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Judith Colell, cineasta: “La ignorancia convierte en ‘cool’ a fascistas como Meloni, Le Pen o Aliança Catalana”

La directora y presidenta de la Acadèmia del Cinema Català estrena ‘Frontera’ y habla del blanqueamiento del franquismo y de cómo encarar las obras de acusados de agresiones sexuales

La directora de cine Judith Colell, el martes en un cine madrileño.Foto: Pablo Monge
Gregorio Belinchón

Se sienta Judith Colell (Sant Cugat del Vallés, 57 años) a charlar y sonríe aún más de lo habitual: “Siempre he hecho cine intimista, con presupuestos ajustados. Ahora he afrontado un drama con más dinero, porque era necesario para la recreación histórica, aunque creo que sigo hablando de seres humanos”. La actual presidenta de la Acadèmia del Cinema Català (ha renovado mandato este año hasta 2029) encara la promoción de Frontera, que se estrena mañana viernes, un drama basado en hechos reales: hasta 8.000 judíos cruzaron de Francia a España destino a Portugal durante la Segunda Guerra Mundial, y la película cuenta lo que ocurre en un pequeño pueblo catalán fronterizo, cuando en 1943 en los Pirineos un funcionario decide ayudar a los refugiados. “Acepté el encargo por el eco indiscutible con la actualidad”. Y ahí arranca la conversación.

Colell constata que su cine (Nosotras, 53 días de invierno, Elisa K) es más difícil de levantar “que películas más grandes y abiertas, para más público”; que lo autoral aún “no encuentra fácil financiación”, y que esta experiencia —de más presupuesto con ambición de más espectadores— confirma esa sensación. “Lo que he hecho es convertir el encargo en algo personal, y he disfrutado mucho”. Aceptó por eso y por una sorpresa. “Como muchos, yo pensaba que los Pirineos se cruzaban más de aquí hacia Francia, y no tanto hacia España. Investigué mucho y hasta encontré que una amiga íntima de Carmen Polo ayudó a judíos europeos a llegar a Portugal. Ella era franquista, pero odiaba a los nazis”, cuenta la cineasta.

La historia de Germana de Silva, que así se llamaba la aristócrata amiga de la esposa de Franco, no aparece, obviamente, en Frontera, aunque merece detenerse en ella: “Les escondía en su pazo y luego les pasaba a Portugal, de donde salían hacia América en barco. Les disfrazaba de sacerdotes, monjas, seminaristas o novicias, y como no hablaban castellano les pedía que se mantuvieran callados. Si alguien preguntaba por sus invitados, su respuesta era: ‘Necesitamos el silencio porque estamos de ejercicios espirituales’. Es una historia maravillosa”.

Y que le lleva al corazón de Frontera: las zonas grises. “Me interesaba ahondar en cómo se comporta la gente en situaciones complicadas. Había entonces, y hay ahora, tres maneras de afrontar la llegada de migrantes: los que quieren ayudarles incondicionalmente; los que no quieren ayudarles y sí devolverlos, demonizándolos totalmente, y los que, y son la mayoría, miran hacia otro lado, como norma no toman partido y dicen: ‘Bueno, no les voy a hacer nada malo, pero tampoco ayudo’. Esos personajes, como mi protagonista, con sus dudas, son los mejores, y hay que recordar que ni todos los republicanos eran buenos, ni todos los franquistas malos. Ahora bien, cuidado, no olvidemos lo que fue y lo que supuso el franquismo”.

Colell ahonda en un “grave problema actual”: el blanqueamiento de la dictadura de Franco, el olvido “del terror de aquellas décadas por parte de la juventud actual”. Y elabora el discurso: “Los jóvenes creen, según las últimas encuestas, que en el franquismo se vivía en la mar de bien, y por eso no les importaría volver a una dictadura. Ahí te das cuenta de que no tienen ni idea de lo que están hablando. Entiendo la frustración que provoca el hecho de no tener trabajos estables, de no encontrar pisos porque los precios están imposibles, y el dolor de estar en casa con sus padres hasta los 40 años. Lo entiendo, pero no puede ser que se crean las mentiras que cuentan las redes sociales. Tampoco vamos a salvar a nadie con esta película, ni es la pretensión, pero está muy bien que el cine nos haga recordar el pasado, que se mantenga esa memoria viva”.

