda (19). “Anuncian tormenta eléctrica”, explica la víspera Botín, madrileño y santanderino de 31 años que flota en la cresta de la ola de la vela mundial después de un 2024 perfecto: campeón olímpico de 49er en Marsella junto a su compañero Flo Trittel, campeón de SailGP con Los Gallos y elegido regatista del año por la federación internacional de vela. “Es muy peligroso navegar con los F50 cuando hay tormenta eléctrica. El ala de carbono atrae la electricidad, nos convierte en pararrayos móviles. Y si un rayo nos fríe es una catástrofe en un barco como estos, tan complejos, con tantos sistemas electrónicos integrados, aparte del peligro para nuestra integridad física”.

Pregunta. Y se supone que la atmósfera antes de que estalle la tormenta está muy cargada…

Respuesta. Las tormentas hacen que la situación en el agua sea muy inestable. Experimentamos muchos cambios. Una tormenta es una célula que chupa aire hacia arriba y no se sabe si abajo soplará algo de viento, mucho o nada.

P. El equipo español llegó al SailGP como un grupo de jovencitos en la segunda temporada de la competición, y en la cuarta ya se proclamó campeona. En el ecuador de la quinta, marcha tercera. ¿Se sienten ya favoritos?

R. Es algo que me cuesta ver. Somos un equipo fuerte con opciones de pelear delante si hacemos las cosas bien, pero para sentirte favorito tienes que haberlo conseguido muchas veces, y no estamos ahí. Los australianos, sí. Nosotros, aún en la cuesta arriba del aprendizaje.

P. Pero, al menos, sí se sentirán obligados a disputar los domingos la final de todos los eventos…

R. La flota es muy fuerte. Somos ya 12 barcos y solo tres pasan a la final. Además, hemos hecho cálculos y sabemos que para clasificarse para la gran final [Abu Dabi, 12º evento, 29 de noviembre] no es obligatorio disputar las finales de cada competición: quedando cuartos siempre, llegas. Se trata de ser consistentes. Pelear todo al máximo. Hacer lo posible para no ser nosotros los que perdamos sino que, en todo caso, otros nos ganen por ser mejores.

P. Pero si disputan las finales entrarán en una dinámica de éxito que retroalimentará la confianza, ¿no?

R. La confianza se gana con el tiempo, creando equipo, haciendo que haya mucha alineación en el equipo, remando todos en la misma dirección. Ese es un aspecto que trabajamos mucho en los eventos, en el debriefing que hacemos después de cada carrera. Buscamos tener todos la misma visión.

P. Un F50 necesita seis navegantes: conductor, trimmer de ala, grinder, táctico, estratega y controlador de vuelo. Justamente en un episodio de Racing on the Edge, la serie que narra las interioridades de la competición, se observa cómo el equipaje le critica con bastante dureza por las decisiones que tomó en una regata… ¿Asumir las críticas y que se hagan públicas forma parte de esa alineación?

R. Aceptar la crítica es clave. Nos decimos todo lo que pensamos que se puede mejorar, cada uno desde su responsabilidad. Esa es la realidad del equipo. No tenemos ningún miedo a decirlo. Es lo que más lejos nos va a llevar como equipo. Al poder hablar, crecemos.

P. En la vida cotidiana se usa mucho la metáfora de que si no hay colaboración el barco se hunde. En su vida, la imagen no es una metáfora precisamente…

R. El barco es un colectivo. No sé en otras modalidades, pero en este equipo tenemos una sinergia increíble. Poder decir lo que pensamos es un punto muy potente, priorizar el equipo en vez de a cada individuo, poner siempre el equipo por delante.

P. Pero la publicidad oficial de la competición se basa siempre en destacar el currículo de sus figuras individuales, algunos de los mejores del mundo, Burling, Slingsby, Martine Grael, Ruggero Tita, usted mismo, campeones olímpicos, ganadores de la Copa del América…

R. No es eso, no es eso. SailGP no tiene nada que ver con una lucha de egos. Se puede cambiar cualquier pieza del equipo y este sigue funcionando. Cambiarme a mí sería una de las partes que menos afectaría a la marcha del equipo.

P. Usted era el controlador de vuelo el primer año del equipo y el año siguiente tomó el volante después de la marcha de Jordi Xammar. Y el equipo tiró para arriba desde lo más bajo…

R. Y cuando llegué ya dije que nuestro plan era hacer un equipo fuerte y mantenerlo en el tiempo. Entendemos el barco de la misma manera, es una energía que sentimos en el equipo y nos hace más fuertes.

P. La vela nunca ha sido un deporte de masas, pero la intención de los creadores de SailGP, con su etiqueta de Fórmula 1 del mar, es convertirlo en uno. ¿No le da vértigo? ¿No preferiría seguir como hasta ahora, un deporte del que solo se habla cada cuatro años en los Juegos Olímpicos?

R. Lo que más nos interesa es competir al máximo nivel. La popularización de SailGP es positiva para la vela, para enseñar al mundo lo que hacemos. SailGP da al mundo una visión de este deporte muy atractiva. Volar atrae a la gente más joven, más que las regatas de vela tradicionales. Los jóvenes quieren foilear. Buscan la velocidad, ir al límite llevados por una fuerza natural, que es el viento, una fuerza invisible. Es magia. La podemos ver sin verla, la sentimos. Y los Juegos foilearán cada vez más. Las tablas voladoras, Nacra 17…

P. ¿Hay que aliarse siempre con el viento?

R. Hay que entender que es una fuerza que se mueve tridimensionalmente, en superficie, de lado a lado, y también en profundidad, arriba y abajo, un movimiento que hace que cambie todo. Por ejemplo, el color del agua nos da respuestas. El viento hace rugosa su superficie, y la cambia de color. Tenemos toda la data posible, pero como seres humanos nos guiamos finalmente por nuestras sensaciones, por la energía que generamos.

P. Y, al final, la gloria…

R. La victoria es siempre el final de un trabajo. Las mayores emociones vienen de haber puesto mucho esfuerzo en algo, y se multiplican si lo haces con un equipo. Entonces la emoción es éxtasis. La suerte es haber vivido los momentos que hemos vivido hasta llegar donde estamos. Si el esfuerzo culmina ganando, te hará crecer. Ahí está la victoria.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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