¿Un maratón de menos de dos horas en Londres?
El debut del extraordinario fondista ugandés Jacob Kiplimo en la distancia dispara las expectativas en la prueba del domingo


Lo que hace 10 años se veía como un empeño utópico, y sus alentadores, locos soñadores o vendedores de zapatillas, es ahora inevitable. Más antes que después un hombre correrá un maratón abierto en menos de dos horas, y los hay que aventuran que ese momento histórico llegará tan pronto como este domingo, en el maratón del Londres capital del Imperio Británico, 42,195 kilómetros desde el observatorio de Greenwich hasta Buckingham Palace siguiendo el Támesis, y que el protagonista, el atleta que pasará a la historia al ser el primero que lo consiga, será un ugandés del distrito de Kween, en las faldas del volcán Elgon y 24 años de edad llamado Jacob Kiplimo.
“Claro que es absolutamente posible un maratón en menos de dos horas. Y Kiplimo es el nuevo Kiptum”, dice Aitor Viribay, fisiólogo y responsable de rendimiento del equipo Salomon de trail, en referencia a Kelvin Kiptum, el atleta keniano que ganó en Londres en 2023 con 2h 1m 25s y meses después dejó el récord mundial a 35s de las dos horas, y habría sido el primero que rompiera la barrera de los 120 minutos si no se hubiera matado en accidente de coche hace 14 meses, a los 24 años. “No sé si lo conseguirá ya, pero viendo la barrera que ha roto en la media maratón este febrero en Barcelona, cuando la corrió en 56m 42s, claro que es un candidato para hacerlo. En 21 kilómetros le dio un mordisco de 48s al récord mundial, y en 42 solo estamos a 36s del 1m 59m 59s”.
En la media maratón, Kiplimo corrió a un ritmo de 2m 41s el kilómetro, a más de 22 kilómetros por hora, y para un maratón sub-2, una distancia que nunca ha afrontado en competición, Kiplimo, que se entrena en las laderas de la montaña, a más de 2.000m de altitud, a razón de 220 kilómetros semanales, necesitaría correr a un ritmo de 2m 50s el kilómetro.
“Lo podría conseguir si se dan las circunstancias ideales de temperatura [se prevé calor, demasiado para un maratón: 14 grados al inicio, 9.30 de la mañana, 19 al final], de viento [inexistente], estado de gracia, liebres y grupo que le acompañen hasta el kilómetro 35, para poder aprovechar su rebufo, y buena hidratación y nutrición en carbohidratos con la mezcla ideal de fructosa y glucosa, y si logra mantener el lactato por debajo de dos hasta los kilómetros finales, en los que tendrá que vaciarse”, explica el fisiólogo Xabier Leybar. “Y un par de consejos: que no use protector solar graso, porque impide sudar y su temperatura core puede llegar a los 41 grados, y una estrategia de carrera dividida en cuatro cuartos. Pasar la media en menos de una hora y el último cuarto el más rápido”.
La evolución del récord mundial del maratón muestra que las marcas se han rebajado a brincos paralelos a la historia de la prueba, como la popularización en los años 80 de las grandes maratones populares, la influencia de la EPO en los años 90, la entrada de los atletas africanos con el cambio de siglo, la revolución de las zapatillas en la segunda década del siglo y, en esta tercera década, el desbloqueo de las llamadas estrategias de nutrición y la generalización del entrenamiento científico desde edades juveniles. Así, los brincos se han acelerado casi exponencialmente: si para rebajar cinco minutos al récord, de 2h 10m a 2h 5m, se precisaron 35 años, de 1967 a 2002, en llegar a las dos horas raspadas solo fueron necesarios 21 años más, hasta las 2h 35s de Kiptum en 2023.
“Estamos en un momento en el que confluyen muchas revoluciones”, dice Viribay, que viajó recientemente al Valle del Rift, en Kenia, la gran cantera de la carrera de larga distancia y comprobó cómo grandes marcas, como Nike o Maurten, el emporio de las bebidas energéticas, han colonizado el atletismo aplicando nuevos métodos con sus técnicos y científicos. “Nutrición, zapatillas, entrenamiento, sí, y también se ha producido un gran salto en la especialización y la gestión del talento desde antes de juveniles. El running es más científico desde edades más tempranas. Allí la conversación en estos tiempos no gira como antes solo alrededor del volumen, ahora se habla de entrenar controlando umbrales y cargas analizando el lactato”.
Habla Viribay, que entrena en España al maratoniano Roberto Alaiz, de un fenómeno que ya conocía en sus tiempos en el ciclismo, como fisiólogo en el Ineos, y en el fútbol con su trabajo en el Girona, y que ha llegado al atletismo, el de la maduración cada vez más temprana de deportistas, que se entrenan como profesionales desde los 14 años y a los 17, 18, 19 ya compiten con los mejores, y hasta son mejores, saltando las etapas tradicionales, y muchos son hijos de ciclistas y futbolistas. “Y en África han logrado una combinación explosiva entre entrenamiento científico, tradición de lo que han hecho siempre, como el long run dominical, y adaptaciones biológicas que ya son genéticas. Que se trasladan de una generación a otra, y los de ahora mejoran a la de sus padres”, dice Viribay. “Un ejemplo. En Europa sería inconcebible que te pasaras de intensidad en el entrenamiento prescrito, pero en Kenia, y la zona de Uganda de Kiplimo, fronteriza con el Valle del Rift, los grupos van al ritmo del más fuerte, aunque su zona uno, en la que puede aún ir hablando, corresponda con la zona 2 de otro, que ya no puede abrir la boca más que para respirar. Son entrenamientos para demostrar y sobrevivir”.
La vida atlética de Kiplimo recorre justamente las etapas descritas por Viribay. Le detectó en 2015 Giuseppe Giambrone, un entrenador italiano que recorría Uganda en busca de talentos atléticos porque Kenia ya estaba muy explotada. Kiplimo tenía entonces 14 años. Cuando cumplió 15, Giambrone le instaló en su campo de entrenamiento a las afueras de Siena, en las colinas toscanas que se hicieron famosas en la película Gladiator. Allí le sometió a entrenamientos de adulto que superó con extraordinaria facilidad, y hablan de sesiones durísimas en las colinas en las que su lactato se quedaba en 1,9mg, una señal de su extraordinaria capacidad para procesarlo y extraer glucosa de él. Allí ya pronosticó Giambrone que el atleta tenía el potencial para bajar de dos horas, y se ratificó después de que este batiera el récord de la media maratón en Barcelona. Para entonces, Kiplimo ya había regresado a entrenarse a Uganda, donde le dirige otro técnico italiano, Iacopo Brasi.
Su gente explica la víspera que solo buscará bajar de 2h 2m, pasando la media en 1:01, y que tendrá que estar atento a otros favoritos, como el keniano Sabastian Sawe, reciente ganador en Valencia (2h 2m 5s), o el campeón olímpico en París, el veterano etíope Tamirat Tola (2h 3m 39s). También estará, pastor del rebaño a los 40 años, Eliud Kipchoge, el más grande maratoniano de la historia, con una marca oficial de 2h 1m 9s, y extraoficial de 1h 59m 40s, su sub-2 no homologable por la cantidad de ayudas que recibió para lograrlo en Viena en 2019.
“¡La primera maratón en 2:01, la segunda, en llano, en 1:59!”, proclama Giambrone, pero acepta que cuando Kiplimo corre siempre está preparado para lo extraordinario, hasta para 1h 59m 59s.
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