La cineasta recuerda que no es un problema únicamente español o solo sobre la Guerra Civil, sino que ocurre en toda Europa. “Esta ignorancia convierte en algo cool a fascistas como Giorgia Meloni, Marine Le Pen o en Cataluña Aliança Catalana, que además se venden bien, incluso con mensajes feministas... Por eso importan tanto películas como Green Border, de Holland, que hablan a la vez del neonazismo y del drama de la inmigración”, apunta. “Aquí nos pasa en los planes educativos: se pasa de puntillas por la Guerra Civil, por la Transición... Claro, a los jóvenes les cuentan mentiras y las asumen como ciertas”. Y cierra este análisis: “Así nacen caldos de cultivo como el que se dio en la Europa de los años 30. Fíjate en la película Cabaret, qué bien lo muestra”.

Frontera está rodada en catalán, y además, de la forma en que se habla en esa zona de los Pirineos, una nota de verosimilitud importante para quien preside la Acadèmia del Cinema Català, en un año muy bueno para el cine catalán (Sirât, Romería) pero con pocas películas en catalán (Wolfgang, Estrany riu). “No me preocupa porque las que hay conectan con el público y porque fue peor la pasada temporada. En esta hornada hay una quincena, y me parece muy interesante que se mantengan las ayudas a aquellas que van a festivales, las autorales, porque a través de ellas el catalán viaja por todo el mundo. Y ya sabemos que en 2026 habrá dos o tres muy grandes”.

¿Qué va a hacer en su segundo mandato? “Pues seguir creciendo. Hemos prácticamente doblado el presupuesto, hemos creado una residencia de guiones y ahí está el departamento contra los abusos”. Y en el futuro espera que puedan realizar labores de acogida, “al menos abrir la puerta a cineastas refugiados”, no solo directores, sino también técnicos y equipos artísticos. “Que así conozcan a personas del sector, que puedan incluso tener a un académico que voluntariamente les ayude”.

Uno de los miembros de la academia catalana, Eduard Cortés, fue acusado por casi una treintena de mujeres en diciembre de 2024 de diversas agresiones sexuales, bien por internet bien físicamente. “En aquel caso se siguió el protocolo y arrancamos una comisión. Nosotros no podemos a las primeras de cambio expulsar a nadie. Sería muy injusto. Con cada caso se abre una comisión, pero Cortés se dio de baja antes. Ya había pasado en anteriores ocasiones, que el señalado se dio de baja de la Academia”, recuerda. “El departamento, que funciona de manera autónoma, va muy bien, es un referente”. Movistar+ ha estrenado Terra Alta, la última serie que hizo Cortés. ¿Está de acuerdo con que se emita? “Es una pregunta difícil, hay actitudes que no podemos consentir. Aunque recuerdo una conversación con una productora de un filme cuyo director fue señalado [Colell no da más datos] y me decía que ella no tenía la culpa. Porque una película y una serie son obras colectivas. Sí que la emitiría con un mensaje al principio, diciendo que condeno cualquier actitud de abuso”.

La próxima edición de los premios Goya tendrá lugar el 28 de febrero de 2026 en Barcelona. “A mí me encanta la idea, que para eso fui vicepresidenta de esa institución. Nosotros celebraremos el 18º cumpleaños de los premios Gaudí en el Liceo, un sitio precioso”. ¿De los Goya, en contrapartida, han sacado que por fin la Acadèmia del Cinema Català obtenga su ansiada sede? “No, es una vieja reivindicación. Eso sí, es cierto que a inicios de 2026 tendremos sede”.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.
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